miércoles, 31 de mayo de 2017

El edificio



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Un edificio resume Europa: el nuevo edificio de la Otan en Bruselas, costeado (el triple de lo presupuestado, al estilo europeo) por los contribuyentes americanos.

No quieran saber lo que ha costado –dijo Trump, vestido de cobrador del frac, a los morosos narcisos en la inauguración.

El edificio es monstruoso, y el escritor ruso Nikolai Starikov ha visto en su diseño el símbolo rúnico de las SS tan claramente como pueda verse la planta fálica en la casa de placer de Ledoux, quien pretendió hacer inteligible el racionalismo blasfemo de su arquitectura.

La visión de Starikov en Bruselas no es el sueño de Dostoyevski en Dresde, pero nos recuerda que en arquitectura somos hijos del “constructivismo”, que vino de Rusia, única razón (¡el contrabando de ismos!) de que hoy, después de tres décadas sin Guerra Fría, siga en pie la Otan.

El constructivismo busca su ideal de lo razonable en la relación de medios y fines: mil doscientos millones de euros ¿para qué?

Para un lugar de diálogo –contesta Stoltenberg, secretario general de la cosa.

Si América pone el dinero y los soldados, Europa pone el diálogo, que incluye una oración por la conversión de Rusia, que al parecer es una oligarquía, pues salió de una dictadura. En Aristóteles y en Polibio está que de una dictadura sólo se puede pasar a una oligarquía, menos en la UE, donde Alemania pasó de Hitler a la democracia; Italia, del Duce a la democracia; Francia, de Pétain a la democracia; Portugal, de Salazar a la democracia; España, de Franco a la democracia… Rusia, en cambio… ¡Ay Rusia! Marx la consideró responsable de “la reacción” allá donde ésta se hallara, con Putin de duende de la urna en Washington, en Londres... o en Ferraz.

Nosotros los centroeuropeos vivimos “sous l’oeil des Russes” –dice Carl Schmitt.

Por eso ese edificio de la Otan, metáfora de los cuatro desplazamientos del espíritu europeo: de la teología a la metafísica, al moralismo humanitario y finalmente… a la economía.

Decimoséptima de Feria. La empresa de Madrid declara fuera de la ley las palmas de tango en la Plaza


EL COSMOPOLITISMO ERA FRANQUISMO 
Extraño individuo vestido de azul que, haciéndose pasar por inspector de Nautalia
 (se negó a documentar su identidad), conmina por la fuerza a un abonado a no tocar palmas

José Ramón Márquez

Segunda y última novillada de la Feria del Isidro 2017 en este martes, “ni te cases ni te embarques en ir a torear a Las Ventas si no vas con algo que contar”. Esta sentencia debería figurar en el dintel de la entrada de todas las escuelas taurinas del mundo como recordatorio de que lo único que realmente sirve para abrirse camino es, como decía aquél, tener una verdad que decir y decirla. Hablamos de la tediosa uniformidad de la hora presente entre los que quieren llegar a algo en el toreo, de la más pasmosa uniformidad que los siglos taurómacos han visto, de todos esos novilleros llevados entre algodones, que no se han curtido con ganado de respeto, rodeados por enjambres de jaleadores profesionales que les ríen todas sus monerías, y que dicen atisbar en ellos, casi siempre mientras dure la pasta (lana en Méjico), los inequívocos signos del arte y del gusto que los llevarán al triunfo. Eso es lo que ellos se imaginan o dicen ver: un Taj Mahal. Y lo que en realidad hay es una urbanización  de chalets adosados: lo que se ve es la calle de Santa Pola en Arroyomolinos, una pesadilla de casitas todas iguales, el tejadito, la chimenea, la puertecita y la del garaje, la escalerilla, el ladrillo… todo igual, deprimentemente igual; y luego el minúsculo esfuerzo de cada cual por individualizarse: el que pone unos enanos de piedra artificial, el que planta una arizónica o el que cierra el porche con alumino blanco y cristalitos. Lo esencial es lo mismo y lo individual casi también. He ahí el toreo de los jóvenes y de los ya no tan jóvenes: el inicio por pedresinas, las que sean, el cite fuera de cacho, el redondo de rotonda, el pico de la muleta para el cite, las carreritas para recolocarse, los pasitos de las muñecas de Famosa arastrando los pies, el obligado, el final por bernardas, el sartenazo. Con esos mimbres y un  toro que sea lo suficientemente tonto como para tragarse esa estomagante tauromaquia, con las adecuadas dotes de afectación que muchos tomarán por arte, con el temple para que el bicho no tropiece la muleta y la habilidad para ir ligando las series, no importa desde dónde venga el animal ni a dónde vaya, ya está liada la cosa y los triunfos manan por sí mismos. He ahí la auténtica radiografía de lo que a día de hoy es el toreo que viene, heredero directísimo del que hay. Y he ahí la explicación de esta tarde de martes en la que no sabemos a santo de qué se embarcaron Leo Valadez, Diego Carretero y Andy Younes, de Arlés, nuevo en esta Plaza.

Quitando al francés y al ganado, el resto del cartel era el mismo que la primera corrida de la historia de Plaza1. Para hoy prefirieron traer, mejor que los novillos de Ymbro que tan interesante juego dieron, un saldo de Montealto, divisa encarnada y verde en todos los sitios, colores de Miura pero sin nada que ver, que donde Miura pone una A con asas Montecillo pone la M de Montes y la D de Díaz, y el nombre del amo ya te lo he dicho. Montecillo puso su M y su D a seis novillejos absolutamente indignos de la Plaza Monumental, con sospechas más que manifiestas de manipulación en las astas, birriosos y descastados, cuyo remate final fue el sexto, un castaño listón llamado Brasileño, número 48, que era un novillo de plaza de talanqueras con misses en la presidencia, de cuerna acapachada y roma, un auténtico insulto a Las Ventas y a los que con su entrada en la mano se creyeron que donde anunciaron “novillada” se referían a una novillada con la seriedad y el trapío que la Plaza demanda. Con esta corrida de hoy Donsimón continúa bajando escalones cada día en lo tocante a la ganadería, en una espiral descendente que no sabemos dónde conducirá, aunque todo apunta a que a ningún sitio bueno.

Podríamos seguir glosando la ruina ganadera que, amparada por el acuerdo de la Junta Directiva de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, pertenece al grupo primero de dicha Unión, pero no merece la pena acaso detenerse en ella mucho más puesto que esta birria es la que los mentores de los tres toreritos de esta tarde más podían desear para sus protegidos, puesta su esperanza en que saliesen algunos con la innata bobería que es propia del encaste bodeguero para propiciar las idas y venidas que dan lugar al corte de orejas, que es el auténtico fin del tinglado entero, no lo del toreo que eso ya a casi nadie le importa. Y en el pecado llevaron la penitencia, porque el primero sacó suficiente memez para que Valadez, el hidrocálido afincado en Guadalajara, explicase lo que tenía que contar, si acaso hubiese tenido algo que contar y el quinto, Tremendo, número 15, lo mismo pero con Diego Carretero.

Valadez es el producto de una institución llamada Centro Internacional de Tauromaquia y Alto rendimiento (CITAR). Lleva en España desde que le salieron las muelas y tiene a su vera a un simpático eclesiástico alcarreño que trata de poner a Dios de su parte. En esta tarde practicó lo mismo que en la de su presentación en Madrid: la cosa del toreo de rodillas que, como es bien sabido de manera empírica, da mejores resultados ante el público que el que se hace de pie y el espantoso birlibirloque de capote o engañabobos que inventó Julián de San Blas, las llamadas Lopecinas, en versión quitándose. Luego se ve que las plegarias del tonsurado o la mediación de Santa Rita de Casia no han sido aún lo efectivas que se espera, porque el hidrocálido presentó en sus dos novillos unas maneras ventajistas, faltas de verdad, que de verdad no merece entrar en más detalles porque cuando agarró la muleta con la mano derecha, las veces que el animal no le tropezó el retal encarnado, pegó unos trapazos de mucha intensidad y de gran proyección si los hubiese dado en Becerril de la Sierra o en Becerril de Campos, pero que en Madrid se quedaban en ná de ná. La verdad es que si echamos cuentas del tiempo que llevará este muchacho preparándose, la tira de años, y lo poco interesante de sus dos propuestas, la del toro más potable y la del algo más dificultoso, nos imaginamos su camino algo cuesta arriba, aunque como bien le tendrá dicho el páter: “desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí” (Job, 1. 21)

