lunes, 27 de mayo de 2019

Madrid



Hughes
Abc

  
El PP parece haber ganado las elecciones en Madrid, pero ha perdido casi 170.000 votos en el Ayuntamiento y casi 330.000 en la Comunidad. Si los sumamos, son medio millón. Ya escuchamos hablar del gran acierto de Casado, la magnífica campaña de sus candidatos y la revitalización intelectual de Madrid como laboratorio continental del liberalismo capaz de “quedarse con media City”. Este triunfalismo de corte “esperancista” (esto es el día de la Marmota) celebra que el PP gobernará en el todo Madrid, y se agarra a Casado como un líder al que le sale hasta una generación. Moreno Bonilla, Martínez Almeida y Ayuso con presupuestos detrás ya parecen otra cosa. Y con eso vale para armar un discurso, mucho más si pensamos que se viene del rajoyismo, donde hasta el mismísimo silencio y la pérdida constante de votos era celebrada como una genialidad estratégica. Si se aplaudía la Nada, ¡qué no se aplaudirá ahora! “Somos el nuevo PP”, concluyo ayer Casado quitándose del cuello la soga que le oprimía.

El PP no gana en Madrid, gana la derecha, que sale más votada en su conjunto. Lo que pierde el PP es más que compensado por Ciudadanos y por Vox. En la Comunidad, Ciudadanos sube casi 130.000 votos, se come los 30.000 que dejó UPYD y algunos más, y Vox aumenta en casi 112.000. Es decir, que la derecha va más allá de lo que pierde el PP. Al no afrontar los problemas electorales de las generales, todo suma y el PP se beneficia de una revitalización general que provocan otros partidos. Vox añade votantes a la mesa final de la derecha. De modo que es precisamente la división del voto, ya sin los rigores D’Hondt, lo que mantiene al PP en Madrid y lo que recupera las instituciones para el conservadurismo (por llamarle algo, que es mucho llamar). Suben más de 50.000 votos y si descontamos el efecto plof de UpyD engullido por Cs, aun suman las derechas casi 30.000 nuevos votantes.

Esos nuevos votantes no han acudido por la campaña del PP, por mucho que el PP haya retocado mensajes. Habrán sido drenados por C’s de algún sitio centroizquierdista (que no parece) o habrán surgido de esa extraña movilización de desencantados que ha supuesto Vox, que vuelve a cumplir su paradójico destino de renovar el sistema e incluso apoyar al PP, que como el PSOE, sobrados de aparato los dos, pierden ganando, y cuando caen, caen gobernando en sitios como Andalucía o Madrid. Esto ha podido pasar en Madrid porque Vox existe allí, tiene caras reconocibles, una estructura. Fuera de Madrid es otro cantar.

La constante subida hacia aún no se sabe qué de Rivera y el crecimiento de Vox permiten al PP huir de la autocrítica y seguir con la ilusión del nuevo liderazgo de Casado (cuando digo PP no sólo digo PP, digo también su entorno de satélites). Este aumento de la derecha, que compensa el pepecidio, no ha sido respondido por la izquierda, que ha perdido votos, que se ha deprimido respecto al 2015. El “que viene el fascismo” y “la revancha de los machistas” llega hasta donde llega. En la Comunidad, la izquierda ha perdido unos diez mil votos en total. El PSOE se ha mantenido, así que la pérdida es imputable al baile de siglas de la fractura de Podemos. Pero ni con los mismos resultados hubiese ganado a la “nueva derecha” suplementada por Vox. Porque Vox, alguien me lo decía ayer en Twitter, y con razón, al final no sólo le ha aportado votos al PP, le ha aportado mayor amplitud de ideas, contestación ideológica al monopolio progresista y cierta pluralidad sobre el qué pensar o cómo. Ha revitalizado también el discurso y su tono, algo perceptible, por ejemplo, en algunas cosas que dice Díaz Ayuso.

En el Ayuntamiento, el conjunto de las izquierdas han perdido unos 27.000 votos respecto al 2015. No ha ayudado la fractura en lo que fue Podemos, pero ése es otro tema. Podemos se muere, sigue el PSOE eterno fortalecido alrededor del oportunismo superdotado de Sánchez, y quedan en las grandes ciudades unos políticos nuevos, distintos, que serán lo que quede de aquel 15M. Las Colaus, Errejón, Kichis, y resacas del naufragio de las mareas diversas. Vox puede tener en Podemos una advertencia. Iglesias metió en lo oficial la protesta del 15M, quedándose el PSOE con tics y perspectivas, y Vox ha metido en las Cortes a aquella España harta de octubre. Pero su utilidad ahora va más allá, y permite que la derecha gobierne Andalucía y Madrid, cosas imposibles sin Vox. Los votos de castigo al PP colocan al PP en la poltrona. Y aquí la cosa cambia, se bifurca, adquiere el tono de la disyuntiva. ¿Se oirá de Vox una auténtica voz de renovación del sistema o se irá sofocando para que los mismos hagan lo de siempre?

Una bajada de impuestos no era el asunto. Para ese viaje… Eso es el PP de Rajoy con la cantinela de la “revolución fiscal”. Y lo diferencial en Vox no pueden ser las desafortunadas referencias al Orgullo y la Casa de Campo. En aquello de Ortega Smith, por cierto, se detectó un indicio de autolimitación del propio Vox, contento, al parecer, de ser su caricatura y el bastón conservador del PP con una contradictoria mezcla de liberalismo en la cartera e intrusismo moral.

Ahora empieza lo interesante para ellos. El espejo de Podemos está roto en el suelo. ¿Le basta a Vox con lo que tiene o se propondrá desarrollar una estructura territorial? ¿Se conformará con ser el lado liberal-católico del PP o acometerá algunos de los caminos del populismo americano? Allí, conviene recordarlo, Trump le robó votantes a los demócratas inventando un Partido Republicano renovado, huyendo de la ortodoxia de los republicanos dominantes hacia otra cosa que era votable por personas muy diversas, entre ellas, muchos trabajadores de tradición demócrata. Su populismo era creativo. ¿Crecerá Vox hacia algo nuevo, transversal y ambicioso, o simplemente completará lo perdido por Rajoy reinstaurando nuevos esperancismos?

De querer acabar con el autonomismo ya se ha pasado a pedir estar en sus gobiernos.