viernes, 31 de mayo de 2019

Córdoba de Feria

 Ellos

 Ellas

La noche

F.J.G.I

¿Por qué tiempo perder? La jaca torda
la que cual dices tú los campos borda
la que tanto te agrada
por su obediencia y brío 
para ti está, mi dueño enjaezada
para Curra, el overo
para mí el alazán gallardo y fiero

           (Duque de Rivas)

En la muerte de Blanco Ibarz




Dimisiones

José María Beránger y Ruiz de Apodaca


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La Normalidad en España es una mezcla política de novela picaresca y sainetón de Arniches tropezado de Paréntesis que encierran una Dimisión.
A la vista de las actas Estado/Eta, ahora mismo tampoco sabríamos decir dónde vivimos, si en el Paréntesis o en la Normalidad de la Dimisión de Rajoy.
Se dimite tan poco, que se dimite muy mal, y a los españoles nos pasa con las dimisiones lo que a las viejas de Jardiel con el viudo Leopoldo Rodrigo, que no sabían si llamarle Leo o llamarle Poldo, pues de todas maneras él era el mismo para ellas, y si escribían Poldo, leían Leo, y si escribían Leo, leían Poldo, Leopoldo.
Don Mariano, el del Genial Manejo de los Tiempos, nunca explicó por qué dimitió cuatro días tarde, con el Paréntesis que eso supuso. También Suárez se fue sin explicar a nadie (y nadie se lo exigió) quién lo obligaba a dimitir para que la Santa Transición no fuera otro Paréntesis, en lenguaje, no oneguiano, sino primorriverista.
–Es nuestro propósito constituir un breve paréntesis en la marcha constitucional de España… para que se restablezca pronto la normalidad –se dice en el Preámbulo al Decreto de nombramiento de Primo de Rivera.
Ante la Prensa, el general insiste: “Es un paréntesis de curación. Quince, veinte, treinta días”. Pero tardó en dimitir seis años, que se harían tan largos como los cuatro días de Rajoy.
En la República, Lerroux quiso hacerle “un Suárez” a Azaña (“¡Márchate, porque, si no, se sublevarán!”), gobernante, por cierto, tan humilde que el día que de veras hubo de irse, le dijo a su cuñado en el coche:

–Se acabó la República.
En el XIX, las dimisiones y los golpes de Estado se hacían a la luz: Silvela le dimitió a Cánovas con una exclusiva a Andrés Mellado, corresponsal del “Diario de la Marina” de La Habana, y Cánovas se enteró por el “New York Herald” antes del Consejo, del que ya había dimitido el ministro de Marina, Beránger, para batirse en duelo a pistola con el director de “El Resumen”.

En resumen, España.

La Dimisión

Márquez & Moore. San Isidro'19. Román se lleva el gato de los Adolfos al agua preparada para Roca Rey

Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore

¡En mi casa no se cambia ni un toro!
Y los toros van a venir como su madre los ha parido
Adolfo Martín

 España soy, agónico, violento,
huracanado amor en llama viva
con sueño de esculpir a sueño el viento

El triunfador
"He disfrutado"

José Ramón Márquez

Tercera entrega del triduo de Albaserrada. En esta ocasión el protagonismo era para los toros de Adolfo Martín y el morbo de la tarde el de ver a Roca Rey anunciado con unos toros a los que, como norma, no se enfrenta. La cosa de encontrarse reunidos en un mismo cartel los nombres de Roca Rey y Adolfo se debe al bombo, que hicieron una especie de rifa -sinceramente ya no me acuerdo de las interioridades de aquello, y a estas horas no apetece mirarlo- en la que salió la combinación que muchos hubiésemos soñado. Ante eso, lo único que se puede hacer es aplaudir la decisión de Roca de permitir que su nombre entrase en un bombo en el que le podía salir cualquier cosa, porque Roca podía haber hecho como Poderoso I de San Blas, hacerse el despechado y ponerse finolis a decir que su nombre no entraba en esa rifa, faltaría más, que él es un figurón y que de bombos nada, que bombo no y platillo sí.

El primer temor del aficionado, esa subespecie en peligro de extinción, era que a Adolfo le hubiesen vendimiado la corrida entre Ramón Valencia y José Antonio Campuzano y que hubiese preparados dos toros canijos para aliviar el trance de la figura, y eso puede decirse tajantemente que no pasó, y aunque la corrida no tuvo una presentación lo que se dice pareja y esmerada, sí que se justificó en cuanto a su presencia. La segunda mosca detrás de la oreja era ver ahí esos dos sobreros, esa espada de Damocles de Victoriano del Río y del Conde de Mayalde, por si de pronto echaban al corral un Adolfo y nos encontrábamos con el chasco de la juampedrada por la puerta falsa. Esto tampoco pasó. La tercera mosca, moscardona, era la del vestido de seguridad de Roca bajo el traje de luces, que nos hubiese gustado una barbaridad que los que le rodean hubiesen presentado un acta notarial de que ahí debajo no había nada más que la pura carne mortal. Eso tampoco pasó.

Las corridas de Albaserrada han ido de más a menos y esta tercera ha sido la de menos interés del serial en cuanto a la cosa del toro. Bien es verdad que hoy ha habido tres toros, uno para cada matador, que han presentado una cara en cierto modo más amable, más proclive al toreo, aunque en ningún caso con esa perruna actitud que tantas veces se ha censurado aquí, pues todos tuvieron su punto de dificultad. Donde la corrida no ha sacado la mejor valoración ha sido en lo relativo a la cosa del tercio de varas, pues en general la actitud más común de los seis adolfos ha sido el dejarse pegar y el no vender cara su vida frente a los del castoreño, que en general han pegado lo que les ha venido en gana con cierta tendencia a irse atrás en los lanzazos, que ellos sabrán por qué lo hacen. Creo que no es preciso detenerse más en la labor de los picadores, pues su trabajo no ha sido, desde luego, como para escribir una página del Cossío, sino más bien para tratar de olvidarlo.

Los tres que se vinieron a Madrid a por los adolfos fueron Manuel Escribano, de grana y oro con unos curiosos bordados de plumas de escribano en los brazos; Román, de buganvilla y oro y Roca Rey de berenjena y oro con corazones belmontinos en el bordado. Es evidente que, sin desdoro para los otros dos, el que llenó la Plaza de público y les alegró la tarde a los reventas fue Roca Rey.