Diego Carretero consiguió en la primera corrida de la temporada una oreja de esas, tan buscadas como un corazón de oro, a base de recibir un tantarantán que igual impresiona a los públicos que ablanda la dureza de los juicios y acaso pensó que lo mismo le podía volver a salir la cosa por segunda vez. Igual que el gran César Rincón a base de toreo del óptimo creó su imbatible leyenda, este chico pensó en que aunque no había toreado ni poco ni mucho, si arriesgaba su físico en unas innecesarias bernardinas en las que daba la impresión de que lo que buscaba, de manera poco sensata, era el atropello, lo mismo le sonaba la flauta por segunda vez. En la segunda Bernarda se dejó ver de una manera ostensible y el novillo, que no era un demonio sediento de sangre ni mucho menos, hizo por él zarandeándole y destrozándole la taleguilla, que lo dejó como un Ecce Homo. Por cierto que el chico venía vestido como el soldadito que sale en la botella de ginebra Beefeater y, si acaso llegase a leer esto y admite un consejo, ya podía aprovechar el destrozo para tirar el vestido. La faena a su primero es de ésas en las que te gustaría estar al lado del torero para preguntarle si le falta mucho para acabar. La de su segundo la empezó con el cartucho del pescado, pero el toro desbarató el lance, al llevarse el cartucho y el pescado. Por no dar ni una, ni siquiera gustó la manera del chico de agarrar la muleta. Se medio quiso poner al principio pero al no gestionar los muletazos rápidamente perdió el sitio y la concentración.

Y el francés, que hoy día de San Fernando, día de su presentación en Madrid era el día de su onomástica: veinte años justos, “que veinte años no es nada / qué febril la mirada/errante en las sombras / te busca y te nombra”. Aquí se nos vino el bueno de Andy Younes, espigado torero, con sus modos algo amanerados de aficionado práctico aventajado, con muy poquito que decir y con apenas ganas de decirlo. Su inicio al primero, con tres pases cambiados por detrás y uno del desprecio, fue lo mejor de su actuación. El resto estuvo marcado por las mismas trazas de sus compañeros de cartel, los tres se habían comprado los chalets adosados el uno junto al otro y dado la impresión de que nadie que pase por su calle se fijará en ninguno de ellos, me temo.

Morenito de Arlés puso un excelente segundo par al tercero, Rápido, número 3. Lo más torero de la tarde.

Cuando estaban picando al segundo, se presentó en la Andanada un señor vestido con americana azul y equipado con un walkie-talkie amarillo, sin acreditación ni identificación alguna, a estorbar a un espectador que manifestaba su opinión, aludiendo a no sé qué sobre el respeto. El hombre anónimo de americana azul, esa especie de institutriz de Donsimón, demandaba respeto a los que llevan sentados en la sucia piedra la Feria entera recibiendo la afrenta diaria, por parte de la Empresa, de dar unas corridas impresentables y de tener la Plaza hecha un muladar. El mínimo respeto que se niega al aficionado que se deja sus cuartos en la taquilla, lo demanda un empleado de Donsimón porque sí y para su interés: un insignificante señor de americana azul con un walkie-talkie amarillo a quien nadie dio vela en el entierro. Podía haber sido peor. Mientras no suba Curro Vázquez, bien vamos.

¿A quién defiende la Autoridad?

La Andanada

La hora

 Auctoritas y Potestas

 Paseo

Novillero en su jardín

 La mula parda de los benhures
Sin sardina la foca no trabaja

 Las mulas orejisanas de los benhures

Miércoles, 31 de Mayo

Valle de Esteban

El psicoanálisis es un tipo de confesión sin la salvaguarda de lo confesional.
Chesteron

martes, 30 de mayo de 2017

El público

Chenel, a contratiempo


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El cosmopolitismo no tolera estorbos y en los medios taurinos (fiel reflejo de los medios políticos) hay campaña contra “el público de Madrid”.

Primero estorbaba el toro de lidia, y lo quitaron. Lo sustituyeron por un animal doméstico ante el cual mozos vestidos de rosa adoptan posturas de billar, mientras los medios (el más dañino, la TV) salmodian que lo blanco es negro y que así (de abajo arriba, pico de la muleta y hacia afuera y pierna hacia atrás) debe ser el toreo. El patetismo de semejante espectáculo no lo aguantan ni los chinos, y como en Madrid todavía hay gente que vio torear a Chenel y a Rincón (de arriba abajo, bamba de la muleta y hacia adentro y pierna hacia adelante), alguno (y no el tendido “7”, que fue un movimiento ochentero) protesta. Estorba el público, que es el que paga, y “los profesionales”, que son los que cobran, lo quieren quitar.

La corriente mental que hace que en la tauromaquia estorbe el público que protesta (talibanes) es la misma que hace que en la democracia estorbe el electorado a contracorriente (populistas).
La propaganda oficial llama tauromaquia a sentarse al sol con un “jandilla”. También llama “populismo” a la democracia, y “democracia”, al sistema proporcional con listas de partido. El populismo consiste, dicen, en “ofrecer soluciones sencillas para problemas complejos”. Así que el populismo no vendría del general francés Georges Boulanger, sino del franciscano inglés Guillermo de Occam con su famosa navaja (“no hay que multiplicar los entes sin necesidad”) y del arquitecto alemán Mies van der Rohe con su famoso “negro sobre blanco” (“less is more”, menos es más).
Lo contrario del populismo sería el marianismo, con sus soluciones complejas (llevar a los sediciosos a hablar al Parlamento) para problemas sencillos (cumplir la ley).

En los toros y la política, el cosmopolitismo exige un público de chinos comiendo pipas en la soñarra del “Nessum dorma”. Un público de mañana de domingo en el Bernabéu.

Decimosexta de Feria. Sigue el ricino antitaurino de Donsimón: hoy, la Peredada

 Memoria pipera

José Ramón Márquez

Hoy le dedicaron un minuto de silencio a Víctor Barrio (qDg) porque tal día como hoy habría cumplido años. Como empecemos con éstas no sé dónde podemos acabar, la verdad, que esto de los minutos de silencio ni sé quién los manda ni quién los propone y, ya puestos, el sábado se cumplieron años de la muerte de Maoliyo el Espartero, como recuerdan los tanguillos de Cádiz: “un veintisiete de mayo / a un caballero le oí decir / hoy se cumplen los tres años / que El Espartero murió en Madrid…” y nadie se acordó del torero de la Alfalfa sevillana más que Juan Palette, a centenares de kilómetros de Las Ventas. Ignoro a qué obedeció el recordatorio de la onomástica del segoviano. Antes de entrar a la andanada me asomé a mirar la novillada de mañana desde arriba; andando por el pasillo iban tres hombres mayores que luego entraron en la Andanada 10. El más bajito dice a los otros: “No sé quién se ha muerto, que le van a dar un minuto de silencio”.

Lo que se va muriendo, lo que se merece un minuto o sesenta minutos de silencio es la Feria del Isidro, que está siendo asesinada a manos de la más despreciable colección de ganado feo, mal presentado, sin trapío y sin fuerzas: he ahí la obra de Donsimón el Productor y de su equipo de veedores (que Dios les conserve la vista) y de los veterinarios que se conoce que los de este año son los repetidores, los que aprobaban en septiembre. Porque no es que nos demos de cabezazos con las corridas que nos han echado, con la vuelta al ruedo, por ver de salvar algún mueble, a un inválido que las palmó aculado en tablas, es que miras hacia adelante y lo que ves, espanta: Montealto, Victoriano del Río, Juampedro y Garcigrande son el Tourmalet, el Angliru que aún tenemos que subir a piñón fijo antes de poder llegar al remanso de lo que queremos ver. Hoy, como adecuado prólogo a esas cuatro tazas de ricino que nos esperan en esta semana, trajeron los “Núñez” de don José Luis Pereda, otra corrida de deplorable estética, lamentable presentación y juego, que deja en evidencia al presidente y al equipo veterinario que fueron capaces de dar el apto a esa redada con más de cien quilos de diferencia entre el tren de mercancías y la cabra.

