sábado, 24 de mayo de 2025

Museo de Escultura al Aire Libre de Almeida: Tres en Uno


Nuevo Mueso Botánico



Nuevo Museo Etnográfico
Margen izquierda



 Nuevo Museo Etnográfico
Margen derecha

Feria de San Isidro. ¡Mira tú que tener que venir Victoriano del Río a salvar el honor de la ganadería! Márquez & Moore



JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Había algunos que ya estaban echando a Victoriano del Río a la cuneta, que a la mínima que se falle siempre surge alguna voz pidiendo el retiro, y para desmentir a esos enterradores ahí está la corrida de hoy, seria, bien presentada, variada en comportamientos y con trapío. Decía Paco Parejo, mayoral de Las Ventas, cuñado de Antoñete, y a su vez hijo del antiguo mayoral de la Plaza de la Carretera de Aragón, que sólo había cuatro tipos de toros: los malos, los regulares, los buenos y los superiores. Hoy los de Victoriano del Río se han movido entre los buenos y los superiores, de manera especial el sexto de la tarde, Alabardero, número 85, que ha sido una perfecta máquina de embestir sin dar un solo sobresalto. Corrida muy variada en la que, por poner un pero, éste se le adjudicaríamos al primero de la tarde, Encaminado, número 63, al que seguramente echaron por delante porque el primero siempre pilla a las gentes menos avizor. En cualquier caso nadie crea que el toro era una birria, ni mucho menos, sólo que bajaba su presencia un poco en relación a los que vendrían después. Y, hecha esa salvedad, anotemos que el toro presentó sus credenciales de casta y también de acometividad, que cumplió en varas y que a su muerte fue despedido con aplausos, mientras las mulas tiraban de sus despojos.


Tras el fiasco ganadero de los días precedentes, la corrida de hoy ha sido una especie de oasis. ¡Mira tú que tener que venir Victoriano del Río a salvar el honor de la ganadería! Se dice pronto, pero a cada cual hay que darle lo suyo. Los toros más blandengues del encierro han sido el cuarto, Bocinero, número 138, y especialmente el quinto, Amante, número 147. En varas destacó el segundo, Impuesto, número 61, que parecía no querer arrimarse al Equinoceratops Equigarce sobre el que iba montado Manuel Quinta, pero que luego se arrancó y peleó con valentía. 


El cartel de esta tarde era de «chu-chu», como decía Juanito, con la presencia de Emilio de Justo, Andrés Roca Rey y Tomás Rufo. Estos dos últimos se presentaban estrenando sus nuevos apoderamientos: Roca dejó a Roberto Domínguez y lo cambió por su hermano, y Tomás Rufo dejó a los Lozano y los cambió por el hermano de un crítico taurino. Emilio de Justo ahí sigue con Alberto García, que es el CEO de Tauroemoción. Las gentes respondieron a las expectativas creadas por esa combinación de toros y de toreros y hoy, de nuevo, se volvió a colgar el letrero de «No hay billetes». Para que no faltase la guinda de mal gusto, en la explanada de Las Ventas se habían concentrado unas quince personas y un niño con la monserga de la abolición de la tauromaquia, proclamada de manera harto estridente mediante unos altavoces. Cae en la responsabilidad de ese mentecato llamado Francisco, Fran, Martín Aguirre que detenta el cargo de Delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid el autorizar esas deleznables agresiones verbales frente a Las Ventas, que estorban innecesariamente a pacíficos ciudadanos que acuden a disfrutar de su espectáculo favorito, un espectáculo perfectamente legal.


Emilio de Justo goza en Madrid de una amplia bula, sea por lo que sea. Es torero que está a gusto en Las Ventas, como en el patio de su casa, siempre arropado por el cariño del público, que desea verle triunfar. ¿Cuál es la razón de ese cariño? La respuesta más inmediata que se nos ocurre es el cariño que profesan por él los miles y miles de extremeños que habitan en Madrid y que han encontrado en De Justo un referente que, de alguna manera, les pone en conexión con su tierra. También puede ser que se aprecien en él esas gotas de personalidad propia que le alejan del tsunami de vulgaridad que se nos aparece día tras día, de tantos toreros que son todos iguales. El hecho es que la indulgencia que la Plaza de Las Ventas suele manifestar para con Emilio de Justo choca con la premeditada animadversión con la que se espera a otros. ¿Y qué dio Emilio de Justo a los que le esperaban con fervor? Pues muy poquito, verdaderamente. En su primero, Emilio de Justo, de nazareno y oro, anduvo como  acelerado, mandaba menos que yo en mi casa y en cuanto al temple, anduvo más bien escaso, lo que propició innumerables enganchones. Dio la impresión de que el toro estuvo bastante por encima de él, que no halló las teclas que debía tocar para hacerse con la nobleza del toro en beneficio propio. Larga faena en la que el animal se va aburriendo y creo que el toro ya se hartó del todo cuando vio que Emilio tiraba lejos de sí el espadín simulado, que nadie sabe por qué razón hay que tirar las herramientas de trabajo al suelo. Cuatro pinchazos y un descabello fue su balance con el estoque, no me extraña que lo tirase. Un aviso. Lo mejor, la brega de Morenito de Arlés.