Manuel Escribano sorteó por delante a Aviador, número 59, al que se fue a recibir a chiqueros, a darle una larga cambiada de rodillas. Antes de entrar al caballo por primera vez el tal Aviador ya había hecho un aterrizaje de emergencia en el piso de Las Ventas, luego pasa el trámite de las puyas y ahora viene lo de las banderillas, que Escribano es de los que ponen banderillas. Las pone de aquella manera, a todo trote, clavando a toro pasado y cierra el tercio con el par del violín, quebrando por los adentros y amparado por el capote salvavidas tras la barrera, cosechando aplausos totalmente inmerecidos. Su trasteo se basa en el principio de ahogar al toro, y no es la primera vez. El toro había acudido con prontitud y nobleza a los cites de banderillas y Escribano, que habría visto esas condiciones del toro, decide echarse literalmente encima de él sin querer ver que el animal demandaba un poco más de terreno entre él y el torero. Poco a poco a base de chicotazos y medios pases va Escribano construyendo su obra hecha sobre el toreo en paralelo y la mala resolución del muletazo. Digamos que el toro tenía diez o quince muletazos que son los que Escribano debería haberle dado, en vez de alargar la faena y aburrir al animal y a la afición. Mata bien por arriba. Su segundo se llamaba Español, número 78, y el programa llamaba cárdena a su capa, que no digo que no lo hubiese sido de eral, como esos niños rubitos que se empeñan en seguir siendo rubitos a los 75 años, pero la evidencia es que sus pelos tenían el mismo color negro que los del crítico don Manuel Molés, como pudo verse perfectamente cuando pasó cerca del lugar que ocupa el periodista. El toro, que era casi cornipaso, no andaba sobrado de fuerzas, por lo que recibió muy poco quebranto a costa de las puyas. De nuevo volvió Escribano a agarrar los rehiletes y a dar su particular mitin, aunque en honor a la verdad hay que decir que esta vez puso un buen par por los adentros y a favor de la querencia del toro, aunque lo que más le aplaudieron fue el tercer par, un trompicado quiebro sentado en el estribo, de nuevo con capote salvavidas en el callejón, en el que quedaron las dos banderillas en el suelo. A cambio le dieron una buena ovación y esto lo pongo para que se calibre el ambiente que había en la Plaza. Luego, tras unas pedresinas que parecen querer anticipar a lo que nos esperamos de Roca, comienza su faena basada, como tantas otras veces, en los principios de la neotauromaquia: no cruzarse, rebañar el muletazo saliendo de él a la carrerita, llevar al toro bien por fuera. Al principio le da cierto aire al toro, pero Escribano no quiere esa distancia y va proponiendo pases más próximos, sin un plan, sólo amontonándose  El toro, que no es una mona, le caza en uno de esos amontonamientos, pegándole un buen tabaco y las gentes del 6 se vuelven a increpar a los de la grada, como si ellos tuviesen alguna responsabilidad sobre la cornada.  El toro tenía unas óptimas condiciones para la muleta y, de veras, se hubiese merecido otro torero enfrente que le sacase lo que llevaba dentro con más sinceridad que las triquiñuelas que ensayó constantemente Escribano. A este lo mató Román de metisaca, pinchazo y estocada trasera.

Ahora viene la duda de si hablar de Roca o de Román, pero creo que será mejor echar por delante al peruano. El primero de los adolfos de Roca, el tercero de la tarde, Sombrerillo, número 61, no presentó una sola facilidad, sin ser una alimaña, ni mucho menos. Recibió algo de castigo en la primera vara y nada en la trasera segunda. A este toro lo había recibido con suavidad y suficiencia con el capote y eso es lo que dio a las multitudes que se habían venido a verle, porque su aseada labor con la franela tan técnica como fría no mostró ni por lo más remoto ninguna de las características que muchos venían buscando en Roca Rey. Sin querer dar el paso adelante, sin pretender transitar por los caminos de la épica, Roca hizo ir y venir o acompañó la embestida del toro Sombrerillo y no estuvo ni bien ni mal, ni mal ni bien. Lo mató de una buena estocada arriba. Su segundo fue el del número 81, Madroñito, que en seguida cantó sus óptimas condiciones. Remató en el burladero del 9, cobró sólo en la primera vara, cumplió educadamente en banderillas y llegó a la muleta con una preciosa embestida fuerte y vibrante. Ante las condiciones del toro a Roca no se le ocurre otra cosa que despachar un quintal de la más sublimada vulgaridad, de aprovechar las embestidas del toro en beneficio propio sin poner de su parte más que la consabida técnica, que la tiene y muy bien aprendida, la pata retrasada, el viaje por las afueras, la mano baja -eso sí-, y como el toro va y va y no deja de ir las buenas gentes entran en éxtasis y vitorean aquel despropósito como si fuese la más pura expresión del toreo, pero si alguno venía con el argumentario de que iba a ver a una figura de época, la cosa se quedó simplemente en que ahí abajo lo que había era una figura de esta época. La faena baja de intensidad cuando Roca se pasa la muleta a la izquierda, pues ahí no se produce la ansiada repetición de pases, y cuando vuelve a la derecha aquello no cobra el nivel del delirio del principio, salvo los vitoreados pases por alto y de pecho. Entre medias hay algunas cosas notables como un cambio de mano y, sobre todo, la capacidad de ensamblar las partes de la faena, pero el conjunto no puede ser del agrado del aficionado exigente, pues la casi completa dimensión de su propuesta está basada en la ventaja y, por qué no decirlo, en la mixtificación. Un pinchazo en algo que acaso quiso ser la suerte de recibir y una eficaz estocada rinconera pusieron fin a la vida de Madroñito y, probablemente, a la relación de Roca y Adolfo en los ruedos.

Y aquí tenemos a Román que no quiso en modo alguno resignarse al papel que en principio le correspondía en el reparto de papeles de esta tarde y quiso labrar su propia obra, así que nos vamos directamente al quinto, Mentiroso, número 36, que no dijo nada en varas y puso sus dificultades a los de plata, pero ahí estaba la decisión de Román para, desde el inicio de su labor, demostrar que iba a luchar por vencer al toro. Empieza por la derecha, haciendo humillar al toro y en seguida se ve su ansia de no ceder la posición, de dominar la pelea. Román aguanta valerosamente un inesperado parón y ahí su labor empieza a crecer en otra serie a derechas hecha a base de cuajo y honradez, aguantando y cayendo hacia adelante, muy valiente porque el toro tenía presencia y hondura y no invitaba ni mucho menos a esa porfía. El toro no respondió tan bien cuando Román lo tanteó con la mano zurda y Román, que remató su labor con ayudados por bajo enganchados, quiso asegurar su triunfo tirándose a matar con toda su alma, cobrando una estocada entera desprendida que es suficiente para tumbar a Mentiroso y poner una merecida oreja en las manos del valenciano.

***
Querer culpabilizar a unos determinados aficionados de un percance es una solemne y demagógica tontería. Decir esto es una perogrullada, pero de todos los percances que ocurran en el ruedo sólo hay dos responsables: uno de ellos es cuadrúpedo y el otro viste de oro o de plata.