Hoy se dio una circunstancia que no suele darse y es que el ganadero estuvo en la Plaza. Así no hubo que esperar a que su mayoral, don Miguel López, le diese la noticia de la basura que habían traído a Madrid, tras tenerlos tantos años echándolos de comer. De esta forma él mismo pudo certificar de visu que sus presuntos desvelos como ganadero no dan ningún resultado y que la opción de eliminar lo anterior es una elección que no debería ser despreciada, ni mucho menos. El primero de la tarde, Viajero, número 126, cayó desplomado tras recibir el primer simulacro de vara, volvió a besar la sacrosanta arena de miga de Las Ventas en los inicios de la faena de muleta y luego transmitió la sensación cierta de que era apenas capaz de sostenerse en pie. El segundo, Arocheno, número 146, cayó por dos veces en los lances de capa, y otra antes de entrar al penco; el picador, con esos antecedentes, apenas le señaló, por lo que pudiese pasar, pero Jarocho lo tumbó en su tercer par de banderillas. El tercero, Panadero, número 66, trajo la buena nueva a su criador: no cayó al suelo a cambio de casi no ser picado en sus dos encuentros con el aleluya guateado. El cuarto, Cilantro, número 100, cayó como sus hermanos en la primera vara, por lo que Héctor Piña decidió no picar en la segunda, por lo que pudiese pasar, que al final pasó cuando andaban trajinándole para banderillas y es que se fue… al suelo, y lo mismo en la faena de muleta. El quinto, Petanco, número 77, la cabra de la que hablábamos más arriba, directamente no fue picado y no se pegó ningún planchazo. Mejor para él. El sexto, Agrio, número 102, es el único de la tarde que recibió una vara a modo, fue la primera y se la recetó Manuel José Bernal, que es el único de los picadores que hoy se ganó el pan con el sudor de su frente. Este toro, para gloria de su criador, tampoco conoció el oprobio del piscinazo en la arena. A los comportamientos que presentaron los productos del señor Pereda, más parecidos a los hábitos del gusano de seda que a los del toro de lidia en cuanto a sus deseos de reptar, debemos unir, en esta escalera que trajo a Madrid el señor Pereda, la variedad de aspectos, que llevo hora y media dando vueltas al libro “Prototipos raciales del vacuno de lidia” para entender que acaso el quinto y el sexto eran más de tipo Villamarta, y que me perdonen el señor marqués de Villamarta y sus herederos.

En un cartel que no fue capaz de concitar la masiva afluencia del público a La Monumental, que presentaba una entrada bastante pobre, pusieron los nombres de Morenito de Aranda, Iván Fandiño y Gonzalo Caballero.

Morenito siempre me ha parecido un torero sumamente afectado en su forma de lancear. Bien es verdad que él acude de manera muy regular a la verónica, que en esto del capote es la Ley, pero huye de la naturalidad que siempre debe impregnar todo lo que se hace en la Plaza y adopta unas posturas barrocas que no hacen mejor el lance. De esta manera recibió a su primero. Bueno, abundando en lo de la afectación, diremos que antes de abrirse de capa el burgalés estuvimos apreciando su postizo, compuesto de la moña negra con un rabillo dorado. Su trasteo con Viajero comenzó de manera muy templada, sin dar el paso adelante, por supuesto. Era tal la debilidad caediza del toro que la cosa no cobra vuelo y el torero se desconcentra comenzando una serie de trapazos sin interés. El toro parecía que venía de hacer un cursillo de Prevención de Riesgos Laborales, porque no se le vio ni una sola actitud capaz de dar la idea de peligro como tampoco de echar una mano. Se ve que era toro al que había que incitarle, tal y como hacía aquél anónimo speaker de Daganzo que en los festejos de recortadores bramaba: “¡Toro, colabora!”. Con un pinchazo y un sartenazo tendido Morenito despenó a Viajero. A su segundo, Cilantro (Coriandrum sativum), lo quiso recibir a porta gayola, pero el toro después de pensárselo optó por irse de allí al paso: mejor para todos. Éste daba la impresión de haber venido a la Plaza en la ambulancia del SAMUR, no en un camión. El toro acude de largo a la muleta morenística y el de Aranda le pega con la derecha una serie ligada y templada (lo que eso gusta ya está más que comprobado) aunque de poca reunión y exposición, a ésa la sigue otra más embarullada, que al no tener temple y ligazón enfría las emociones del senado, luego otra serie más en la que el toro le engancha la muleta y acaba sentado, como Toro Sentado, y luego cuatro derechazos ligados, bien rematados y algo por afuera que son lo mejor de su actuación, que finaliza con media estocada baja echándose fuera, un aviso, un bajonazo y una puñalada trapera.

Iván Fandiño sorteó los dos más chicos de la tarde. Recibe a su primero con verónicas embarulladas de marcha atrás. Brinda la birria al ganadero, o porque es amiguete o porque se lo ha mandado su apoderado Nahún, y comienza en los medios con dos pases cambiados, un cambio de mano y uno por alto. Eso es lo que le salió. A partir de ahí ya la cosa cambia, o no cambia porque ahí tenemos lo de cada día, los redondos por las afueras, un natural que pareció que podría llegar a ser y otros con el pico de la muleta con el toro en plan circunvalación y otros derechazos que son como ver un coche en una rotonda. Fandiño se pone harto pesado y ni hace amago de querer plantear el toreo bueno; luego intenta unos cuantos naturales, uno a uno, algunos enganchados, y vuelve a dar la sensación de impotencia que le acompaña últimamente. Saca a las gentes del sopor con las clásicas bernardas y se libra de Arocheno mediante una tendida, trasera y atravesada perdiendo la muleta y un golpe de descabello. En su segundo, Petanco, se va a porta gayola y la cabra, tras saltar, sale corriendo hacia el burladero del 6. Este animal, que era el de menos peso pero el de lengua más larga del encierro, propicia otro capítulo del viaje a ninguna parte de Fandiño que, animado desde el callejón por la ciencia de su apoderado Nahún, obsequia a la cátedra una actuación salpicada de carreritas, enganchones, el moonwalk o pasitos de las muñecas de Famosa, el fueracacho y demás arquitectura efímera. Le arrea a Petanco una estocada baja con derrame y, como la cosa está de manchar, los peones esta vez no se acaban de animar a hacerle la rueda.

Mientras la cuadrilla de Gonzalo Caballero estaba a lo de las banderillas, una septuagenaria de la fila 5 descabezaba un sueñecito; luego la señora se vio despertada por una grave voz que avisaba: “¡Qué asco, ganadero!” y así pudo ver las carencias de Caballero, apenas tapadas por su valerosa actitud. Caballero deja al toro suelto al final del muletazo, no resuelve el último tercio del pase, que es donde se consigue la ligazón y por ello debe recolocarse a cada muletazo. El primer pase medio se lo da, pero no hay continuidad, una y otra vez. Por eso la faena es deslavazada y carece de unidad -y de sentido-. Cita a matar en una estocada aguantando, clavando arriba de gran efectividad. Buena estocada. El sexto fue banderilleado toreramente por Miguel Martín. El trasteo de Caballero adoleció de los mismos defectos que el del tercero: no deja al toro colocado y tiene que ir a buscarle, él va improvisando y se le ve casi siempre cogido, tampoco se da cuenta de la distancia que el toro le demanda y ahoga la embestida, por lo que el toro protesta con cabezazos. En realidad no hay faena, otra vez, y Caballero presenta de manera sincera lo que realmente atesora que es su valor. Lo mata de estocada arriba quedándose en la cara y soltando la muleta y descabello.

Padrenuestro de la nada

Martes, 30 de Mayo


La utilización que hacen de la ciencia es parecida a la que practican los personajes de ciertas historias de aventuras en los que el hombre blanco aterroriza a las salvajes al predecir un eclipse.
Chesterton

lunes, 29 de mayo de 2017

Fecha propicia. 1-2 en Linarejos y 4-2 en El Arcángel

 Listos para empezar a volar

La preocupación del gran Piné hace un mes en la sede del Burgos


Francisco Javier Gómez Izquierdo

      La Liga del Fútbol Profesional no sabía que el 28 de mayo era día propicio para Córdoba y Burgos cuando puso el partido más importante de cada uno de ellos en la tarde del último domingo del mes florido. La derrota del Burgos en Linarejos hubiera supuesto el descenso a Tercera División (me santiguo ante tan gran peligro superado) mientras que la no victoria del Córdoba ante el Oviedo un sobresalto casi mortal. Un sobresalto como el del Alcorcón, sin ir más lejos.
      
