Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Madrid es la ciudad de Europa con peor calidad de vida, aunque los futbolistas que pasan por Madrid, como no leen ni los estudios de mercado, se queden en Madrid a vivir. Y la ciudad de Europa con mejor calidad de vida es Viena, donde los escolares continúan cantando a coro, como los dejara Stefan Zweig, con sus enternecedoras vocecitas el “Dios guarde al emperador”. La Viena del doctor Freud, de Wittgenstein y de Popper frente al Madrid del doctor Montes, de Gabilondo –el metafísico– y de Marina, ese logos de Educación para la Ciudadanía. En Viena, según Zweig, todo lo que se expresaba con música o color se convertía en motivo de fiesta, y la ambición de todo verdadero vienés era tener unas “buenas honras fúnebres”, con mucha pompa y un gran séquito: “Un verdadero vienés convertía incluso su muerte en un espectáculo para los demás.” Pero, mientras uno esté vivo, entre Viena y Madrid, casi mejor Madrid, a pesar del estrés de las obras de Gallardón, que empiezan a hacerse intolerables, y del “spleen” de la niebla invernal, que es una cosa con la que no han podido los tetones del Cambio Climático. A mí, esta visión de Madrid como el campo de trincheras en la niebla de Verdún me deprime mucho, aunque en seguida pienso que peor está Wyoming, que quieren acabar con su carrera, y concluyo que no tengo derecho a la queja, ni siquiera del pico y la pala de Gallardón, que va por el PP más despistado que un gato en una fábrica de sifones, por decirlo a lo Duque, el castizo míster del Leganés. No sé qué lugar ocupará Leganés en el estudio de Mercer, pero ¿se imaginan ustedes lo que debe de ser quedarse sin tabaco en Viena a las cinco de la tarde? Los de Barcelona nos mandaron al señor Buqueras y Bach a imponer en Madrid los horarios de Viena, pero Madrid, la pobre, aguanta. Aguanta incluso que le corten otra vez la calle de Jorge Juan después de que el alcalde la inaugurara hace cosa de un mes, pero hasta aquí llega el folio y de esa calle hablaremos otro día.