Su segundo toro es un toro serio de presencia que medio cumple en varas y que no facilita las cosas a los peones. En el último tercio el bicho muestra una embestida más clara, más humillada ante la que Emilio de Justo va componiendo una obra más inspirada en la ventaja y en la descolocación que en la verdad, en el toreo lineal más que en la hondura. Con la conformidad de la Plaza, Emilio va hilvanando una faenita destartalada y de muy poco cuajo en la que no puede faltar de nuevo el numerito de tirar el espadín de mentira, pero que, de pronto, cobra un vuelo excelso en el cierre de la misma, pura torería, llevando al toro hacia el tercio con un ayudado por bajo, dos cambios de mano y un soberbio pase de pecho y, después, una estocada de óptima ejecución. Flaca cosecha para un toro que clamaba por una faena compacta y organizada. El cariño de las gentes recompensó al torero con una oreja de muy poco peso. Al menos volvió a matar como antes de la cogida.

 

Roca Rey, El Cóndor, se vino vestido de pistacho, bien feamente. La cosa de más enjundia que nos dejó en toda la tarde fue el quite por chicuelinas que le hizo al toro de Emilio de Justo. Su segundo cumplió resueltamente con el Equinoceratops de Manuel Quinta en los mini-puyazos y no dijo nada en banderillas, pero llegó a la muleta sacando su casta en unas embestidas vigorosas ante las que Roca decide que «el Cóndor pasa» y se dedica al pajareo, sin meterse en la harina que el toro pedía. Madrid le observa expectante y a cambio de su nada recibe silencio en la sombra, en el sol y en el sol y sombra. Estocada sin gloria. Su segundo fue protestado no sé si por debilidad o cojera o lo que fuese. Roca intenta poner en marcha su faena ante ese pobre escombro y las gentes se burlan del simulacro. Tampoco es que Roca se preocupe por lo que pasa, total a él Madrid ni le da ni le quita nada, y ahí se estuvo un rato con el toro sin que saliese nada digno de ser reseñado. Cuando quiso se fue a por el estoque y luego, tras los pinchazos, vino la estocada, el aviso y el descabello.


Tomás Rufo, de verde y oro, se enfrentó primero a Bisonte, número 52, que no brilló en varas pero que recibió un sensacional par de banderillas de Fernando Sánchez, que aguantó al animal, lanzado a toda carrera, para reunir un excelente par en el que todas las ventajas eran del toro. Luego vino un trasteo de muy poca monta que empezó con el torero de rodillas, él sabrá por qué, y luego una almoneda de pases, ninguno bueno, ninguno adecuado, pura ventaja, pico, falta de colocación. Ningún interés. Cuatro pinchazos y descabello.


En sexto lugar salió un regalo para la muleta que tenía reservado Victoriano del Río. Una perfecta máquina de embestir, de humillar de no molestar, de seguir la muleta es lo que era Alabardero y ante esa claridad de toro de triunfo grande, de toro para encumbrar a un torero ahí sacó Rufo su tauromaquia de la hora presente, de hacer al toro corretear sin motivo y sin finalidad, ensamblando unos pases con otros para éxtasis de muchos y sin un ápice de alma, del alma que nace del toreo que se practica hacia adelante, del toreo basado en cargar la suerte y no en ceder la posición, del toreo en el que la distancia y la colocación lo son todo. El toro se ligaba él solito los muletazos y Rufo acompañaba ese vendaval de embestidas, delatando a las claras la clase de torero que es Tomás Rufo. Las gentes vitoreaban al torero y algo excelente verían en su labor, pero lo que otros veíamos era cómo un toro que estaba deseando poner en circulación a un torero era desaprovechado con una faenita de muchos pases y muy poco toreo, acaso algún natural, que es muy poca cosecha para las condiciones que mostró el toro en la muleta. El chico tenía las dos orejas en el bolsillo, porque la mayoría de la Plaza le empujaba hacia la Puerta Grande, pero falló por tres veces pinchando con el acero antes de cobrar una estocada que dio fin sin gloria a la vida de este Alabardero que lo puso todo de su parte para favorecer el triunfo de su matador.