El Burgos suele doblegarse ante las autoridades del “furbo” que lo defenestra sin compasión, para escarmiento ajeno y sin margen de poner remedio “gracias”, todo sea dicho, a nefastos presidentes como el difunto tintorero Vadillo o el ínclito y dicen que chatarrero Martínez Laredo. De los asuntos deportivos y económicos de mi equipo de siempre no estoy muy al tanto. La lejanía y no quedar ya nadie de mis amigos, ni siquiera el Gaitu, pendientes de las batallitas de El Plantío, han reducido mi interés a ver el resultado en el Marca del lunes y a mis buenos deseos de siempre hacia el equipo. La amenaza del descenso y unos ratos con Piné, ese inconfundible y querido gamonalino jubilado y valiente que llora como un niño con nuestro equipo, me ha tenido sobresaltado hasta que a las seis y media de ayer tarde me dijo mi chico que el Burgos marcaba el 0-1. De camino al Arcángel empató el Linares, pero el empate nos dejaba en 2ªB. Al poco, gol del Burgos y final. Desciende el Linares. “Empezamos bien”, me dije y como que me relajé.
      
El delantero centro del Córdoba, mi equipo de ahora, Piovaccari, de nombre e italiano de nación, completó los buenos augurios marcando un gol a Juan Carlos, que en vez de un lateral izquierdo (Christián Fernández, veterano racinguista de épocas de Primera) descubrió un Rey Mago para la hinchada enemiga, antes de sentarnos, y un segundo a los diez minutos. El doble que en toda la temporada. Javi Lara, la calidad del Córdoba, se puso a tocar el piano con la pelota entonando una marcha desconocida en este 17. Su tocayo Javi Galán la bailó con la colaboración que agradecemos de corazón del lateral Johannessen, que a pesar de lo sueco del nombre es nacido en Oviedo capital.  Total, que en el descanso 3-0.

      El entrenador Fernando Hierro se quejó al final del partido con razón de la falta de carácter de sus futbolistas. Los vi contemplativos, que no sé si es calificación adecuada, pero casa con la sospecha y el runrún de un ovetense amigo que acusa a la plantilla azulona de no querer ascender... por temor a quedarse sin trabajo en la capital del Principado. Eso dice el amigo. No creo que sea cierto, pero a veces las personas se buscan las habichuelas de modos incompresibles.
      
En honor del Real Oviedo es justo señalar que se encontraron con Kieszeck, nuestro portero polaco, ya seguro que el mejor de la categoría. Paró un penalty en el primer tiempo a Toché. Sacó con el pie y en escorzo balonmanístico un balón rebotado con muy malas intenciones. Al alto capitán Erice le sacó un cabezazo mortal y a Saúl Berjón –-¿por qué no es titular el que fuera pareja de Javi Lara en Éibar?- le birló otro gol cantado . Nando, el valenciano que fuera nuestro, estrelló en el larguero un balón de gol al que todos vimos dentro cuando salió del empeine. Y por último Susaeta, guadianesco, sí, pero temible cada vez que salga una falta. Ayer le venía todo de cara al Córdoba y Javi Lara acertó en un libre directo con rebote en la barrera para poner el 4-0. Saúl y de penaty el Linares menos fiero que recuerdo colaron los dos goles del Oviedo. Si bien inútiles, no por ello dejan de ser honrosos.
     Bien. Buen día el 28 de mayo. Nos falta un punto. Es posible que hasta nos sobre, pero el Rayo-Córdoba huele a equis.

Amores y odios

Montal y Bernabéu

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Luchar por lo que se odia también es cosa de mérito.

    Rummenigge odia al Madrid por el arbitraje de cuartos de final y su forma de luchar contra eso será no ver la final de Cardiff. Como el Barça.

    El Barça no va de club de fútbol, sino de escuela de valores, y su mayor valor consiste en luchar por lo que odia. Por ejemplo, y en palabras del defensa central Gerardo Piqué, por “la Copa de vuestro Rey” (a quien los culés pitan), trofeo que otros llaman Copa de España (a la que esos mismos culés insultan).

    Oficialmente, también odiaban al Generalísimo, aunque luego les arregló el papeleo del Campo Nuevo y lo condecoraban cada vez que él se dejaba.

    –Un día coincidimos en el aeropuerto de Londres ellos y nosotros. ¡Ya sabe usted cómo son! Su presidente, Montal, se compró un perro, y lo llevaba en brazos. En la aduana no se lo dejaban pasar, pues debía pagar derechos. Montal preguntó cómo se podía arreglar el asunto, pues el chucho había costado lo suyo. El aduanero dijo que se pagaba por los animales vivos, pero no por los disecados. Montal llamó al utillero para que disecara al perro, porque, si no, le iba a costar una fortuna.
   
 Éste es el chascarrillo que Bernabéu contó en una ocasión al Generalísimo, también condecorado por Montal, y por cuyas Copas los culés pelearon toda la vida, claro que por odio, como leones, ganando un montón de ellas, aunque no sé qué nombre tendrán ahora en el Museo.
    
Del Generalísimo, del Rey o de España, la Copa, en fin, es el Trofeo Emblemático del Barcelona, que luego le ha servido para salir al extranjero a disputar la Copa de Ferias, más tarde Recopa, título que la propaganda del sistema ponía por encima de la Copa de Europa, una competición que entonces estaba reservada para los campeones de Liga.
    
Si los culés lucharan por lo que aman, podrían estar en Cardiff con la Juve, pero como prefieren luchar por lo que odian estuvieron con el Alavés en el Calderón pitando el himno. Vivimos en plena cultura socialdemócrata y, así como en Europa se rebaja la importancia de la pólvora y el islam, en España se rebaja la importancia de los pitos y el himno.

    Los culés creen odiar el himno y a la primera nota silban como a la primera campanada el perro de Pávlov salivaba. El odio (“ese gran embustero”, decía Santayana, el mayor filósofo español, razón por la cual Ortega jamás lo mencionó) fue la mostaza para darle algún sabor a una final con el Alavés, con Messi en figura, pues Messi sólo hay uno y juega en el Barcelona, ucase que todavía no se ha podido aplicar para explicar un Mundial con Argentina.

    –Messi sólo hay uno y juega con Argentina.
    
Gracias, por cierto, a la cultura socialdemócrata, Messi parece haber ganado seguidores en España desde su condena por fraude fiscal, así que no sabemos qué pasaría si al final se torciera lo de Cristiano con el fisco, que ya vemos a los rapsodas de guardia recurriendo al humor para ponderar ese carácter competitivo del astro portugués que lo habría llevado a intentar superar al astro argentino en todos los terrenos, incluido el del amor al dinero. A todo esto, y en atención a la raigambre popular del fútbol, ¿por qué no permiten a estos tipos liquidar sus deudas tributarias con goles al modo como otros artistas de renombre las liquidan con “obra”?

Pávlov

EL EDIPO DE MOURINHO

    Con un guiño a los poetas del gol (“Hay muchos poetas en el fútbol, pero no ganan títulos”) Mourinho ha ganado una Uefa que mete al United en Champions, y lo ha hecho con Fellaini, que no es ni Messi ni Cristiano. El secreto de Fellaini es la fe de Mourinho, por quien, según dice, se dejaría romper un pie, si se lo pidiera, y no importa si el derecho o el izquierdo, pues, para el fútbol, ambos parecen igual de humildes. ¡Un pie de Fellaini en la mesa del verdugo! Ese pie valdría más que el “Pie Vicente del Bosque” (“Humo heidelbergensis”) que Arsuaga, el Vendedor de Humo de Atapuerca, expone en el Museo del Mono de Burgos. El Edipo (“aquél que conoce la respuesta del enigma de los pies”) de Mourinho es, pues, Fellaini, cuando la millonada se pagó por Pogba. ¿Qué sería de Pogba con la fe de Fellaini?

Lunes, 29 de Mayo

Valle de Esteban

Siempre existe la clase de individuo que no logra ver otra cosa que no sea la manchita en la moqueta, de modo que incluso no logra ver la moqueta.
Chesterton

domingo, 28 de mayo de 2017

Rebuznos que no cesan

Abel Gómez, de naranja, en el ascenso del Córdoba


Francisco Javier Gómez Izquierdo

        Quizás sea un síntoma de vejez, pero confieso que hay cosas del fútbol moderno que no casan con mis principios y cosas mías, la verdad, que se escapan a la comprensión de la barbada juventud que me acompaña en la mina. El interés futbolístico de un servidor  no estaba ayer sábado 27 de mayo  en el Calderón, con lo copero que cree ser uno. Imagino que la despreocupación se debe al psicopático reduccionismo  del fútbol nacional  al bien y al mal. Al  Madrid y al Barça ó el Barça y el Madrid, ustedes sabrán.

