viernes, 10 de mayo de 2019

Los presos

Rafael Molina Sánchez, Lagartijo


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El lance fundamental de la política española ha sido siempre la larga (para los no taurinos: una “larga” es el “vuelva usted mañana” de Larra).
Hasta 1900 la vida española se resume en dos largas: la de Cánovas y la de Lagartijo –editorializaba, allá por el 28, un “periódico almadrabero”, cuando los editoriales los escribían, ay, los Cuartero, los Ortega y los Maeztu.
Y añadía: “Desde 1900 a la fecha, la vida española no se puede resumir: es el salto de mata continuo, el capricho rastrero, la carencia de trayectoria nacional, la exaltación de los seres inferiores y el vejamen perpetuo de los superiores”.
¿Hablamos de Los Presos? Vayamos al evangelio de Juan: “Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ‘Todo está consumado’, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu”. Y también al discurso de Silvela a los conservadores contra “un gobierno que ni siquiera consigue hacer obligatorios los presidios a aquellos penados que disfrutan de recursos para tener abonos de tendido”. O escaños de diputado.
Tenemos Los Presos del 17 (comité de la primera huelga general revolucionaria en Europa), juzgados y condenados al penal de Cartagena, y elegidos diputados en febrero del 18, rápidamente indultados por una larga conservadora de Maura mientras don Juan March se ofrecía a costear la edificación de una Casa del Pueblo.
Tenemos Los Presos del 30 (miembros del Gobierno provisional golpista de la República), bendecidos por la larga conservadora (¡y “constitucionalista”!) de Sánchez Guerra, que los visita en la Modelo para ofrecerles, sin éxito, carteras ministeriales.
Y tenemos Los Presos del Prusés, elegidos diputados del Consenso y tal y tal y tal, cuyo destino entre flores, fandanguillos y alegrías es, larga conservadora (conservar el Consenso) de Sánchez mediante, pastorear esta grey española y lanar “que a las cuestiones de derecho y, en general, públicas, presenta una epidermis córnea”.

Iceta sólo es el homenaje berlanguiano que el vicio rinde a la virtud.