Hughes
En los 90 había un grupo llamado Patrullero Mancuso que logró una pequeña joya del pop con ‘Todo va bien’. La canción, en clave irónica, tenía un estribillo pegadizo: «Todo va bien, mi vida va bien, ¡qué feliz que soy!», y viene a la cabeza cada vez que se activa esa rama liberalia del inmovilismo institucional felicitario (palabra por la que me disculpo pero que he leído hace un rato a Valdano) especializada en tranquilizarnos y dejar claro que todo va estupendamente.
El Inmovilismo Institucional Felicitario, o IIF, consiste en un conjunto de intelectuales transversales dedicados a explicar ante cualquier leve insinuación crítica que todo va bien, que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que nunca fuimos tan felices… sobre todo ellos.
Ahora han tenido que salir a poner un poco de sensatez sistémica por las noticias de fraude electoral. Periodistas y filósofos del régimen se han apresurado a pedir que nadie dude de la Fiesta de la Democracia ni de su pureza ritual. Los votos caen como copitos de blanca nieve sobre las urnas maternales e indudables…
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