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Andrew Moore

Manuel Escribano, de grana y oro con unos curiosos bordados
 de plumas de escribano en los brazos
Estocada pasada y desprendida. Aviso (silencio)

las pone de aquella manera

La cogida

El hule

Román, de buganvilla y oro
Media estocada pasada y muy atravesada y descabello (saludos)
En el de Escribano, dos pinchazos y estocada (palmas )
Gran estocada. Aviso (oreja)

una obra a base de cuajo y honradez

Roca Rey de berenjena y oro con corazones belmontinos
 en el bordado y no sabemos si leotardos de Mühlberg
(como los de Carlos V en la guerra)
Pinchazo y estocada (silencio)
Pinchazo y estocada (petición y saludos)

su propuesta está basada en la ventaja y,
 por qué no decirlo, en la mixtificación

a Roca no se le ocurre otra cosa que despachar
 un quintal de la más sublimada vulgaridad,
de aprovechar las embestidas del toro en beneficio propio
 sin poner de su parte más que la consabida técnica

y como el toro va y va y no deja de ir las buenas gentes
 entran en éxtasis y vitorean aquel despropósito como si fuese
 la más pura expresión del toreo, pero si alguno venía con
 el argumentario de que iba a ver a una figura de época, la cosa
 se quedó simplemente en que ahí abajo lo que había
 era una figura de esta época

las corridas de Albaserrada han ido de más a menos
 y esta tercera ha sido la de menos interés del serial
 en cuanto a la cosa del toro

Benlliureando

Guernica con clavel al fondo

Gorburu



Hughes
Abc

Las actas de ETA conocidas hoy (el periodista Egea en Espejo Público y Europa Press -disculpen si olvido a alguien-) revelan que alguien apodado Gorburu avisó a ETA de que Francia iba a realizar una importante operación contra su organización. Quienes han visto las actas sostienen que Gorburu era Zapatero.

Zapatero introdujo a España en un perverso razonamiento al prometer la retirada de las tropas de Irak. Después ofreció apoyar lo que saliera del Parlament en materia de Estatuto. Si se confirma esto de ETA, y Gorburu como ZP, estaríamos ante un personaje fuera de las categorías políticas normales. Estaríamos ante otra cosa.

¿Por qué esto no encabeza todas las portadas (ningún digital lo refleja ahora mismo como noticia principal), ni abre programas especiales televisivos ni mueve a indignación general? Confieso mi estupefacción. ¿Acaso no es esto lo suficientemente grave? De confirmarse, estaríamos ante un hecho insoportable (insoportable al menos para algunos) cuya mera sospecha exigiría una rueda de prensa inmediata del PSOE.

¿Va a cerrarse el consenso alrededor de este asunto? ¿Hubo continuidad en las políticas de Rajoy relacionadas con ETA? ¿No va a someterse a un juicio público eso que se llamó “proceso de paz”?

Hubo gente que advirtió de esto que ahora conocemos, gente que fue silenciada, menospreciada o tratada de radical durante estos años. Y, sin embargo, tenían razón. Mi reconocimiento y agradecimiento hacia ellos (víctimas, algunos políticos del PP vasco, algunos periodistas…). Como tenían razón los que advertían de que en Cataluña se preparaba algo que desembocó luego en la proclamación de una República.

Un gobierno admitió hablar de Navarra, otro permitió una declaración de independencia. Y todavía hay que justificar la preocupación nacional, la preocupación política por la nación, como si fuera un intolerable radicalismo o un “nacionalismo” homologable a ERC, Puigdemont, PNV o Bildu.

Jueves, 31 de Mayo

Valle de Esteban

Arbusto leñoso de hábito trepador

jueves, 30 de mayo de 2019

Perdió el equipo de Émery

Unay Emery y Pablo Villa en un Chelsea-City


Francisco Javier Gómez Izquierdo

      Es sabido que hasta el aficionado al fútbol más purista no es del todo neutral porque siempre hay algo, un  mínimo detalle si quiere usted, que lo inclina en favor de un equipo del que ni es hincha, ni de su pueblo, ni siquiera de su país.
     
En la final de la Europalí entre el Arsenal y el Chelsea, un servidor se inclinaba por el Arsenal como hubiera torcido hacia el Chelsea si Unay Émery, el detalle,  estuviera sentado en el banquillo de los, dicen, “pijos” de Londres. Me cae bien, muy bien Émery. Me ganó para su causa en un paseo por Córdoba cuando vino como jugador del Leganés tras dejar un Burgos al que la FEF y el difunto Quintano Vadillo apearon de 2ª por no constituirse en SA. El contubernio en el que algo tendría que ver el Levante, creo yo, ocurrió en 2002. Al poco, con ocasión del Córdoba-Leganés le eché cara y rondé el hotel para hacerme el encontradizo por ver si me contaba algo de aquella pretemporada inútil: “Joé, ya tenía casa en Burgos y estaba muy a gusto con Carlos Terrazas que es un tío fenomenal. Además Burgos es ideal para vivir”. En aquél Leganés jugaban futuros inquilinos de El Arcángel como Sívori, Lawal y Pablo Villa, un hombre de ley, que con el tiempo sería un símbolo del cordobesismo. Cordobesismo orgulloso de ver al penúltimo de sus héroes sentado hoy en Londres y ayer en París como segundo de Unay, en una demostración ejemplar de lo que significa la amistad y lealtad en el fútbol.  
   
No nos perdamos, que también hay amistades en el fútbol que te pueden llevar por el camino de la amargura. El personaje de la final es Hazard, el nuevo 10 del Madrid, que para acabar de convencer a D. Florentino sobre lo beneficioso de su contratación ha soltado un puñado de vistosas pinceladas en el extraño escenario que la UEFA dispuso para su mayor gloria. Estuvo inspirado Hazard. Y Giroud, un delantero centro a la francesa. De ésos que no entusiasman; que a veces te cabrean... pero de los que sabes que son buenos y capaces de regalarte maravillas visuales como el escorzo en el 1-0 que heriría de muerte a los cañoneros. Giroud abrió la lata y Hazard comió y repartió todo lo que había dentro. El Arsenal con una defensa temblona ¿por qué no jugará Mustafi? donde Maitland-Niles, el lateral derecho, no es rápido sino precipitado, un centro del campo desacertado donde quizás haya que achacar a Unay el error de encomendar a Özil el marcaje de Jorginho y si para rematar la mala tarde el dúo letal de arriba Lacazzete-Aubumeyang desaparecen del partido lo normal es caer ante un rival de, ante todo, mejor plantilla, más en forma y sobre todo mucho más inspirado. ¿Qué decir de ése Pedrito, talismán de finales? ¿Y de la menuda y pesadillesca presencia  de Kanté? Hasta Christenssen y David Luiz, a los que puede que mire mal, me gustaron. De Kepa, el portero que no quiso Zidane, decir que no tuvo trabajo y baste con esta circunstancia para no poner ningún pero al triunfo del Chelsea que ganó porque fue mejor.
     
Hoy, los de la peña echamos el día en la feria y me da que no vamos a hablar de la final de ayer ni la del sábado. El tema entre cordobesistas, además del incierto futuro del club, tiene como protagonista a Raúl Bravo, el héroe de los tatuajes llamativos que dio el pase de gol con el que ascendimos a Primera; a Íñigo López que también vistió de verdiblanco. Como Emilio Vega, director deportivo al que  han llamado a declarar en el turbio asunto de las apuestas, pasó de Córdoba a Huesca. Hasta Carlitos Caballero, capitán que fue del equipo, ha tenido que dar explicaciones.
   
 No sé. A mí las apuestas me tienen mosqueado hace tiempo y les prometo que hay errores en las áreas que me escaman. Pactar un empate para salvarse, devolver un favor entre clubes, arreglar una hecatombe a la desesperada son anomalías con las que hemos convivido y hemos aceptado con cierta conmiseración tácita. La tremenda adulteración a la que nos pueden llevar las mafias organizadas no creo que sea ni soportable ni rentable.