El par de Fernando Sánchez con Alabardero



El ganadero

ANDREW MOORE

















FIN

Sábado Santo


Buena Muerte Cádiz


Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Día del Vacío y la Esperanza. Pemán, a quien Manuel Machado connumeraba por su lado místico con Teresa de Ávila y con Juan de la Cruz, con fray Luis y con Lope, creía que la liturgia había logrado una perfecta fotografía psíquica del día que conmemora: el Sábado Santo es, en efecto, el día totalmente vacío.


Si yo tuviera facultades para organizar una liturgia imaginativa, propondría que, manteniendo el vacío y parálisis del actual Sábado Santo, saliera ese día a la calle la Virgen de la Esperanza de Triana. Sería un día negro surcado por un ramalazo verde.


Semana Santa de Sevilla: ápice y extremo de la Liturgia Católica.


No hay nada más católico que la Semana Santa de Sevilla –escuchó Pemán decir a un inglés chestertoniano en el duermevela procesional de una “Madrugá”.


Aquel año, horas antes de salir la Amargura, unos amigos lo llevaron a ver, en un patio, la instrucción de la centuria de “armados” (los romanos de toda la vida, para que se entienda) que había de dar escolta al “paso” aquella noche. Luego, formados en su presencia, el centurión, “sin la más leve sonrisa”, le dijo: “Arénguelos, don José.” Y don José los tuvo que arengar.


Los cofrades, dice, aplaudían y se entusiasmaban; pero ellos, los “armados”, no. Ellos eran soldados romanos. Vivían plenamente su verdad. Estaban firmes, inmóviles. Y el orador estaba seguro de que pensaban: “Habla bien, pero estuvo mejor Marco Tulio cuando arremetió contra Catilina... ¡Cómo hablaba aquel tío!”


Dicen que Pemán, al morir, pidió que le leyeran su poema “Al Cristo de la Buena Muerte”, que es el Cristo de Cádiz. A presenciar el traslado de este Cristo acudía todos los años un hombre enorme con abrigo gris que se veía que era inglés. El inglés de los ojos azules. Se decía que había sido protestante y que se había convertido por mediación del Cristo atribuido a Montañés. Un día, cuenta Pemán, cuando ya estaba el Cristo tendido en el suelo, uno de los hermanos observó que sería conveniente limpiarle un poco el polvo que cubría las zarzas de la corona y las guedejas del pelo. Se pidió un paño para limpiarlo. No había ninguno en la sacristía. Entonces, el inglés de los ojos azules, tímidamente, se ofreció para traer uno de su casa. No tardó ni tres minutos. Era un paño de encaje, de hilillo de oro riquísimo, con flores bordadas en seda de colores. Todos le dijeron: “Hombre, no era esto. Lo que queríamos era un paño para el polvo...” Pero el inglés de los ojos azules replicó: “Sí; ya lo he entendido. Pero, vamos, me pareció que para tocar al Cristo...”

Sábado, 24 de Mayo

 


El palenque

viernes, 23 de mayo de 2025

Magnates y filántropos

Sophia Loren y Jayne Mansfield 1957


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En las patocracias occidentales que entre todos nos hemos dado hay dos clases de millonarios: los magnates, o millonarios de derechas, y los filántropos, o millonarios de izquierdas. Luego están los oligarcas, que son los millonarios rusos, y no cuentan, por putinejos.


En los medios, Musk es iliberal y magnate, pero Gates es liberalio y filántropo. El liberalio, como lo veía Santayana, no desea en absoluto que la gente sea feliz, salvo que pueda ser feliz siguiendo la dieta del liberalio, de modo que, siendo reformador y filántropo, se esfuerza por convertir a todos los hombres en el tipo de hombres que a él le gusta, para poder, así, gustar de ellos. Gates es filántropo, y la dieta liberalia que nos prescribe son los insectos, para llegar a la cual promueve la vacunación de los niños: dos metas esenciales de la patocracia son, decía Muray, el desmantelamiento programado del antiguo patriarcado y la reconducción definitiva del mundo hacia el jardín de infancia, manteniendo el mundo real detrás del decorado: Occidente como la Isla de los Niños. Somos el niño coñazo que menciona en sus memorias Ruano: un niño gordito e insoportable, de unos once o doce años, hijo de la primera concejal madrileña, la González Fiori, que se metía en las conversaciones no contento con meterse los dedos en las narices.


El cínico Fernando Mínguez, hemipléjico y camastrón muy divertido, le preguntó un día al chico: “Oye, niño… ¿Cuándo vamos a leer eso de que has subido al cielo?”


Musk, en cambio, es magnate, que se ha metido en la Administración Trump para cerrarle a la Cia el grifo de Usaid, que es librar al contribuyente de un montón de partidas en condones y circuncisiones para algún lugar del globo global del globalismo.


Remota itaque iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia?