      Recién llegado a Córdoba -este año no he pisado la Feria- estuve toda la tarde pendiente de la agonía del Mirandés, que, como era de esperar, acabó ahogado en las aguas de Almería y... el Lorca. Sí, del Lorca. El equipo al que entrenó y ascendió a Segunda Unay Émery (campeón de Copa de Francia ayer también) mientras era centrocampista. Y es que al Lorca, hoy club más chino que murciano, llegó esta temporada Abel Gómez, esa sensacional persona que además es futbolista y al que elogié en su día en este blog pensando que iba a dejar el fútbol. Abel Gómez ha sido garantía de éxito para clubes con aspiraciones. Murcia, Xerez, Granada y Córdoba ascendieron a Primera División con él en sus filas. De Córdoba se fue ¿por qué? al Cádiz de 2ªB y lo dejó en 2ª y al Cádiz se lo pidió el propietario chino del Lorca para situar su club en la división de plata, situación futbolística que a las autoridades murcianas ha de hacer reflexionar, emperradas en glorificar al Real Murcia y en ignorar a la UCAM, ¡qué milagro de equipo! y a este Lorca simpático dirigido por el gran David Vidal, el gallego que vive en Cádiz porque supo encontrar lo bueno que tiene la vida y al que deseo no le salga otro Canal más en el colodrillo riéndose de su profesionalidad.
     
¡Cuánto me alegré ayer por Abel Gómez y David Vidal, poco antes de la última Copa del Calderón! Calderón que me descolocó al verlo con tanto asiento sin ocupar y con tanto asno rebuznador. Está claro que falta educación y mucho más claro aún que no hay remedio a tanta dejadez ministerial. Cruyff, padre espiritual del barcelonismo, lo dejó dicho: “Aquél que pita un himno tiene tara”, por lo que mantengo una apreciación que pueden ustedes considerar de revolucionaria. Hoy, en España, en el único lugar que se enseña a respetar es en la cárcel. En todas las prisiones hay varios módulos que se llaman así: de respeto, y a los que el periodismo no quiere que entren los reos que llevan corbata en libertad. Me pregunto porque los quieren en los, escasos ya, módulos de los yonquis indigentes y refractarios a todo tipo de tratamiento.  El odio irracional, supongo.

     En los módulos de respeto se guarda cola en silencio para entrar en el comedor vestidos correctamente: sin chanclas, camisetas de tirantes o bañadores. No se permite ni el democrático ¿? chándal en el refectorio. Se come en silencio y se  dan los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches al compañero de departamento y al funcionario que los cuenta. No se puede vocear. Todo hay que pedirlo por favor y hacer las tareas con aplicación. El recluso acepta las reprimendas y los negativos, una especie de tarjeta amarilla que al acumular nueve en un trimestre significa la expulsión de los módulos, con responsabilidad y con el propósito de mejorar actitudes y aptitudes. Es decir, todo lo contrario a la afición del Barcelona, experta en odiar por odiar unos símbolos que tendrían que caer sobre sus cabezas para que conocieran un mínimo de lo que significa eso que llaman el “imperio de la Ley” y que veo que nadie sabe lo que quiere decir.
       
La final de Copa fue un partido corriente. Sin emoción pero con Messi. Ante un Messi pitoso  no hay Alavés que valga y eso lo saben los amigos vitorianos, que mucho más educados que los barceloneses, aceptaron la derrota con la deportividad de la que carece la afición del equipo ganador. 
     
Mi fin de semana futbolístico llega esta tarde. Son las 11 de la mañana y dudo entre ir a Linares a ver la salvación del Burgos o al Arcángel. Creo que me quedo en Córdoba, pero mi corazón está en Linarejos. Uno ya tiene edad y después de esta noche en la mina y con una cuadrilla trasnochadora que regresa del último sábado de Feria, cantando bajo mi ventana, lo juicioso es optar por un día sin coche.  ¡Ufff que panorama!

Ocho caballos llevaba el coche del Espartero

 Manuel Garcia (El Espartero)

Jean Palette-Cazajus

“Plaza de Toros de de Madrid - Función del 27 de mayo de 1894... durante la lidia del primer toro, ha sido conducido a esta enfermería el diestro Manuel García “Espartero” en estado de profundo colapso. Reconocido detenidamente, resultó presentar una herida penetrante en la región epigástrica, con hernia visceral; una contusión en la región esternal y clavicular izquierda. Prestados los auxilios de la ciencia para el caso más alarmante que era el colapso y reconocidos como ineficaces, se le administraron los últimos Sacramentos, falleciendo el herido a las cinco y cinco minutos de la tarde y a los veinte minutos de su ingreso en la enfermería”.

Tal día como ayer, en Madrid, hace 133 años, el miureño Perdigón segaba la vida de Manuel García Cuesta el Espartero. Nacido en 1865 en la sevillanísima plaza de la Alfalfa, tomó la alternativa en 1885 de manos de Antonio Carmona ·El Gordito”. Fue el prototipo del torero nacido para morir trágicamente e inspirar coplas populares. Él dijo aquello de “más cornás da el hambre”. Dicen que el dinero se le iba en ayudar a “su gente”. En otro alarde coplero se casó con doña Celsa de Fonfrede viuda del ganadero Concha y Sierra que terminó, pues, doblemente viuda, excitando de paso la imaginación coplera y la mala leche popular. Doña Celsa es abuela y bisabuela de la sevillana dinastía de los Pareja Obregón.

 La plaza de la Alfalfa, Sevilla, hacia 1885

Parece que fue en vida un fenómeno mediático “avant la lettre”. Su popularidad excedía en mucho su cualidades de torero. Cuando murió, los cocheros de Sevilla transportaron gratuitamente la muchedumbre que quería acudir al cementerio de San Fernando. Podemos considerarlo como uno de los pioneros del posterior “tremendismo”. Su torpeza en el ruedo le valió incontables cornadas. Dicen que el fue el inventor del famoso “cartucho de pescao” que medio siglo más tarde popularizaría Pepe Luis Vázquez. Dicen también que fue de los primeros en atreverse a pisar el terreno del toro, en meterse en aquellos terrenos en que “si no te quitabas tú, te quitaba el toro”. Como no tenía categoría para ser un revolucionario del toreo, como faltaban unos años para que amaneciera un Belmonte, el toro de entonces, no precisamente el de ahora, lo quitó.

Su increible popularidad, semejante a la del casi contemporáneo Antonio Reverte (1870-1903), parece acreditar la idea de que la leyenda histórica de los toreros nada tuvo que ver nunca con su intrínseca calidad. Lo mismo cabría decir de la propia popularidad de la fiesta de toros. Podríamos afirmar sin mucho riego de equivocarnos que el aura y la leyenda que rodearon los toros durante siglo y medio fueron cimentadas por gente que no acudían a las plazas. Entre las más de 20 000 personas que acudieron al entierro del Espartero, dicen que hubo gran mayoría de mujeres. El gran Díaz Cañabate, nacido en 1897, 3 años después de la muerte del torero de la Alfalfa, recordaba que, todavía en su juventud, las mujeres no iban a la plaza. Las únicas féminas presentes eran las meretrices y las queridas oficiales. Las mujeres “decentes” empezaron a acudir en los años 30, al amparo de los cambios sociales y de la introducción del peto.

Me obsesiona desde hace tiempo tal cuestión. Si sólo hubiese dependido de nosotros, los aficionados serios, o que presumen de serlo, el aura  y el mito de la tauromaquia se habrían quedado en la asepsia de un quirófano. Somos agrios, resentidos, cáusticos, virulentos, crepusculares. El día que procedan a la detención de los culpables de asesinar el espectáculo que tanto pretendemos amar, nos detendrán también a nosotros por complicidad y cooperación necesaria.

