martes, 16 de mayo de 2017

Quinta de Feria. Cada mochuelo en su olivo morantero con los bueyes de Montalvo

Alfa

José Ramón Márquez

A mí no me quita nadie que lo de quitar al redondel la pendiente que caía desde los medios hasta la barrera (la lenteja) no para de crear problemas a los que andan por el ruedo. Si echamos cuentas de cómo los toros han apretado hacia los adentros en las corridas que llevamos de Feria, si echamos cuentas de la cantidad de peones que han ganado las tablas en el último momento, podemos comprobar a las claras los negativos efectos de plegarse al absurdo capricho de Morante el Terraplenador. Total, a él qué más le da. Hoy, con una corrida nada agresiva y de inexistente casta, los peones tomaron el olivo como posesos. Pirri fue trompicado al lado del burladero del 9 por el primero, que también acosó hasta tablas a Muñoz; Siro y Arruga fueron acosados hasta el burladero por el tercero, corre, corre, que te pillo; Muñoz, acosado, toma el olivo tras banderillear al cuarto y Pirri perseguido por el quinto toro toma el olivo… Para mí que ya se pueden juntar todos ellos, más los de ayer y los de anteayer, y entre todos comprarle un traje o invitar a cenar al Morante para agradecerle la chorrada del movimiento de áridos. O a lo mejor es que el de la Puebla de los Terraplenes lo que quiere promover es que se produzcan durante la lidia lances de riesgo y de emoción, quites arriesgados en el último momento, entradas por los pelos en la seguridad del burladero o saltos de la barrera, consciente de que el espectáculo se hace, a menudo, plúmbeo para aquellos que no han sido tocados por la Gracia de Dios de disfrutar, por unas u otras causas, en cada corrida. Con la que liaron los picadores hace ahora veinticinco años porque el reglamento de Corcuera les dejaba “desprotegidos”, es raro que ninguna agrupación profesional de banderilleros haya dado aún las gracias a Morante por llevar a buen fin su innecesaria invención, de la que dijo el otro día el crítico de un periódico “serio” que esto lo demandaban, además de Morante,  muchos toreros (¿?)

Hoy, para celebrar a Isidro, Ysidorus Agricola, Patrón de mi pueblo y Santo de mi máxima devoción, la finura de Donsimón concibió la idea de traer bueyes, cinco para ser exactos, bueyes como los de don Iván de Vargas, los bueyes que el Santo llevaba a la labor en la que recibía el auxilio de los ángeles. Los ungulados vinieron de Salamanca, del rancho de Montalvo (en realidad es de Agropecuaria Trespalacios, S.L.) Su calidad para el toreo artístico venía avalado por el triunfo que uno de los pupilos montalbeños propició a Morante en la Monumental de Cantalejo hace unos tres años, homérica cima del toreo, cantada por los juglares y trovadores de tanda, punto de inflexión del toreo todo, como puede comprenderse viniendo de quien viene. Lo de Montalvo, siempre lo decimos, tiene dos partes que dicen que se llevan por separado, una que directamente viene de los Martínez de Diano, y otra que viene de Juan Pedro. Como es natural, lo de hoy de Madrid, lo mismo que lo de Cantalejo y lo de todos los sitios, fue de lo de J.P., aunque, en honor a la verdad, yo no creo que tengan nada de Martínez que no haya sido contaminado por la metástasis Domecq. Como es suyo, que hagan con ello lo que les dé la gana.
 
Los Montalvo de esta tarde de Madrid han traído la consabida blandenguería, la falta de afición a venirse arriba cuando se les ponía un hierro afilado en la espalda y la reticencia en mayor o menor medida a acudir al cite de los banderilleros, o bien a hacerlo de manera violenta en una súbita oleada. Bien es verdad que lidia, lidia, lo que se dice lidia, hubo más bien poca y orden en la misma, menos aún. Si nos fijamos en lo que más le gusta a las gentes, que es la cosa de la muleta, tampoco los Montalvo dan para aprobar, porque si el animal está desplomándose a cada paso como un soufflé que no sube, ya puede tener la embestida más bobalicona del mundo, que esa faena no hay quien la levante. Ése fue el sino del primero, Liricoso, número 4, y algo menos del segundo, Rondador, número 3, y luego estuvieron por allí Salinero, número 43, que enseñó a los espectadores de los toros que nunca hayan ido al boxeo el perfecto comportamiento del púgil que está groggy, antes de que el árbitro detenga la pelea, y Rivero, número 32, al que sólo le faltaba un cencerro piquete para acompasar sus cabezazos con la rítmica melodía de la única nota que produce el badajo. El único que se salvó de la quema ganadera fue el cuarto, Escandaloso, número 43, un negro salpicado con unas graciosas manchitas junto a la penca del rabo, que salió de manso, se empleó a modo con la cabeza abajo y empujando en la primera vara y menos en la segunda, cobrando de lo lindo de la justiciera mano de Curro Sánchez, y regaló a su matador embestidas largas y vibrantes.
 