Cuando ya los pescadores

Calle de Lagasca

Vetos

El centrismo de toda la vida

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La causa de que a nadie escandalice el espectáculo de la subasta del poder en la lonja política (la clase política vive de su propio espectáculo) es que la propaganda llama democracia al arte de pactar, arte oligárquico por excelencia.
Donde hay pacto no hay democracia (régimen de mayoría: un hombre, un voto, y capador el que más chifle), sino corrupción, que surge de la necesidad de pactar, razón por la cual los ingleses, salvo en caso de guerra, aborrecen el pacto, por la traición al electorado (en Inglaterra sí hay principio representativo) que implica todo mestizaje ideológico. En España, en cambio, estamos a nada de tener gestores de voto como tenemos gestores de renta que nos hacen la declaración: un asesor que te diga a qué sigla votar para que de la batidora del consenso salga la sigla más parecida a la que te gusta para romper la piñata de la Operación Chamartín.
La rótula del pactismo en el Estado de Partidos es el Centro, con Rivera de viajante gubernamental, Saza en pantalón de pitillo (¿o son los leotardos de Roca Rey?), y los centristas ocupan el lugar de los abogados en el chiste de Reagan a su secretario de Justicia:
¿Sabes por qué utilizan abogados en vez de ratones en los laboratorios? Por tres motivos: porque hay muchos, porque ningún científico llega a encariñarse con ellos y porque hay cosas que los ratones se niegan a hacer.
Ahora estamos en el paripé de levantar los vetos del tactismo electorero. No hablamos del veto chic del corrupto Mirabeau, ídolo de Ortega, que prefería vivir entre otomanos bajo un sultán con derecho de veto que en Francia bajo un monarca sin veto, sino del veto batueco, el de los políticos de Isabel II que vetan al general Prim y el de los socialistas que vetan a Maura como lo hizo el energúmeno de Pablo Iglesias el 10 de julio de 1910:
–Para impedir que el señor Maura vuelva al poder, ya dije en otra parte que mis amigos estaban dispuestos al atentado personal.
Luego vendría el veto socialista al pobre Lerroux

Márquez & Moore. San Isidro'19. Victorinos de entretiempo, pero ninguno con cara de tonto



Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore

Mi padre era muy intuitivo y atrevido, un genio
Victorino Martín Jr


Reposan a su sombra el tigre, el toro


José Ramón Márquez

Después del aluvión de ayer de los de Escolar aquí estamos a la llamada de la A y la corona, a ver qué tienen estos que poner sobre la arena para mantener alto el pabellón azul y encarnado de su divisa. Decía el otro día Victorino que él se encuentra frente a una losa, que si los toros le salen buenos el mérito será de su padre (qDg), y si le salen malos las culpas serán de él. Bien visto, pero hay un nutrido grupo de aficionados que llevan cerca de veinte años apostando por que la ganadería de Victorino está poco menos que sucumbiendo al más vil de los entreguismos y pervirtiendo sus esencias en pro de la peste de la comercialidad. La cosa es que a Victorino siempre se le juzga con mucha pasión, pues hablamos de una ganadería que a nadie deja indiferente, pero siempre que nos enfrentemos a ella hay que tener muy presente que la de Victorino ha sido la seña de identidad del toro en las ferias de postín, en competencia con las más perrunas juampedradas, y que su prestigio no está cimentado en remotos pueblos de Francia, en citas semi secretas de aficionados, sino en Madrid, en Sevilla, en Valencia, en Bilbao, en Zaragoza…, en las grandes ferias y eso frente a lo otro, a lo ponzoñoso, muchas veces tomando el papel de asumir la única reivindicación del toro en ellas.

Es verdad que al principio de la tarde, impresionados aún por la rotunda ferocidad de los de Pepe Escolar, podíamos llegar a pensar que la de Victorino estaba por debajo de las expectativas aunque, bien mirada, la corrida no ha carecido de interés, ha dado lugar a emocionantes lances y ha sacado su personalidad. Alguno podrá decir que estos Victorinos de los últimos tiempos no son como aquellos que tanto nos emocionaron en nuestra juventud, aquellos con los que se las veía tiesas Ruiz Miguel, los del gañafón al tobillo, los que no perdonaban un fallo, los que con el menor error del matador aprendían las desinencias del latín en menos que se persigna un cura loco, y es verdad: echamos de menos esa incertidumbre, esa exigencia, que es lo que querríamos ver siempre en la arena, pero eso no convierte a lo de Victorino en torillos de feria y de vaivén, que los animales tienen sus cambiantes humores, su inteligencia y su interés.

Victorino embarcó en Las Tiesas con destino a Las Ventas seis piezas: a los tres cárdenos les tocó salir en las posiciones pares y a los negros entrepelados les dieron los chiqueros de los impares, mostrando mejor presencia y hechuras los de los pares. La corrida lució una presentación desigual y si algo de parecido tenían los seis es que ninguno de ellos tenía cara de tonto. La terna encargada de dar lidia y muerte a los albaserrada, en el día que se conmemoraba el centenario de la toma de antigüedad del hierro de la A y la corona, estaba compuesta primeramente por Octavio Chacón, vestido de tabaco y oro con bordado a la mejicana; en segundo lugar iba Daniel Luque, cuyo padre tuvo la amabilidad de invitarme a un café hace años, que vestía de carmelita y oro pero en honor a aquella exquisita moca diremos que iba de café con leche largo de café y oro; y en tercer lugar cerraba la terna Emilio de Justo, de catafalco y oro.

El primero, Milhijos, número 92, recibió en seguida su ración de capote de Chacón, que volvió a mostrar su clásica forma de recibir al toro cediendo terreno hacia tablas y luego abriéndose con él hacia afuera sin recibir un solo tropezón en el percal. Se abalanza con vigor el toro hacia la cabalgadura de Juan Melgar en la segunda vara y le arrea un trompazo formidable y a cambio Melgar le pega con fuerza cuando lo pilla a placer en la tercera entrada. La verdad es que entre lo que se dejó pegar y lo suelto que se salió, el toro no dejó un recuerdo imborrable de su bravura en el caballo. Luego, en la cosa de la muleta ya se sabe que Chacón baja y así pasó que daba la impresión de que Milhijos toreaba más al de los oros que este al entrepelado. El animal suelta un derrote al final de una serie de derechazos que si agarra al gaditano, lo destroza y eso hace cavilar a Chacón, que desde ahí está pensando más en irse que en rematar el muletazo. El trasteo es largo y cuando se pasa la mano a la zurda el toro se traga el primero y en el segundo ya está buscando. A todo esto la faena, que empezó en el 5 se va desplazando en dirección al 9 que es donde finalizará, no sin que antes Chacón pase bastantes fatigas, incluida una tarascada en la que Milhijos le arrebata la muleta de la mano izquierda, que el toro no admite ni media broma. Luego, una tanda basada en los pies es la única en la que netamente vence el torero y tras ella se perfila y le deja una estocada baja. El toro, herido de muerte, se va hacia los medios y cae muerto sobre la A coronada que había pintada con cal en el platillo. El segundo de Chacón fue Bolsiquero, número 59, un bonito ejemplar que aprieta en los dos encuentros con Santiago Pérez, aunque le costó arrancarse al segundo de ellos. No es franco en el segundo tercio, pues espera a los banderilleros, aunque responde bien a la brega de Trujillo y esa condición la mantiene respecto de la muleta, presentando en las dos primeras series de Chacón unas buenas condiciones y un aire algo bobalicón ante las que Chacón se dedica a perderle pasos, a quebrarse la cintura y a no parar de correr. A la vista de lo que le están haciendo, Bolsiquero cambia su perspectiva sobre la vida y comienza a desarrollar cierto sentido y a buscar al torero que se empeña en montar una larga faena a ver si suena alguna flauta, pensaría. Y en cierto modo se puede decir que la segunda parte de la faena es como si fuese otro toro porque entonces se traga los muletazos por la izquierda y aumenta el sentido por el derecho, aunque la labor de Chacón no llega a conectar con el tendido, que no hubo manera. Lo tumba de estocada baja muy eficaz.