Sin la virtud de la justicia, ¿qué son los reinos sino unas bandas de ladrones? Lo dice en “La Ciudad de Dios” san Agustín, santo patrón de León XIV. Lo de privar de condones subvencionados a los pobres de la tierra ha tenido la respuesta terrible de Gates en el “Financial Times”:


La imagen del hombre más rico del mundo asesinando a los niños más pobres del mundo no es nada halagüeña.


En opinión de Yarvin, el objetivo del ejército de Musk ha sido, literalmente, ahorrar dinero de los contribuyentes, “como si Alarico hubiera venido a Roma por las compras, los museos y la comida; parecen capaces de destruir cualquier cosa que vean, pero su afán de destrucción es extrañamente limitado, y su visión sigue profundamente arraigada en el entretenimiento”. Gates, que emplea su fortuna en insectos y vacunas, se niega a aliviar la carga del contribuyente.


¿No les hemos dado ya dinero a los ricos? ¿Por qué vamos a hacerlo otra vez? –preguntó un día George W. Bush.


Atenerse a los principios, atenerse a los principios –contestó Karl Rove.


[Viernes, 16 de Mayo] 

Feria de San Isidro. Gayumbada de los Lozano para Castella, Perera y Luque, coronados como príncipes del Aburrimiento. Márquez & Moore



JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Hace tiempo, cuando se publicaron los carteles de la feria de San Isidro 2025, ya vimos este cartel de hoy como una perfecta «no go zone». Si en los días de la Feria tenías algo que hacer, ahí estaba a tu disposición el día 22 de mayo para hacer lo que fuera, desde ir a comprarte una lavadora, como hizo nuestro recordado Quico Antelo en efemérides harto recordada, hasta irte al callista, o lo que sea con tal de no estar en Las Ventas. Cualquier excusa era buena.


Las mentes pensantes del entramado empresarial Plaza1 decidieron por unanimidad consagrar el día 22 de mayo al aburrimiento. Nótese que esto no es algo que se haga a humo de pajas, porque como es bien sabido fue el aburrimiento de Ares, el dios de la guerra, y Afrodita, la diosa del amor, en el cotidiano tedio divino del Monte Olimpo, lo que les hizo ponerse a intervenir, para entretenerse, en la pugna entre griegos y troyanos, dando lugar a la Guerra de Troya, que quedó relatada por Homero en sus inmortales hexámetros dactílicos. O sea, que ojito con lo del aburrimiento.


La verdad sea dicha, que si había un día de la Feria para buscarse una excusa para no ir, ése era hoy. Comprar una lavadora, hacer la declaración de la renta o llevar a los niños al parque, todo era válido para librarse del cartel más plúmbeo, previsible e inane del llamado “serial” de San Isidro. Y, sin embargo, el hombre propone y Dios dispone, algo hubo que llevó a las gentes a la Plaza en tal medida que se colgó el cartel de «No hay billetes», que por lo que sea nadie quería perderse esta tarde en la que los toros de los Hermanos Lozano se las verían con Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Daniel Luque.


Los Lozano, a los que el gracejo popular apoda «Los Dalton», en homenaje al imperecedero Lucky Luke, son los guardianes de la casta de Núñez, que ellos atesoran con más solera aún que la propia de la que se lidia con el hierro de Carlos Núñez. Ahí están las líneas de Villamarta/Mora Figueroa y de Rincón y ahí salieron los toros por la puerta de los chiqueros proclamando de manera indubitable sus orígenes, para quien quiera fijarse en ello, incluso con la ayuda de una lupa como la que usaba Sherlock Holmes. La cosa es que fue tal el cúmulo de mansedumbre, descaste y sopor, fue tal la ausencia de algo semejante a la casta o a la bravura que trajeron los toros de los Lozano, sea cual sea su origen, que a nadie le importaba si Villamarta o Villamanta o Villamantilla, porque lo que salía por chiqueros eran vacos ayunos de casta o poder, vacos vacuos que estaban ahí para, simplemente, hacernos perder el tiempo. Más de dos horas y media de mansedumbre y blandenguería es lo que los Núñez de los Lozano nos dejaron como recuerdo de su paso por la vida. Y, además, hubo que echar a uno que tenía una discapacidad física que afectaba a su aptitud para caminar o sostenerse de pie, con lo que el encierro/basura de los Lozano se tuvo que remendar con uno de Zacarías Moreno, de esos  juampedros de Morata de Tajuña que pacen al borde de la carretera.