 De Izda a dcha: Fernando Gómez García "El Gallo",
 El Espartero y Francisco Arjona Reyes "Currito"

De propina, los versos de Fernando Villalón, que tenía 13 años cuando presenció, muy impresionado,  el entierro del Espartero. Luego el enlace a un concurso de Canal Sur. Y  Las bonitas sevillanas del Espartero, las cantan, creo yo que con desparpajo, gracia y mucho rajo popular,  tres chicas bastante auténticas ellas. Adjunto las letras por orden de interpretación. El problema es que el iletrismo generacional las lleva a veces a cantar cada una lo que le sale del moño. Para comparar con su versión de la copla 3, un poco tontorrona, adjunto, como 3 bis, la copla original más fiel a la realidad histórica. En cuanto a las coplas que yo numero como 4 y 4 bis, el trío hace con ellas un popurrí literariamente indigesto.

Giralda, madre de artistas,
molde de fundir toreros,
dile al giraldillo tuyo
que se vista un traje negro
.

Malhaya sea Perdigón,
el torillo traicionero
.

Negras gualdrapas llevaban
los ochos caballos negros;
negros son sus atalajes
y negros son sus plumeros.
De negro los mayorales
y en la fusta un lazo negro.

Mocitas las de la Alfalfa;
mocitos los pintureros;
negros pañuelos de talle
y una cinta en el sombrero.
Dos viudas con claveles
negros, en el negro pelo.

Negra faja y corbatín
negro, con un lazo negro,
sobre el oro de la manga,
la chupa de los toreros.

Ocho caballos llevaba
el coche del Espartero.

SEVILLANAS DEL ESPARTERO

1.Al hijo del Espartero,
lo quieren meter a fraile
Y las cuadrillas le dicen
Torero como tu padre.

ESTRIBILLO:
Arsa la guasa, que te
Metiste en la cocina, que te
Llenas de telarañas, que te
Llenaste los calzones,
Que la cecina era de caña.

2. Los toritos de Miura
No le tienen miedo a nada
Porque ha muerto el Espartero
El mejor que los mataba.

3.Las viudas de Sevilla
Menester que se compongan
Porque ha muerto el Espartero
Para que las quiera El Bomba.

(3 bis. La viuda de Concha y Sierra
menesté es que se componga.
Porque se ha muerto el Espartero
Y la pretende el Bomba.)

4.La Maestranza ha puesto
Luto en sus balcones
Y las banderas a media asta
Y mandó poné crespones
En los chiqueros de la plaza

4. bis. Vaya una pena
Se ha muerto el rey de los toreros
De luto está Sevilla entera
Y se han teñío los pañuelos,
De negro toas las cigarreras.

5.Ricardo Torres Bombita
Se ha enamorao de la Goya.
Y la Goya no lo quiere
Porque le tiró cebollas.


Celsa Agniel de Fonfrede

Decimoquinta de Feria. Circo de espadas y benhures más oreja de Cano Seijo de la que algún día tendrá que rendir cuentas al Creador

Al mohadilla para el toreo moderno

José Ramón Márquez

Aún bajo estado de shock severo tras la vuelta al ruedo unipersonal, porque sólo la pidió el Presidente, que le dieron al Hebrea el día de ayer y ya estamos subiendo otro día más por las escaleras hasta la atalaya desde la que día a día vamos certificando el hundimiento de la exigencia de Madrid, de esta primera Plaza de Toros de pueblo del mundo, devenida hoy, particularmente al final de la tarde, en sucursal del Circo de Price.

Con una entrada paupérrima, que se ve que el aficionado de campanillas prefirió irse a la Feria del Libro mejor que a la Feria de Simón, los tendidos se poblaron por un público festivo más interesado en los gin & tonic que les ponen en vasos de usar y tirar que en lo que va ocurriendo en el ruedo. Las toneladas de pipas de girasol, cuya ingestión masiva queda avalada por las montañas de cáscaras que permanecen en las gradas como testigo, acrecientan el aire pueblerino de Madrid,  y de pronto la Plaza de Las Ventas es como la Plaza de Morata, pero con menos gracia. Parte de culpa en esto tiene sin duda el empresario Donsimón, que está trayendo a Madrid corridas absolutamente deleznables, por mucho que los de a tanto el folio se empeñen en cantar al memo de Hebrea como si fuese Belador, porque en Madrid desde que empezó el ciclo del Isidro la exigencia ganadera está por los suelos, en lo metafórico y en lo real, que hay que ver la de años que hace que no se veían caer tantos toros como este año. Allá penas con los veedores, que es como para ponerles un quiosco de la ONCE, y allá penas con esta insana reiteración del ganado bodeguero, tan blando y sinsorgo como el de hoy. El de hoy era de Toros de El Torero, que su dueña se llama doña Lola Domecq Sáinz de Rozas, su empresa Agropecuaria Camporreal S.L., como las aceitunas, y el encaste ya te lo he dicho. Por si alguien no lo sabe, la página 7 del programa oficial recuerda que “en cuanto al comportamiento este encaste conserva la cualidad de ir a más”, palabras del anónimo redactor del programa que, tarde tras tarde, como la gota que horada la piedra,  son machaconamente puestas en evidencia por la manera en que la inmensa mayoría del ganado que se lidia se empeña en ir a menos o directamente a ni ir.

El cartel de este bochornoso sábado se completó en la parte bípeda con Joselito Adame, Francisco José Espada, que venía a confirmar, y Ginés Marín, triunfador de la Feria hasta el momento por trofeos obtenidos.

El primero de los que “conservan la condición de ir a más” era Jilguero, número 18, que entró dos veces al relance al caballo donde apenas se le picó y recibió de Espada un quite por perfectas culerinas, rematado con una revolera perdiendo el capote, la herramienta como aquél que dice. Le banderillean sin voluntad ni acierto y con tres palos en el bicho, uno por pasada. Pirri se pone a hacer como que no se entera en el callejón de qué pasa, para dar lugar a que el Presidente, señor Cano Seijo, cambie el tercio, como así hace. Trucos, iguales que las artimañas de los benhures de la mula. Y hablando de trucos, ahí está el fuenlabreño con el catálogo de triquiñuelas modernas para aumentar la ceremonia de la confusión de cada tarde y volver a poner el pegar pases como contraposición al toreo. Comienza su labor con cinco del Celeste Imperio y uno por detrás para continuar con lo de siempre, toreo en redondo citando con el pico y llevando al toro con el pico hasta bien allá, sin que el animal se aproxime  al toreo ni en sueños. Toreo paralelo o por las afueras, toreo de suerte descargada que repite en su tanda segunda de redondos, pero con el toro corriendo algo menos, que ahí ya se queda algo parado. Luego, un cambio de manos y paseos, muchos paseos, mucha introspección y ¿cómo podrían faltar las inexcusables  bernardinas? Luego, un aviso y después un pinchazo quedándose en la cara y a continuación una estocada desprendida y trasera en la que se vuelve a quedar en la cara, resultando cogido.

El segundo, Verbenero, número 5, toro chico y escurrido, se cae en el quite, que este  tampoco era un Sansón. Adame ofrece en la lidia de este Verbenero un catálogo actualizado de vulgaridad, ventajas y falta de ideas. Por un momento parece que pone la muleta algo más planchada, que no quiere citar con el pico, pero eso es sólo una mera impresión porque en seguida el muletón que porta el mejicano vuelve a su ortodoxa manera de citar en forma de uve. Fatal Adame en este primero al que derriba de un pinchazo sin soltar y un bajonazo. Al arrastrar a este segundo se forma un tremendo bochinche con las mulas de los benhures, que salen corriendo entre asustadas e ingobernadas. Se ve que los benhures están a lo de las propinas que les atizan por su lentitud en ir a recoger al toro y descuidan el entrenamiento propio y de sus bestias.

El tercero, primero para Ginés Marín, se llamaba Pargo, aunque su aspecto era más de sardina, y su número el  56. En su primer encuentro con el aleluya de Óscar Bernal no se le pica, luego se cae y en el segundo encuentro tampoco se le pica. Óscar se retira a contar los cuartos que ha ganado sin trabajar y se produce el tercio de banderillas del que lo más sobresaliente es la descarada manera en que nadie va a ponerse a la salida de los pares, a fin de cuentas estamos en la feria de un pueblo. El toro es listo y una vez que se ha enterado de que por allí anda Ginés Marín, en vez de hacer caso al programa en lo de “la cualidad de ir a más”; acaso a cuenta de su debilidad, se dedica a lanzar un incómodo tornillazo y a puntearle la muleta, que yo creo que no ha sacado un solo “pase” sin enganchar. Eso dura hasta que, exhausto, Pargo se desploma y cae sin fuerzas. Este toro, que tenía cosas como para poner a cavilar a un torero,  le sirve a Ginés para tapar un poco su falta de oficio y de mando. Con un pinchazo y otro pinchazo hondo se dispone a descabellar sin haber dejado una estocada antes, cosa que hace por cinco veces perdiendo la muleta en dos de ellas.