Luque es un torero muy visto en Madrid, muchísimo. Donde otros han venido a jugarse la carrera a una carta, Luque ha dispuesto de innumerables oportunidades de explicar su verdad y, hasta donde uno recuerda, esa verdad no ha aflorado nunca salvo ciertos destellos de capote. Hoy retorna una vez más a Las Ventas a tenérselas con Mingano, número 78, por la parte cárdena, y  con Bochornoso, número 16, por la entrepelada. El mejor lote de la tarde le esperaba, pero eso ni él ni nosotros lo sabíamos cuando se abrió de capote para recibir a Mingano que, después de derrotar en tablas, fue conducido al caballo sobre el que montaba Juan de Dios que tomó literalmente aquella frase de que hasta el rabo todo es toro y echó la vara de detener hacia la parte de la riñonada tan ricamente y, en el segundo encuentro, con el toro a cierta distancia, se le notaba muchísimo que no tenía el más mínimo interés en que el toro se le echase encima a la carrera. Le volvió a picar trasero. El toro, por cierto, había doblado las manos por tres veces en los líos de idas y venidas del primer tercio. Principia Luque su labor en el 6 y recibe el calor del público que está deseoso de ver algo. Luque basa su trasteo en la mano derecha y por momentos está muy centrado con el toro, cruzadito y queriendo hacer las cosas bien, en tres series con altibajos y, por momentos, de emoción aunque el toro no presente intenciones aviesas. Luego una buena serie por la derecha y  otra de poca intensidad y, finalmente, una estocada de zambullón trasera y caída. El toro rinde su vida en las tablas del 6. Este toro representa muy bien lo que no venimos a ver cuando en un cartel se anuncia Victorino, y sin embargo, ha propiciado los mejores momentos que hemos visto a Luque en años. El otro, Bochornoso, nos volvió a la cara más común de Luque que intentó torearle por lo moderno, sin el esfuerzo (aunque sea pequeño) que hizo en su primero por no presentar su rostro más vulgar, y cuando le presentaba la muleta oblicuamente el toro decía que nones y cuando le citaba desde la tercera dimensión el toro decía que nanay; el caso es que la imagen de Luque en este segundo es la de un hombre desbordado, que en ningún momento estima que deba abandonar su senda, acaso a causa de la seriedad del toro y, desde luego, sin tener en cuenta sus condiciones. Bochornoso no se empleó en ninguna de las dos entradas al penco de El Patilla, de las cuales lo más reseñable es la manera de agarrar la vara del picador, que más parecía un jubilado pescando carpas en el lago de la Casa de Campo que un picador de toros.  La faena de Luque fue larga y plana y se remató por la intercesión de media estocada trasera y tres descabellos.


Emilio de Justo sorteó por delante a Venceguerras, herrado con el 13 negro entrepelado y con hocico de rata, que de salida anda por el suelo y luego, después de la primera vara, también, por lo que sabiamente Vicente González opta por no picar en el segundo encuentro, que a grandes males, grandes remedios. En banderillas se dedica a esperar a los banderilleros y en seguida ya está Emilio de Justo con su muleta de buen tamaño aproximándose a él, a ver qué hace con este animal que no puede ni con su alma. Venceguerras se defiende a cabezazos en los que acaso influya lo mal que le han picado, pero, sea por lo que sea, cabecea que es un primor. La verdad es que es difícil reseñar algo de Emilio de Justo en este toro salvo que tras un pinchazo en la suerte natural y otro en la suerte contraria le dejó una estocada un poco trasera en la suerte natural de poca efectividad que tuvo a Venceguerras amorcillado por el 3 hasta que luego se fue barbeando tablas hasta chiqueros y allí dobló, a los pies del Rey emérito, don Juan Carlos I. El sexto capítulo de la tarde fue Director, número 66 (a ese guarismo hay quien lo llama “las viejas”), y la cosa no pudo empezar mejor pues tras un recibimiento por verónicas, algunas enganchadas, otras cortas, ahí nos estaban esperando dos soberbias medias verónicas que pusieron literalmente la Plaza en pie. Tuvo un discretísimo paso por el negociado equino de Germán González a base de gazapeo y falta de entrega y recibió un quite eficaz y torero de Ángel Gómez que lo llevó de las faldillas del caballo a los medios con facilidad y naturalidad. Luego, llevando al toro hacia el burladero del 6, Ángel Gómez fue a caer ante la cara de Director, y ahí estuvo Luque oportunísimo echando el capote a la cara del toro. Sin probar, Emilio de Justo se planta con la muleta en la izquierda ante el toro y comienza de tirón con una torera serie de naturales y luego otra. La faena se va desarrollando como una montaña rusa, con momentos de gusto y encaje, con toreo relajado y sincero junto a otros en que el torero pierde pasos y rectifica la posición a causa de las condiciones de este Director, que, visto lo visto, era toro de dos muletazos. El resultado es que la faena no se recuerda ahora como un todo completo y ensamblado sino como una sucesión de momentos de indudable interés junto a otros más olvidables, sin formar una unidad. La verdad es que da la impresión de que la Plaza quería apoyar a Emilio de Justo, quien tras una estocada caída paseó una oreja que nadie discutió, pues debe ser valorada también en base al toro que tenía enfrente, con el que no podía darse absolutamente nada por hecho.

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Andrew Moore

La mirada Victorino

Octavio Chacón, de berenjena y oro
Estocada baja (silencio)
Estocada caída. Aviso (leves pitos)

Chacón al natural

Chacón al obligao

Daniel Luque, de carmelita y oro
Estocada rinconera. Aviso (saludos)
Media estocada y tres descabellos. Aviso (silencio)

Lique al natural

Emilio de Justo, de catafalco y oro
Dos pinchazos y estocada. Aviso (silencio)
Estocada desprendida (oreja)


De Justo con lo justo

 De Justo con la media

De Justo al natural

De Justo al ralentí

De Justo a la oreja

¡El toro, el toro, el toro moro!