La tarde en sí misma contiene un par de enseñanzas, que son las que pondremos por delante. La primera y principal es que ya te pueden vender a Luque de la manera que quieran, por tierra mar y aire, que si en Francia, que si en Sevilla, que si en las selvas de Borneo, en los cráteres de Marte o en los anillos de Saturno, pero que es más malo que el sebo, se pongan como se pongan. Su segundo, que se llamaba Cornetillo, número 78, es el único de los pupilos de los Lozano que ha demostrado unas medio ganas de embestir. Lo demostró de manera particular en el segundo tercio, acudiendo con sinceridad y alegría a los cites de Raúl Caricol y Jesús Arruga, que parearon con conocimiento y solvencia y descubrieron a su matador las condiciones del toro. Antes había ido por dos veces al Equinoceratops Equigarce  sobre el que surfeaba «El Patilla» y había cobrado más que toda la corrida junta en la cosa de la puya. Ahí se fue Luque a ver qué hacía con el bicho. Antes brindó al público, señal de que se imaginaba cosas, tirando la montera al suelo y como no le gustó cómo cayó la dio la vuelta con la espada de mentira ésa que todos portan. El toro tenía sus veinte muletazos francos y sin maldad, pero tenía lo que tenía. No se le pueden pedir peras a este olmo, que fue el único de todo el escombro que echaron a Las Ventas los Lozano que simuló, más o menos, ser un toro de lidia. Y ahí se fue Luque, sin plan preconcebido de ninguna clase, a ir tundiendo al bicho a mantazos, tal y como hace por esas Plazas de Dios. La cosa es que entre probaturas, descolocaciones y trapazos se acabó el fuelle del toro y Luque, que se imaginaba al bicho como eterno, se quedó más descompuesto que la novia de Ortega cuando se dio cuenta de que lo que allí había se había acabado. Donde hubo respuesta al cite, embestida sincera, sin mala baba y franqueza, de pronto había falta de respuesta y cabezazos. La cosa se había acabado porque Luque estaba en la idea de los sesenta pases, como el que hace tornillos, sin ver que el toro, y esto lo decía Antonio Chenel Albadalejo, que de toros sabía bastante más que Luque, que la faena ha de producirse «pronto y en la mano», lo cual significa que lo que haya que exprimir, cuanto antes mejor. Claro es que para eso hay que tener una verdad que decir y pretender decirla, cosa que en Luque no se percibe en parte alguna: su toreo de fiestas de pueblo consiste en empalmar pases y luego, de remate,  trenzar coreografías de muy mal gusto que excitan a los públicos más complacientes. Eso no es torear, especialmente si huye del cite en la rectitud, si sólo sobrevive en la ventaja, si su tauromaquia vive del acompañamiento y no del poder. El otro día fue incapaz de desarrollar los recursos del oficio con un toro de La Quinta y hoy ha sido un  perfecto inepto para armar un taco con un toro que le daba todo en veinte muletazos, sin solución de continuidad. El otro día Uceda Leal, que torea cuando puede, montó una armoniosa faena plena de torería en veinte muletazos y hoy este Luque que anda por todas partes, de triunfo en triunfo, es incapaz de ver el toro y sus condiciones. La solución del enigma es clara: en las interesadas reseñas nos están vendiendo pirita como oro de 24 kilates.


Tengo ahí un montón de notas, para un día que me llevo un bolígrafo para apuntar cosas, pero es que con la debacle ganadera que se cargó la tarde no merece la pena aburrir. Digamos que estábamos como locos porque uno de los Alcurrucén de Perera hubiera sido como aquél Alcurrucén de José Tomás, para que el extremeño hubiera tenido necesidad de tirar de oficio para hacerse con el toro, pero no hubo suerte. Ya saben los que leen esto que a Perera, a falta de otro entretenimiento, le contamos los pases y hoy le pegó 62 a su primero, lo mismo que el otro día a sus dos toros, y 41 a su segundo. Magra cosecha de mantazos la de hoy. A cambio, Perera nos dejó las trazas de su oficio, que se le nota que está sobrado, y de un temple de mucha categoría. Creo, sinceramente, que Perera estaría bien con cualquier toro de respeto: con los negros condedelacorte de Dolores Aguirre, con los Contreras de Baltasar Ibán, con los Miura de Zahariche, y que la parte de arte que a él le falta la supliría con su oficio y con la importancia que daría a su torero el hacérselo a los toros que importan. De momento seguimos esperando que un día le salga un toro que le ponga en dificultades.


¿Y Castella? Pues tras el espejismo del año de su retorno, donde pareció más centrado y dio la mejor imagen de sí mismo que hemos visto, ha vuelto al adocenamiento y a hacer la caricatura de sí mismo. El consabido cite en los medios para dar el pase cambiado ya no impresiona ni a los chinos, que demandaban a su intérprete y traductor que el torero citase de largo y de frente: «¡Como Lincón, como Lincón!», clamaban, que se ve que en el hotel alguien les había enseñado un vídeo del gran César Rincón demostrando la verdad del cite, sin mixtificaciones ni tabarras. Le tocó a Castella el sobrero de Zacarías Moreno, que mostró otras trazas distintas de la gayumbada de los Lozano, pero el francés se embarró en su innecesario y superfluo trajín de pases fuera de cacho, que sólo están orientados a ir llenando el tiempo preciso para que llegue el momento de buscar las molestas cercanías que tanto le gustan, vengan a cuento o no.