Cuando sale el señor vestido de domador del circo que porta el cartelón donde se anuncian los toros, éste nos informa de que va a salir el quinto, Omaní, número 6. Luego no sale ése, sino que sale el que le correspondía salir, Oropéndolo, número 42. Ahí tenemos de nuevo a Adame recibiendo a Oropéndolo con sus mejicanadas capoteras, perdiendo la herramienta en el remate de la fantasía. Se pica poco y trabajan la mar de bien los peones, Miguel Martín y Fernando Sánchez. Comienza el mayor de los Adame su toreo con los consabidos derechazos trazados y guiados desde el pico de la muleta, bien por afuera, rematados con el obligado. Otra serie de igual factura sirve para continuar con las mismas trazas su labor, luego agarra el trapo con la izquierda para seguir echando bien afuera al animal que, desfondado de tanto ir y venir, cae. No hay ni que decir que las veces que consigue ligar dos o tres muletazos templados de la forma descrita el público ruge, que hay que ver lo que gusta el ligue y el temple. Luego se propone dar unos cuantos naturales de uno en uno, harto vulgares, antes de volver de nuevo a la derecha, que esto ya es como el que mira a un tío currando en abrir una zanja a pico. Luego un pequeño entremés encimista da pie a una estocada baja saltando y luego otra igual. De nuevo los benhures de la mula vuelven a hacer el ridículo, al no ser capaces de dominar la triga de mulas al arrastrar el toro, que lo suyo es más bien lo de ir despacio al roneo de lo que caiga.

Ahora en quinto lugar se corre turno y sale Hurtador, número 1, que aprieta a Ginés Marín hacia las tablas en el 9 en los lances de saludo. Entre Fini y Ginés le dan a Hurtador dos capotazos de esos echándose hacia un lado y quitándose que dan los mozos en las capeas de los pueblos. Luego se queda Ginés a la derecha del picador, Agustín Navarro, a ver cómo le va a pagar su salario por no trabajar y luego hace en los medios el quite del “ahí-te-quedas” con el toro corriendo suelto en dirección al 2. El toro tiene sus dificultades y Ginés no da una a derechas, presentando un vademécum de enganchones y una patente falta de ideas y de oficio. Ni siquiera se le ocurre machetear al toro antes de cortar su inexistente faena en la que, como apuntó sabiamente mi amigo Andrés: “Ni tuvo la cabeza como para torearle ni tuvo los coj…  como para aguantarle”. Se libró de él con una estocada baja y tendida echándose fuera.

Y el sexto, al fin Omaní, y con él el Circo Mundial en Ventas antes de las Navidades. Comienza Adame con nueve del Celeste Imperio junto a la barrera del 8 y el toro cae en el remate por alto, precisamente. A continuación sigue su labor tan por las afueras como en los otros dos toros precedentes, sin novedad. La misma sensación de ver a un señor currando, poniendo pladur, abriendo una roza, pegando rodapié… El toro es un pesado como esos que les dices ¿Cómo estás? y te cuenta cómo está; la cosa es un latazo hasta que el animal le arrebata la muleta a Adame y él la recupera en el aire. En esa prestidigitación el público se quita la somnolencia y se pone como loco. Adame lo ve claro y se pone también como loco a presentar su perfil más bullidor y pueblerino entre el griterío del respetable. Se perfila a matar, arroja de sí la muleta y se echa sobre el toro sólo con el estoque para cobrar una estocada de efectividad total, pues el toro sale rodado a morir… y el torero también, cayendo el burel sobre las piernas del maestro, de donde le tienen que extraer los peones tirando de él. De ahí a obtener la oreja de menos valor que se ha cosechado en Madrid en los últimos veinte años no hay nada, sólo la pañolada del señor Cano Seijo, de la que tendrá que rendir cuentas al Creador cuando llegue el día.

 Antipánico a prueba de Simon

Silla de pista
Circo Price

Domingo, 28 de Mayo

Valle de Esteban

Pascal atacaba a los infames jesuitas porque decían que una joven puede casarse, en determinadas circunstancias, en contra de la voluntad de sus padres.
Chesterton

"Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos"

DOMINGO, 28 DE MAYO

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

-Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.

Mateo 28,16-20

sábado, 27 de mayo de 2017

Belloc

Hilaire Belloc

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Un general de cuatro estrellas, Jack Keane, paracaidista en Vietnam, comandante de la 101 y diseñador de “la oleada” en Iraq, viendo ayer la pose de los “feckless leaders” europeos de la Otan en Bruselas, dijo:
–No son serios. La mayoría de ellos carece de voluntad moral y nacional para defender a su propio pueblo.
Son palabras que hoy suscribiría Hilaire Belloc, profeta en 1912 del Estado del Bienestar que él llamo “Estado Servil”, es decir, la granja socialdemócrata.
El Estado Capitalista engendra una teoría colectivista que, al aplicarse, produce algo completamente distinto del colectivismo, a saber: el Estado Servil.
Chesterton, a quien Belloc llevó al catolicismo, dice que su amigo adelantó “una teoría económica tan original que muy pocos entienden aún en qué consiste”.

Belloc anuncia una sociedad de dos clases: la primera, económica y políticamente libre, en posesión de los medios de producción; la segunda, sin libertad económica ni política, pero con las necesidades vitales aseguradas (bienestar). Resuelta así la inestabilidad capitalista, los hombres aceptarán ese orden de cosas, “y daré a tal sociedad estable el nombre de Estado Servil”.

El pasado inmemorial de Europa es un pasado servil.
Belloc vio en la tendencia al Estado Servil un “retroceso a nuestro paganismo originario”, y con ello nos dirige a otro gran ensayo, “Europa y la Fe” (1919), con ideas luminosas sobre la deificación europea del Estado y la adoración al Ejecutivo.
Esto me gobierna; por lo tanto lo adoraré y haré todo lo que me diga.
Cree que “la apostasía de Gran Bretaña” (¡qué buena pista para el burdo agit-prop contra el Brexit que padecemos!) es el hecho más trascendental en mil años: la Reforma fue la reacción contra “la unidad, la disciplina y la claridad de pensamiento” de Europa,
Estos ricos cuya avaricia traicionó a Europa no tenían excusa. Hicieron todo eso como si su objetivo fuera la transformación religiosa. Pero su verdadero fin era el dinero.

Decimocuarta de Feria. Madrid, Castella famoso, con toros (¿o toras?) de Jandilla, qué merendilla, y un titista* en el Palco

Rosetón venteño

José Ramón Márquez

Hoy atravesamos, como dijo aquél cursi, el ecuador de la Feria. Llevamos catorce corridas, contando la de la Prensa, y nos quedan otras catorce. Si acaso queremos echar la vista atrás es como para quedarnos como la señora de Lot, visto el páramo tras ochenta y cuatro toros que llevamos y no sé cuántos toreros. Cómo será la cosa que el empresario Donsimón hace ya ni sé los días que no asoma por su burladero donde tiene de mandadero al rubio Curro Vázquez, aficionado práctico al jiu-jitsu y admirador de la cosa cosmopolita. El resumen de mi Feria hasta hoy es breve y conciso: la corrida de La Quinta, el toro Acobardado, número 46, de El Montecillo, sobrero en la corrida de Parladé, el espeluznante segundo par de banderillas de Ángel Otero al Carapuerco de El Pilar y la estocada de ayer mismo de Álvaro Lorenzo a su segundo. He ahí lo que nos ha impresionado, lo imborrable y, fuera de Feria, la faena de Talavante al del Conde de Mayalde. La verdad es que no es mala cosecha. Bueno, todo eso que se ha dicho y, además, el buen rato que echamos cada tarde en la Plaza, que eso ya no nos lo quita nadie tampoco.