Si las peinas elevan las mantillas

Jueves, 30 de Mayo


Defensa española

miércoles, 29 de mayo de 2019

Sobre la despoblación rural



Vicente Llorca

En esta primavera insólita, marcada por un viento frío que no cesa y la ausencia de lluvias, el mesón de la carretera sigue ejerciendo el papel del ágora rural. Es el único bar que queda en un pueblo que antaño hubo de ver seis diferentes en el mismo lugar –incluido el de la estación, que no cerraba en toda la noche.

Los parroquianos tienen el gesto de los que ya han visto muchas primaveras secas, y saben que han de venir muchas más.

¿Adónde vas? – me preguntaron la otra tarde cuando abandoné la mesa de la terraza, en la que estaba teniendo lugar una minuciosa tertulia sobre los antiguos tratantes de ganado y sus costumbres no escritas.

Voy a votar – repliqué.

Pues te va a dar igual. Vuelve pronto, que hemos pedido otra ronda.

El que había hablado era Isidoro, que dedica los ratos libres a la doma vaquera y tiene una rara sensibilidad para con los caballos altos de sangre. Con esas manos que tiene, que parecen morcillas sin curar…

Me pareció, así al pronto, una de las mejores definiciones sobre política contemporánea que había escuchado en tiempos. “Te va a dar igual…”

Era una sabiduría de lo concreto, pensé. Lejos de la visión de lo rural que mis amigos de Madrid me describen a veces, inmersos ellos en la apoteosis de la ideología.

A lo concreto pertenecía la escena que se había desarrollado la tarde anterior. Cuando, sentados en el comedor porque en la terraza hacía un frío invernal, el alcalde se había acercado para saludarnos.

Vendrás a votar mañana, espero.

Sí, pienso – le comenté extrañado, porque Manuel, el alcalde eterno, sabe que yo no voto a los suyos.

A los demás me da igual. Pero a mí me tienes que votar.

Sin falta, Manuel. ¿Qué ofreces? –le respondí, extasiado por una escena que me recordaba las elecciones de la época de la Dictadura de Primo de Rivera tal como nos contaba un tío abuelo, cacique de otro pueblo.

Estás invitado a lo que quieras. Hasta al vino ese tan caro que pedís tú y tus amigos. Os lo pago ya.
Déjalo para mañana, cuando volvamos de votar.

Me había encantado la escena, de nuevo. Era otro retorno de lo concreto. Lejos de las peripecias de mis amigos militantes, allá en la ciudad, que se empeñan en convertir el agua en vino. Tan lejos de Caná.

Curiosamente yo venía de una cena en Madrid en la que había coincidido con un candidato muy conocido de otra formación –que ya había salido elegido diputado en las elecciones generales anteriores. Habíamos hablado bastante, porque era una cena de amigos y el susodicho tiene la capacidad de seguir riéndose con los antiguos compañeros de colegio.

Me da igual lo que acabas de contar sobre vuestro programa para el campo –le había replicado yo, en medio de una discusión sobre el agro–. Lo único que nos interesa es un programa concreto en donde el Estado baje el precio del gas-oil y de los fertilizantes, suprima los impuestos de los ayuntamientos, suba los precios de los productos agrarios y prometa ejecutar a todos los burócratas del Ministerio y de la Junta.

Eso es más o menos lo que decimos.

No he visto por ninguna parte la promesa de ejecutar a los veterinarios de la Junta. Decís vaguedades, Mariano.

La cena había terminado sin acuerdos de ejecución y entre canciones italianas, con un vino manchego excelente. Menos da una piedra.

El antiguo paisaje del municipio incluía, como nos recordaba Alipio, el dueño del bar la otra noche, el salón de baile de Benigno, la tasca de Carrasco, el bar de Chinito –donde ponían  toros todas las tardes–, un antro oscuro cerca del silo, llamado de Favi, el comedor de Felisa y, como en todos los pueblos de entonces, la cantina de la estación, escenario de paradas nocturnas de viajantes melancólicos y de desayunos con cazalla de los insomnes del pueblo, que aún los había.

Resulta un escenario inimaginable hoy en día. Todos ellos han cerrado y sólo queda el bar de Alipio, último lugar de civilización en una comarca que ha perdido, irremisiblemente, las ganaderías bravas que ocupaban el campo, los molinos que trabajaban en el pueblo, los niños que atronaban la escuela, las familias interminables que vivían en las alquerías, los maestros solemnes y hasta al cura del pueblo, que vivía con un ama y era el último emblema de la sociedad tradicional.

En Madrid una mañana hacía tiempo yo había sido sorprendido por una manifestación muy ruidosa que había cortado el tráfico en el paseo de Recoletos y nos había impedido cruzar hasta la sala de exposiciones de Mapfre, que ofrecía una buena muestra del arte de las vanguardias soviéticas. Era una manifestación en defensa de la España vacía, decían. Nosotros veníamos de ahí, pensé. Me había parecido una muestra de inutilidad total, a despecho de las orquestas y los gritos de rigor. Contra el vacío que se adueña de los campos ofrecían buenas intenciones y proclamas de su existencia, aún. Como si uno pudiera sobrevivir afirmando que está vivo, oigan.

No hacían falta los animalistas –comentaba la otra mañana Ernesto, un ganadero, otro más, que ha tenido que vender la ganadería–. Con los impuestos municipales de los festejos taurinos ha bastado para acabar con nosotros.

Y los inspectores de la Junta –comentó el otro, Miguel, que ya ha anunciado su intención de liquidar las pocas reses que aún le quedan del encaste de Saltillo.

Y los técnicos, sí. Que el Estado los tenga en su Gloria.

Me daba lástima el esfuerzo de Miguel por mantener la ganadería de sus abuelos todos estos años contra viento y marea, en una tarea inútil.

A los cafés luego invité yo. Nadie habló de las elecciones.

Morante

Puro con Arrabal

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Manda huevos que sea un torero de los del arte, Morante de la Puebla, quien tenga que explicar la socialdemocracia a los politólogos de la sopa boba que sirve este Directorio surgido del 78, cuando España pasó, políticamente, de la miseria pardeña a la socialdemocracia alemana.

El SPD ha dejado de ser un partido de clase para transformarse en un partido de pueblo –fue la conclusión de Bad-Godesberg en el 59.

La socialdemocracia, en efecto, es el arte de hablar sin ofender a tu enemigo, y sin enemigo, no hay política, que es lo que los que mandan (“haga como yo, no se meta en política”) quieren. En nuestra Corrección Política’78, lo incorrecto es que la derecha diga lo que ofende a la izquierda o que la izquierda diga lo que halaga a la derecha, y con esto, más algún mohín del ideal jesuítico de “justicia social”, queda absuelto de franquismo todo dios, salvo Ortega Smith, a quien el Periódico de las Elites sorprendió una vez elogiando decires de José Antonio, que es como elogiar decires de Ortega y Gasset, santón de ese diario.

Como leímos en Céline, entre el pene y las matemáticas no existe nada, y, técnicamente, la socialdemocracia es el cero de la suma de liberalismo y marxismo.
La socialdemocracia es una negación total del individuo –dice Morante–. Es el “todo el mundo es bueno”.