Entre los tres «matadores» suman, mes arriba, mes abajo, cincuenta y un años de alternativa. El hecho de que hoy no haya habido una sola estocada digna de tal nombre debería hacernos reflexionar sobre lo que significa en la hora presente la expresión «matador de toros». 




ANDREW MOORE
















FIN

Viernes, 23 de Mayo

 



¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!

jueves, 22 de mayo de 2025

Hughes. Adiós o hasta pronto a Luka Modric



Mourinho nos dejó a Modric

Modric deja un molde roto


Hughes

Pura Golosina Deportiva


Modric es eso que Mourinho llamaba "herencia futbolística". Él lo fichó y ahí lo dejó. Y es también florentinismo, el mejor florentinismo, porque fue un Balón de Oro hecho aquí y porque se pudo mantener en el Madrid, y no como Seedorf, quizás su antecedente, centrocampista total al que hubo que vender por cuatro duros.


Antes hubo grandes medios más retrasados, como Redondo o incluso Schuster; la Quinta tenía el ala de Míchel. El gran medio anterior puede que fuera Stielike. Jugadores más atrasados, en todo caso, y luego Zidane, ya muy mediapunta, diez de promontorio, diez de pitiminí frente al diez hundido, diez hacia atrás, diez de retorno de Modric. Prosinecki, croata, pudo ser, pero no fue . Modric que no fue.



Hasta que llegó don Luka, mediapunta reconvertido como quedó claro con su gol en Manchester, cuando Old Trafford aún era El Teatro de los Sueños. El 4-3-3 permitía esos dos medios como dos hoyuelos lumbares, donde el sacro se hace pelvis, efes del violín del mediocampo. Ahí los medios pueden serlo todo: interiores, exteriores, pivotes, mediapuntas... y todo eso fue Modric,


La CMK, los Casemiro-Modric-Kroos , vivieron ocultos por la BBC como costaleros. Cuando se fue Cristiano, y luego Bale y luego Benzema, descubrimos que quizás la clave había sido ellos. Así hasta seis Copas de Europa de Modric, las de Gento.


Si Gento estuvo en el equipo de Di Stéfano y en los yeyé, Modric unió la generación de Cristiano con la de Vinicius.


Modric le puso a Ramos la pelota en la sien como al héroe los laureles, y fue Modric el que llevó el juego al costado para destrozar a la Juventus siguiendo la instrucción táctica o La Instrucción Táctica de Zidane. Él encorajinó al Madrid contra el Chelsea con su inverosímil pase exterior, inaugurando unas remontadas hechas de preciosismos. La estela de ese pase será una de las más recordadas del Madrid.


Es una alegría que Modric se marcha, que resista a sus posibilidades y a sus aduladores. Que proteja su recuerdo y su leyenda.


En el Madrid deja un molde. Molde roto, por supuesto. No hubo centrocampistas como él, y de ahora en adelante será necesario fichar un Modric, fabricar un Modric, exigir un Modric. Que en todo once del Madrid haya siempre uno como él. Eso sería su mayor logro, tanto como las seis copas: la exigencia de aspirar, para siempre, a su control del juego; a su resistente finura, su agonismo de duende, su gama de pases, sus cien asistencias, su brega fina, su extenuante inspiración (penúltimo genio de los Balcanes, mezcla de genética y trauma), su rúbrica cóncava o convexa que se aleja y aleja hasta llegar.


 

John Galunas


Tom Mix

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


En el muladar del Norte, a la ignominia del plomo de los matones se suma la estupidez que los cineastas derraman sobre los muertos.


El cine, dijo Foxá, es un arte muerto: está fuera del tiempo. A sus actores la luz no los despierta, sino que los pone en evidencia. El cine es el retrato de la novia. El cine es la Venus de mármol. El cine es un arte socialista con sesenta productores entre los cuales el guionista y el autor pasan, protocolariamente, después del productor, de la estrella o del ingeniero del sonido. El cine es para masas. Y por todas estas razones, creía Foxá evidente el triunfo del cine (sobre el teatro).


–¿Sabéis que Tyrone Power guarda como una reliquia en su panoplia la pistola con que Tom Mix mató, de “mentira”, a tantos asesinos?


Un tal Rosales –sepan ustedes que San Alberto Magno escribió un tratadito sobre el modo de criar rosales– ha hecho una película, “Tiro en la cabeza”. ¿Por qué? Porque tiene la obsesión, dice, de “la solución”.


La vocación de la película es producir un efecto sociológico.


Él sabrá qué quiere decir, aunque, por lo que llevamos visto hasta ahora, se le entienda todo.