La tarde de hoy guardaba su sorpresa: si ayer la propuesta juliana no acabó de entusiasmar al público, por lo que parece, dado que no se llegó a colgar en la taquilla el cartel que dice “No hay billetes”, para que se lo apunten bien los que dicen que Julián mueve taquillas cuando lo que de verdad él mueve es “plumillas”, y resulta que hoy  colgó dicho cartel Francisco Rivera, Paquirri II, que venía a despedirse de Las Ventas, donde lo que tiene hecho de interés fue hace tanto tiempo que ya casi nadie de los que se sientan en los tendidos se acuerda de ello. A las siete y cinco minutos salió Paquirri II con la montera calada a ponerse en procesión tras de don Carmelo Caballero y otro señor cuyo nombre ignoramos, pues el que anuncia el programa como alguacil, don Álvaro López se encuentra convaleciente y desde aquí hacemos votos por su pronta recuperación. Así pues, Paquirri II, Sebastián Castella y López Simón se pusieron tras don Carmelo y el Jinete Anónimo y atravesaron el ruedo en romería, que la cosa iba a empezar. En las jaulas de Florito estaban metidos desde por la mañana cinco toros de Jandilla, que es ganadería muy larga y con multiplicidad de productos; toros bodegueros, como es bien sabido, propiedad de don Borja Domecq, y de remiendo un primo hermano de Vegahermosa. De los seis, por no sé qué lio, que se confundieron en la ganadería tengo entendido, cuatro llevaban nombre de vaca; Chillista, número 93, el primero; Hebrea, número 94, el segundo; Investigadora, número 31, el cuarto y Hojeadora, número 69, el quinto.  Hay que decir que el ronrroneo que se percibía antes de entrar era el de dar a esta corrida como triunfadora de la Feria. Para tal fin en el palco se sentó don Gonzalo Julián de Villa Parro, dado que la Delegación del Gobierno decide que ese señor puede acoplar sus posaderas ahí.

Paquirri II, torero de dinastía larga y fecunda, sobre todo en sus orígenes, fue iniciado en el toreo por su abuelo, Antonio Ordóñez, que si por un milagro reapareciese mañana, acababa con el cuadro. Ahora emula a Lagartijo el Grande en lo de ir haciendo una temporada de despedidas, “pasar la gorra por los pueblos” en feliz hallazgo de Frascuelo, que viene estupendamente en lo económico para encarar el futuro. Hoy, en el día de su adiós revivimos la primera vez que le vimos torear, hace veinte años, en la inauguración de La Cubierta en Leganés con José Miguel Arroyo y Ponce, con toros de Domingo Hernández, y la tarde de su confirmación, con los mismos y toros de Samuel, con aquel inolvidable tercio de quites en que padrino y testigo se enzarzaron como dos gallos ante la estupefacta mirada del neófito. Antiguallas. Hoy trajo a Las Ventas la evocación de su padre en sus hechuras, en su manera de caminar, en algún gesto y, por dinastía, en los ademanes que vienen de la excelente crianza de un torero a quien la gente del toro le rodea por todas partes, desde niño, educado en el seno de una potentísima y centenaria dinastía taurina. Baste con eso para dejar reseñado a Francisco Rivera, que a estas alturas da lo mismo si dio un natural de más o se cruzó un poco menos. Su último toro en Madrid, Investigadora, fue un bicharraco cornipaso, manso y fuera de tipo, más en Margarita Salas que en Juampedro, al que Paquirri II despenó con una estocada rinconera, en justo  homenaje a su abuelo.

Castella venía como una moto. Tras sus fracasos en Sevilla y el de hace unos días en Madrid se ve que el hombre no quería dejar pasar la oportunidad de dar un golpe en la mesa reafirmando su validez para seguir en la parte alta del escalafón. Nos vamos a detener un poco en su toro, Hebrea, que es toro de hechuras acorde a su origen en el que en seguida se aprecia la calidad de su embestida y su falta de fuerzas. El animal es presto en acudir al caballo, las dos veces desde la media distancia, las dos veces recibiendo un picotazo meramente señalado. López Simón le hace su quite y lo tira al suelo por dos veces; luego el animal es alegre en banderillas, siguiendo a los peones. Si sería bien mandado que hasta cuando Viotti se lo lleva a una mano al burladero del 6 el bicho va como el que entra por la alfombra roja del Festival de Cannes. En la muleta, Hebrea es el prototipo del toro tonto tan del gusto del público de nuestros días: ni una mala acción, ni una mirada fuera de lugar, acude a los cites como vas al pescadero cuando te toca tu número, toro de una nobleza más bovina que brava, perfecto para eso que dicen de “estar a gusto con el toro”, porque cualquier condición relacionada con la fiereza o la personalidad simplemente no existía. Era este Hebrea de la misma condición que los que siguieron a Moisés camino de Canaán, siendo en este caso Castella quien hacía el papel del profeta. Y la buena nueva de este profeta no fue la de liberar al toreo de esa abrumadora uniformidad de modos y formas que lo asfixia, que el toreo de nuestros días es como esas colonias de chaletitos adosados todos tan insoportablemente iguales, sino la de aplicar las formas del toreo moderno al toro moderno. Castella se plantó a dar muletazos templados y ligados aprovechando a su favor las óptimas condiciones del toro para eso, y ya que los públicos demandan temple y ligazón, pensando que eso es el toreo, Castella a pachas con Hebrea dio todo el temple y la ligazón que su entendimiento fue capaz de dar. Comenzó con la canónica pedresina, siguió con una templada y ligada serie por las afueras, rematada con los adornos canónicos, otra menos ligada también bien despegada en la que tiene que recurrir a las carreritas de reposicionamiento y en la que hace un gran cambio de mano, otra serie por la izquierda algo torpona y trompicada, otra de redondos fueracacho, como la primera, rematada con estéticos adornos… las gentes disfrutan de lo lindo y el torero también, tanto que tira la muleta con lo que el suelo está regado por una montera boca abajo, un par de zapatilla y una muleta. Faena de muchos pases y muy poco toreo, en suma, en la que da un total de tres cambios de mano. Se queda en la cara al matar, cobra media estocada trasera y no se arriesga a fallar con el verduguillo por lo que deja junto a las tablas del 5 a Hebrea a que se muera cuando le venga en gana. Luego, la petición, los benhures de la mula dando un rodeo a 2 por hora y la oreja y, sorpresivamente, el pañuelo azul de la vuelta al ruedo al Hebrea, el señor de Villa Pardo sabrá por qué, pues esa vuelta no fue pedida por absolutamente nadie en la Plaza.

Su segundo era otro cantar. Primero salió Hojeadora, castaño, al que se protestó algo por blando. Luego, cuando ya sin protesta alguna, la afición se resignaba con el toro, después de haberlo picoteado y de tres pares de banderillas sin haberse caído, el señor de Villa Pardo le sacó el pañuelo verde, pedido por nadie en la Plaza, él sabrá por qué. Salió León, número 39, de Salvador Domecq y ahí la cosa cambió: el toro no era un leviatán, pero no regalaba las embestidas, había que torear, poderle, dar ordeno y mando y ahí anduvo Castella mostrando su cara de impotencia y de ver que, hoy como ayer, la puertecilla grande del 1+1 se difuminaba en lontananza. No le salió nada de lo que ensayó y suplió su falta de recursos con su conocida táctica del arrimón, demostró de nuevo que se entiende mejor con la derecha que con la izquierda e incluso dio un invertido. Está claro que el toro con algo de problemas no es para él.

Y López Simón con su cerro de olvidadas Puertas Grandes de Madrid, que ya las quisiera el Juli para él, sigue en su línea en su particular descenso a los infiernos. Va acompañado de una buena cuadrilla. Ángel Rivas agarró un soberbio puyazo a su segundo, Decano, número 69,  en su segunda entrada y en ese mismo toro Vicente Osuna y Arruga parearon con soltura y facilidad de buenos peones. Parece que los públicos hayan dado la espalda a López Simón y que lo que antes le era fácil ahora se le vuelve arduo. A su primero le planteó una faena basada en los mismos principios que la de Castella, a la que nadie hizo caso. En su segundo, que obligaba a tener que trabajar un poco, dio menos la cara y las gentes siguieron desentendidas de él. Da para poco más lo de Barajitas hoy en Madrid.

Al irse Paquirri II le despiden unos destemplados, agrios e innecesarios pitos, nítida expresión de ese odio social español que no tiene que ver con los toros, que está incrustado en el ADN nacional desde el Antiguo Régimen. Así somos y en los toros se nos conoce perfectamente.
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*Que practica la autogestión (hacer lo que a uno se le pone en los compañones) de Tito, el Juan Palomo del socialismo