Como torero del arte, Morante es más de meter barbilla que de sacar pierna, y, sin embargo, es el único español que uno conoce que, sólo por amistad y creencias, pone en juego todo su patrimonio en este tablero de hampones y flabelíferos que son los partidos sindicados en el Estado.

Hay quien dice que el toreo le da de comer a mucha gente. A mí eso me da igual. La cultura no entiende de negocio. Es una forma de relacionarse de los pueblos a través del toro.

Someter la selva al espíritu es la historia y el destino de la cultura. Lo contrario de la socialdemocracia, ahora en manos del mequetrefismo macroní que muele a palos a los sans-culottes del chaleco amarillo.

Márquez & Moore. San Isidro'19. La casta de los escolares devuelve la seriedad a Las Ventas, falta de maestros en la Semana Cárdena


Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore

Yo me debo a la afición, no a los periodistas
José Escolar


Se ruega no reproducir sin citar procedencia
[Salmonetes ya no nos quedan]
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Guernica con monos

José Ramón Márquez

Esta semanita viene la mar de bien preparada, que empezó suave ayer con lo de La Quinta, hoy José Escolar, mañana Victorino y pasado mañana máximo morbo, gracias al bombo, con Adolfo, Roca Rey y su panty Marie Claire.

Y no es que enaltezcamos esto porque tengamos especial manía al monoencaste, que a lo mejor algo de eso hay, sino que más bien más bien la tirria se le tiene al pelmazo que traen cada tarde, al pelma de la falta de fuerzas, del descaste, de la entrega sin concesiones a las volubilidades de quien porta la franela encarnada, de que un toro, en suma, no debería tener nunca una mirada lánguida como la de una señorita francesa a cuyo novio acaban de gasear en las trincheras de Yprés. La semana pasada se saldó de aquella manera con el triduo del luto -Parladé/Jandilla/Juan Pedro-, con más pena que gloria ganadera, y si no llega a ser por la sorpresa y las emociones que nos dio El Pilar de don Moisés Fraile con la rocosa corrida que mandó desde Salamanca, se nos habría pasado el septenario como el que se ha ido a tomar las aguas a Marienbad: todo finura, urbanidad y educada conversación. Mucha murria, en suma, que es lo que justamente esperamos que no pase en ésta. Y ni qué decir tiene que lo que a uno le gustaría sería ver a Poderoso I de San Blas ganándose el respeto de Madrid y demostrando su poderío hoy mismo con los escolares, que como decía la Blondie en el 79 «dreaming is free», aunque bien sabemos que a ése no le saca de su mascado carrilillo ni el Tribunal Constitucional.

Para celebrar la Semana Cárdena don José Escolar se trajo a Madrid desde Lanzahita, desde el Monte de Valdetiétar, a Patoso, número 43, a Capitán I, número 58 (para traernos el recuerdo imborrable del Capitán de Hernández Pla), a Combativo, número 15, a Pocapena, que hay que tener bemoles para poner este nombre a un toro, número 60, a Sevillano, número 68, y a Vistoso, número 69, todos ellos cárdenos y sin asomo de lo negrito que viene de lo ibarreño, que Escolar no echa negritos de lo ibarreño y bien que se lo agradecemos, porque no nos molan nada los negritos que vienen de lo ibarreño, la verdad sea dicha. Un corridón de toros en presentación, en intenciones, en comportamientos, en fiereza. Un corridón para enaltecer a los tres valientes que se han puesto delante, a aguantar esas miradas, esas incertidumbres, esa permanente promesa de que algo malo podía pasar, y aquí hay que hacer una mención especial además a la cuadrilla de Ángel Sánchez, la misma que ayer acompañaba a pie y a caballo a Francisco de Manuel si cambiamos a Juan Carlos Rey por Raúl Ruiz, que han estado simplemente sembrados.

Para resolver esta complicada ecuación cárdena se vistieron de oro Fernando Robleño, Gómez del Pilar y Ángel Sánchez.

Sale Patoso a escena y lo primero que hace es irse a rematar al burladero del 10, mira por dónde hay toros que aún rematan en los burladeros. Patoso es largo, en tipo y bien hecho, y de gran seriedad. Se abalanza al caballo en el que va Francisco Javier González para recibir dos varas arriba en las que no se emplea. Canta su condición altiva cuando Gómez del Pilar le quiere hacer un quite y el animal simplemente no se deja, poniendo en apuros al quitador. En banderillas el toro busca al banderillero y no da facilidades. Jesús Romero clava una en su primera pasada, Juan Cantora deja dos de sobaquillo y luego Romero deja otro par en los cueros cárdenos antes de que Robleño se lleve a Patoso a chiqueros a ver qué hace con él y cuando ve que ese no es sitio de gusto para el toro se lo lleva al 4 donde en el inicio del trasteo el tal Patoso le quita la muleta como quita la cartera un carterista de la línea 27 de la EMT;  el toro busca y gazapea y Robleño no ve qué se puede hacer con este material, por lo que tras diversas probatinas decide dar fin de él. Primero le da un pinchazo soltando la muleta y cuando César del Puerto corre para hacer la rueda Patoso le quita el capote de las manos, que al animal eso se le daba la mar de bien, luego hay una especie de estocada a un tiempo, que parece bastante improvisada, dejando un pinchazo, luego un pinchazo hondo que deja el estoque clavado en el toro como una antena de telefonía móvil, luego tres pinchazos más y finalmente Robleño se va a  por el verduguillo y a la tercera consigue tumbar a Patoso justo a los pies del burladero que ocupaba don José Escolar. Su segundo era Pocapena. Lo para de capote en el 6 y deja dos medias verónicas muy toreras, de aire defensivo y de un delicioso sabor decimonónico. El équido monoplaza va ocupado por El Legionario que le receta al toro sus dos puyazos en el mismo sitio. Pocapena cumple sin más. Luego en banderillas César del Puerto cumple clavando sus dos pares y Juan Cantora deja una de dos, que al momento se cae, por lo que la cosa queda en cero. El toro tiene cierta nobleza y se tragaba los muletazos por los dos pitones, por lo que Robleño tira de experiencia y de repertorio para presentar una típica faena que conecta bien con el tendido aunque adolezca de la grandeza que se podía haber cosechado con el toro más toreable de la corrida a cambio de un mayor compromiso, de una colocación más ajustada al canon.Visto cómo iba la tarde las gentes se ilusionan con lo que Robleño les da y cuando mata de estocada trasera y desprendida y un golpe de verduguillo, le piden la oreja. La cosa, pese al tradicional interés de los benhures de la mula por retrasar el enganche y arrastre del toro, se quedó en una justa vuelta al ruedo.