La Eta no tiene solución porque el problema de la Eta es que es de izquierdas.


Antes que Rosales, un Médem, o Medem, con pintas de Morante sin puro, quiso producir sobre lo mismo un efecto sociológico y le salió “La pelota vasca. La piel contra la piedra” (para no decir la nuca contra el plomo, que a eso se reduce, en realidad, todo el conflicto). La bobería, sin chispitas de luz, juega en el aire.


¿Conoce Rosales el caso de John Galunas?


Galunas se ofreció un día para hacer papeles de “ganster” en varios estudios de Hollywood y, después de ser rechazado en todos por carecer de eso que los franceses llaman “le physique du rôle”, la policía lo detuvo en Brooklyn bajo la acusación de haber intervenido en quince robos y en media docena de asesinatos. De este hecho, Julio Camba extrajo las siguientes conclusiones. Una: que los técnicos de Hollywood no saben lo que se pescan; otra: que sí lo saben, pero que la cara no siempre es el espejo del alma; y otra: que, a fin de reducir la criminalidad en el mundo, sería muy de desear el que todos los hombres tuviesen aspecto de criminales, pues si Galunas hubiese tenido cara de criminal lo más probable es que no hubiese cometido nunca crimen alguno.


¿Qué mejor efecto sociológico quieren los Rosales?

Feria de San Isidro. Araúces agropecuarios de mil sangres para el experimentado arandino Morenito, el fino malagueño Fortes y el linarense De Torres, inédito ante los bueyes del Santo. Márquez & Moore



 JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Las cosas cambian. En lo grande y en lo menudo. Ahora llevamos unos años, por ejemplo, asistiendo a un cambio en la apreciación del toreo -mi opinión es que ese cambio viene de la mano de la deleznable influencia de los comentaristas de la TV-, tratando de hacer pasar por oro lo que es bisutería, pretendiendo vender como toreo caro lo que no es más que pases y más pases, sin sentido ni función, destinados a enardecer a quienes gusten de ellos, que los olvidarán antes de haber abandonado el recinto de la Plaza de Toros donde tanto se han extasiado.

 

En otras cosillas menores también se ven cambios: por ejemplo, hace años los días grandes de la Feria de San Isidro era los miércoles. En el año 1985, hace cuarenta años, el día 22 de mayo, miércoles, se dio la corrida de toros de Torrealta, remendada con tres de Torreblanca, para Curro Romero, Curro Vázquez y Pepe Luis Vázquez, el día que el «niño» cortó una oreja, con cartel de «No hay billetes». Hoy las corridas de postín se han cambiado a esos viernes de gin&tonic, como antesala de la discoteca que vendrá después y como apertura para muchos de la holganza del fin de semana. Para el miércoles de este año 25, aquel miércoles por el que se pegaban los apoderados hace unas décadas, han dejado corridas como la de hoy, que ha concitado menos interés del público que la novillada del día anterior y que ha registrado la peor entrada desde que empezó la Feria. Con datos de los que da la Empresa, en la novillada de Mayalde hubo 19.875 espectadores contra los 16.687 de la corrida de toros de hoy.


Sería por el cartel, digo yo. Que los toros de Arauz de Robles no son de los que levantan pasiones y que los tres toreros que figuraban en el cartel, parece ser que tampoco. Los diestros eran Morenito de Aranda, 17 corridas en el año 24; (Saúl Jiménez) Fortes, 2 festejos el año pasado y Adrián de Torres, 1 festejo en 2024.


De la ganadería de Araúz de Robles es difícil decir algo en cuanto a lo que podíamos encontrarnos. Es tal el galimatías de sangres, cruces y mezclas que contiene que desentrañar ese enigma es un caso para poner a prueba la perspicacia de Colombo (el detective de la gabardina, no el torero). En ese cuadro sinóptico que pintan en el programa oficial optaron por dejar en medio un cuadrado misterioso en cuyo interior ponía «Diversos orígenes» colocado entre los de Ibarra, Saltillo, Picavea de Lesaca, Arias de Saavedra, Parladé, Gamero Cívico, Murube y otras. O sea que cualquiera sabe lo que hay allí. Del ganado que salió por chiqueros salieron dos de capa barrosa, grandes y destartalados, que más parecía que proviniesen de la ganadería del Marqués de Villagodio, la que dio nombre a un grandioso tipo de chuletón, pues su mansedumbre y desapego de las cosas de la lidia les hacían más propios a la cosa agropecuaria del engorde que al lucimiento de su inexistente bravura en una Plaza de Toros. Los otros cuatro eran negros, con diversas señas accidentales y tuvieron otro tipo de comportamientos más acordes a lo que se espera del toro de lidia. El sexto se escacharró y fue sustituido por uno de Castillejo de Huebra que no era ni mucho menos un Titán, al que don José María Fernández Egea mantuvo en el ruedo, él sabrá por qué.