La terna del día del Patrón estuvo compuesta por Curro Díaz, Paco Ureña y López Simón, de los que a continuación se pasa a dar cuenta.

Curro Díaz nos regaló en su primero lo que a la postre sería el resultado artístico de la tarde: una media y tres chicuelinas de un galleo. Eso es todo lo que la tarde dio de sí en cuanto a toreo del bueno. Luego, hasta completar las dos horas justas que duró la corrida de hoy hubo otras cosas, pero ya de una índole menos relacionada con el toreo. Curro Díaz tiene una innata elegancia, unas maneras que Dios le ha dado que hacen estética su planta y que serán, sin duda, un festín para los fotógrafos que siempre hacen unas instantáneas magníficas. Ésa es la primera y consabida parte buena de Díaz. La otra es que desde el año pasado se le ve menos medroso y afligido que lo que en él era norma. Ya van dos cosas positivas. Y ahí acaba todo, porque Curro Díaz no pone su impagable estética al servicio del toreo, sino de la ventaja. Y eso no es buena cosa. Hoy en Madrid lo que Curro Díaz ha mostrado de forma patente es su falta de ambición, porque no se pueden tomar tantas prevenciones con el soufflé que era Liricoso, y no darle fiesta de la buena a las condiciones tan óptimas para la muleta de Escandaloso. Y eso con la Plaza entregada, que hay que ver los que dicen que Madrid es dura, cómo se entrega esta Plaza a quien a ella le da la gana: anteayer a Morenito, hoy a Curro Díaz. Pues ni por ésas. Cite por afuera y ventajista, cite con el pico y muletazo con el pico, el toro que pasa a un metro del torero para dejarlo donde no estorbe, tirado bien lejos da igual dónde. A la muerte de su segundo se formó una fuerte división de opiniones, pues aunque no había dado ni un muletazo digno de tal nombre muchos quedaron fascinados por la finura de la figura del de Linares y en uso de su albedrío le aplaudieron, frente a los que censuramos su despilfarro.
 
Paco Ureña creo yo que es torero para otro tipo de toro, más en la línea de lo duro que de lo que se deja. Le pasó en Sevilla con aquél Victorino de la tarde del indulto en Sevilla, con el de la Feria del año pasado, con el del pasado 2 de mayo, con toros que estén ahí pidiendo el carnet, y se queda en nada frente a toros como los que hoy le tocaron en suerte. En su  primero comienza la faena con la izquierda y el toro se cayó al tercer natural. La faena la basó en torear muy despegado y ahí estuvieron toro y torero echando el rato sin acabar a decirse nada el uno al otro. Su segundo le apretó hacia tablas en el recibo de capa y parecía que le había ensartado contra la barrera, por suerte no hubo percance. El tal salinero, el groggy, iba como sonado, embistiendo como el que va a la oficina, y a la vista de las nulas condiciones del animal, Ureña ensaya el innecesario arrimón para ver de conseguir algunas palmas del público más impresionable. Le esperamos con toros.
 
Y López Simón, que lleva casi más puertas grandes de Las Ventas que César Rincón, que las hemos visto todas ellas y no recordamos nada de ellas, parece que sigue en la línea demostrada en la pasada temporada. A estas alturas no se sabe si lo peor del de Barajas es su patente falta de ideas o el hecho de las que tiene vayan al servicio del torero más ajulianado, ventajista, inane y deprimente. En su primero aburrió a las ovejas, incluida la que hacía de toro. En su segundo hasta estuvo mejor el buey que el torero, que dio una impresión como de aburrimiento o de hastío impropia de alguien que tiene toda su carrera por escribir.  Al sentir el hierro dentro este segundo toro, se puso a perseguirle y López Simón soltó la muleta y salió de naja de forma que hubiese sonrojado a cualquier torero en épocas no tan remotas. No dijo nada en su toreo y no dio la impresión de tener mucho que decir. Esas Puertas Grandes madrileñas de 1+1 las carga el diablo. Y lo de matar, que eso ya clama al cielo. A día de hoy aún no se ha visto una sola estocada digna de tal nombre. Hoy, además, Curro Díaz hizo guardia a su segundo y Ureña hizo guardia a sus dos toros.

Omega