Gómez del Pilar estimó que lo apropiado para recibir al segundo Escolar era irse a porta gayola, tal cual. Después del susto, una vez en pie, brega de manera muy limpia y eficaz a Capitán I, consiguiendo fijar al animal sin que su capote haya sido tropezado por las embestidas del toro ni una sola vez. Lo pone a distancia de Pepe Aguado y su rocín y el toro acude y aprieta en la primera vara y cae a la salida, luego literalmente se quiere comer el capote y cuando lo pone de largo para la segunda, tarda en arrancarse pero al fin acude y se emplea. En banderillas asistimos al vía crucis de El Ruso, que no tuvo hoy su mejor tarde. En su primera pasada clava una y sale de la suerte perseguido por el toro, luego Pedro Cebadera pasa dejando las dos en el suelo, vuelve El Ruso a poner la que le faltaba para hacer el par, Cebadera deja otra y ya van tres y con otra más que deja El Ruso ya tenemos los dos pares en el toro y los dos pares en el suelo. En ese momento el toro es el amo de la situación y para afirmarse en ello arrebata el capote de las manos al Ruso antes de que Gómez del Pilar inicie su trasteo con la mano derecha dejando una óptima impresión por la claridad de ideas y por las ganas de no dejarse ganar la pelea. El toro miraba y no daba facilidades, por lo que los muletazos se van sucediendo de uno en uno de una manera intensa. Poco a poco el madrileño se va haciendo con la situación y dejando la óptima sensación de ser él quien está ganando la pelea. Trata de torear al natural con dos ayudados y desiste, vistas las condiciones del toro por ese pitón, luego vuelve a la derecha y remata su labor con un pinchazo echándose fuera y con media lagartijera que tumba a la res. Para no variar Gómez del Pilar se fue de nuevo a porta gayola a recibir a su segundo y, por segunda vez, una vez puesto en pie manejó con gran eficacia el capote, consintiendo al toro en su ímpetu hacia los adentros y sacándoselo luego hacia los medios sin un solo tropezón en el percal. Cuando el toro, Sevillano, arremete contra la cabalgadura de Juan Manuel Sangüesa, lo desmonta del leñazo que le mete. En la segunda entrada el toro acomete con vigor y Sangüesa le pega duro; en la tercera le cita dándole el pecho y agarra una buena vara. En banderillas espera y no da facilidades, tirándose al pecho directamente y pese a eso Iván Aguilera y Pedro Cebadera dejan sus seis rehiletes en el toro, tragando lo que no está escrito. Muy bien ambos. El capote del Ruso vuelve a serle arrebatado de las manos, que ésta no era su tarde, y Gómez del Pilar, blanco y plata, se dispone a torear la fiereza, la embestida cortada e incierta, la guasa de Sevillano presentando un argumentario de menor entidad que el de su primero, pero es que las condiciones del toro, su presencia, su pavorosa presencia eran un puerto de primera categoría especial ante el que Gómez del Pilar puso su decisión y, nuevamente, su valor. Con un pinchazo y media estocada tendida lo mandó a manos de los destazadores.

Ángel Sánchez se anunciaba hoy por primera vez con lo de Escobar.  El toro se encela con él y no hay forma de que se libre de su pegajosa presencia en sus primeros lances por lo que manda a Iván García que se haga cargo de la situación para llevar al toro hacia el penco y hacia Luis Miguel Leiro que espera allí montado para pegarle con saña en la primera vara y para buscar oro negro en el interior de Combativo en la segunda. En banderillas muy bien en su primer par Raúl Ruiz; en el segundo, mientras Iván García está bregando, se mueve Gómez del Pilar y el toro, que está a todo, se despista. Luego, Fernando Sánchez pone un buen par por el derecho saliendo perseguido hasta el burladero del 9 y, de nuevo, Raúl Ruiz cobra un gran par rematándose espléndidamente la cosa con Iván García llevándose a una mano al toro al burladero del 4 mientras la Plaza entera ovaciona a los tres peones. El pitón de este Escolar es el izquierdo y puede decirse que por el otro no hubo opción. Sobre la zurda, pues, establece su estrategia Ángel Sánchez con la que ofrece una actuación digna, dadas las dificultades del animal y lo exigente que era en cuanto a la colocación. Dura prueba ésta para un torero con tan pocas corridas, que no quiso en ningún momento dar la pelea por perdida. Lo despena de estocada desprendida. Cuando salió el sexto hacía un frío en la Plaza que pelaba, aunque no creo que Ángel Sánchez lo sintiese. Lo recibe con unas cuantas verónicas entre las que hay una por el pitón derecho que es un monumento a la verónica a la busca de su Benlliure. Luego, acaso enfadado el toro porque le hubiese robado esa verónica imposible, le arrebata el capote. Entra en el negociado de Juan José Sabariegos a empujar primeramente y a recibir un buen puyazo y luego a dejarse pegar. En banderillas, un excelente par de Iván García y otro de Fernando Sánchez y una pena que las ganas de García se quedasen con una banderilla en la mano en la tercera entrada. Ángel Sánchez, entre sus dudas y la falta de mando, no acaba de hacerse con el burel, alargando el trasteo de manera innecesaria, pero a esas horas ya importaba poco porque él había hecho lo que muchos de los llamados figuras jamás han intentado: él había bajado a los infiernos y había aguantado la mirada a Lucifer. Acabó Ángel Sánchez con el toro y con la corrida de estocada desprendida soltando la muleta y descabello.

Andrew Moore

Fernando Robleño, de verde y oro
Seis pinchazos y cuatro descabellos. Aviso (silencio)
Estocada desprendida y descabello (petición y vuelta)

 Robleño tira de experiencia y de repertorio para presentar
 una típica faena que conecta bien con el tendido

aunque adolezca de la grandeza que se podía haber cosechado
 con el toro más toreable de la corrida a cambio de
 un mayor compromiso, de una colocación más ajustada al canon

las gentes se ilusionan con lo que Robleño les da
 y cuando mata de estocada trasera y desprendida
 y un golpe de verduguillo, le piden la oreja

la cosa, pese al tradicional interés de los benhures
 de la mula por retrasar el enganche y arrastre del toro,
 se quedó en una justa vuelta con devolución de prendas

Gómez del Pilar, de blanco y plata
Pinchazo y estocada baja. Aviso (saludos)
Pinchazo, media y descabello. Aviso (saludos)

después del susto, una vez en pie, brega de manera muy limpia
 y eficaz a Capitán I

las condiciones del toro, su presencia, su pavorosa presencia,
 eran un puerto de primera categoría especial ante el que
 Gómez del Pilar puso su decisión y, nuevamente, su valor

 Ángel Sánchez, de lila y oro
Estocada desprendida (saludos tras leve petición)
Estocada desprendida y un descabello. Aviso (silencio)

Ángel Sánchez se anunciaba hoy por primera vez
 con lo de Escobar

él había hecho lo que muchos de los llamados
 figuras jamás han intentado: él había bajado a los
 infiernos y había aguantado la mirada a Lucifer

 semanita la mar de bien preparada, que empezó suave
ayer con lo de La Quinta, hoy José Escolar, mañana Victorino
 y pasado mañana máximo morbo, gracias al bombo
,con Adolfo, Roca Rey y su panty Marie Claire

 Peón de brega

 con el hirviente resoplido moja

 el ronco toro la tostada arena

 Ahí queda eso

Aún quedan patillas por la sierra

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Se ruega no reproducir sin citar procedencia
[Salmonetes ya no nos quedan]