El cenizo de la tarde le tocó a Adrián de Torres, que había dejado huella de su clase y de su desatino con la espada en Las Ventas el 15 de agosto del pasado año -ésa es la única corrida que toreó-. Hoy ha tenido de frente la situación, pues sorteó primero al buey manso y rajado llamado Pitillo, número 61, uno de los dos barrosos/Villagodio, y en segundo lugar al rechazado y después al de Castillejo, un tal Descuidero, número 24, cuya presencia y ciertos aspectos de su movilidad cansina y derrengada encresparon los ánimos de parte del público, que no llegó a tomar en serio nada de lo que intentó el torero de Linares y estuvieron hostigando hasta que el matador tomó el acero para despenar al Descuidero. Adrián de Torres quedó inédito.


Fortes sorteó en primer lugar a Gimotero, número 53, que aunque adoleció de una declarada falta de fuerzas, tenía cierta presencia y modos de toro de lidia, en comparación al precedente y al que vendría detrás. La faena se desarrolla en medios o cuartos de pase, como si dijéramos un toreo hecho a base de pizcas. Lo mismo el toro no tenía fuelle para andar más, pero el conjunto que se va creando es bastante deficiente. A cambio Fortes se quiere poner vertical y solemne, sin acabar de dar el paso adelante. Con el público muy a favor, las gentes se tragaron con idéntica fruición sus cites con el pico y sus momentos introspectivos. Si mata a la primera lo mismo hasta le piden la oreja, pero pinchó dos veces antes de meter un navajazo cuarteando. Su segundo atendía por Chivita, número 37. El bicho se tragó las alevosas varas traseras que le puso Antonio Muñoz desde la Grúa-Equigarce y recibió inspiradas banderillas de parte de Raúl Ruiz, a quien no dio facilidades para su labor. Cuando Fortes se va al toro la moneda está en el aire, si bien el toro ha demostrado ciertas señas aprovechables para el toreo. El principio de la faena se mueve en las ya tradicionales dudas y prevenciones que nos hacen ponernos en lo peor, pero el torero se va centrando con el toro y cogiendo confianza después de una serie de derechazos y la segunda parte de la faena es más compuesta y más compacta y estructurada con unos naturales de largo trazo, aguantando por tres veces la posición sin descomponerse con las miradas de Chivita y con mucho derroche de elegancia en las formas. Muletazos al natural con esta largura contemporánea, que excluye el remate a la cadera, adobados con los finos modos de Fortes que recibieron el reconocimiento de la afición, a quien el malagueño dio la alegría de no defraudar a los muchos que habían venido a los toros por él. En cualquier caso, faena a más, como las buenas, una vez más echada a perder por el mal uso del estoque.


Y hemos dejado para el final a Morenito de Aranda porque es el que más nos gustó, vistas las condiciones del oponente, porque conviene apreciar lo que hacen los toreros siempre en relación al enemigo que tienen enfrente. Su primero fue el Araúz/Villagodio llamado Chistero, número 57. No sabemos cuál sería el chiste, pero desde luego no tenía nada que ver con la bravura, la casta o, al menos la raza. El bicho era más soso que el pan de molde. Grandón, con cara de que se iba a comer el mundo y luego resultó ser un pelmazo al que solamente se le ocurría embestir a cabezazos descompuestos. Morenito no dictó precisamente un tratado de cómo matar a un toro a estoque. Recibió dos avisos. La parte buena del de Aranda vino en su segundo, Campiña, número 38. En banderillas se ve la condición del toro cuando galopa hacia la torería de Iván García que le deja dos soberbios pares que arrancan las ovaciones más fuertes de la tarde. El toro tiene una embestida vibrante, encastada y nada estúpida, ante la que Morenito toma sus precauciones, sin acabar de confiarse de lo que pueda pasar. Lo pasa primero por la derecha, citando a distancia, más bien despegadillo y, viendo cómo el animal se le revuelve en el segundo muletazo de otra serie, se cambia la muleta a la zurda ganando poco a poco la posición óptima, dominando al toro, llevándole sometido y mandado, componiendo un trasteo muy de verdad. Cuando parece que todo está bajo control, en el remate de un pase de pecho el animal engancha y zarandea al torero echándole al suelo. Tras el susto vuelve Morenito a tomar la muleta con la derecha en una nueva serie bien situado y le acaba de sacar al toro lo que tiene por ese pitón antes de volver a la mano izquierda a rematar su faena por naturales, aguantando y citando con gran verdad. Faena a más, rematada con cuatro ayudados por bajo de mucha torería y otro nuevo fracaso con la espada.






ANDREW MOORE

















FIN