jueves, 11 de mayo de 2017

Real Madrid - Juventud de Turín


Francisco Javier Gómez Izquierdo

 Real Madrid y Juventus de Turín dejaron sentenciada su clasificación para la final de la Copa de Europa del 2017 en sus encuentros de ida. La literatura futbolística tribuletera, proclive a la fantasía infantil y a vender peines a los calvos, intentaba entusiasmar a las huestes atléticas de Madrid y a los fieles jardineros del Principado de Mónaco enamorados con la explosión balompédica primaveral de un puñado de flores negras al que veían ramo esplendoroso al despuntar junio.
      
Simeone es un entrenador fantástico capaz de hacer parecer cereza lo que si uno se fija es sandía. Cree en lo imposible y cuando vestido de general, como ayer en el primer cuarto de hora, toca a rebato, saca lo mejor de sus hombres, pero como no puede dejar de ser entrenador, cuando pisó terreno propicio y la climatología le era favorable, se debilitó al pedir abrigo a la prudencia. Creo que si antes del partido el Cholo propuso morir en el intento no debió pisar el freno ni empezar a especular, por la sencilla razón de que ayer sólo se podía pasar a la final con 90 minutos sangrando hasta por los ojos.

      Del Madrid y de Zidane se escriben y se dicen muchas razones gratuitas, pero hay una verdad que no creo admita mayor discusión: el Real Madrid tiene la mejor plantilla del mundo. Con semejante premisa, los errores individuales de concentración, tácticos e incluso físicos pueden remediarse con la calidad de cualquiera de sus futbolistas. En la semifinal ante el Atlético, el partido-partido lo jugaron los blancos en la ida, donde todo el equipo estuvo al nivel que requieren las circunstancias. En la vuelta, al ardor guerrero atlético, lo contrarrestó Benzema con una de esos conejos que se saca de vez en cuando de la chistera para acallar más a los aficionados propios que a los contrarios que lo temen más que a un nublado. ¡¡Cómo puede haber aficionados que discutan la categoría de Benzema!!  Benzema da la sensación de apático, pero no hay partido que no deje un desmarque inteligente, un arrastre de centrales o una pared malentendida, movimientos suficientes para que Cristiano cuele un gol o cuatro. Benzema ayer tampoco marcó con lo que sigue siendo el delantero centro del Madrid con todas las oportunidades y muy pocos goles. Benzema ayer escribió en tres segundos una de esas óperas futbolísticas que otros delanteros mucho más queridos nunca soñarán. No por falta de ganas e intensidad. Simplemente por falta de talento. Ese talento que el buen aficionado nunca olvida.
     
 Al Madrid lo espera la Juventus en un encuentro que nos lleva a la Atapuerca, por  antigüedad, no por la tosquedad, del fútbol. El galán más conquistador contra la anciana aristócrata que sacó brillo a sus joyas de siempre, (Buffon, Chiellini, Bonucci) y supo retocar el vestuario con galas también antiguas pero colocadas con la gracia del modisto Allegri (Higuaín, Mandzukic, Alves..). 

Desconcertante el caso de Dani Alves, un lateral con el que el Barcelona jugaba de memoria y al que su presunta e incierta decrepitud física dejó sin sitio en un once soñado por el entrenador Luis Enrique en el que tampoco cabe al parecer, Jordi Alba, el otro lateral. La Juve me parece “escuadra” muy seria, muy aplicada en defensa y muy lista arriba. Sabedora de su menor debilidad  no va a cejar en esa presión de medio campo hacia atrás que le posibilite uno o dos robos de los que saque provecho Dybala o el proscrito Higuaín, el delantero que tan pocos amigos deja allí por donde pasa. 
     Bonito final de un espectáculo, que como se viene comprobando desde octavos, es el más bonito del mundo.