Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El primer ministro belga Bart De Wever salvó los muebles de la Unión Europea como Thibaut Courtois, otro belga, salva los puntos del Real Madrid, por obstinación, flamenca en el caso del primer ministro, que se sentó en el cofre de los activos rusos para impedir que Rosie (alemana nacida en Bélgica) y Merz los urraquearan en nombre de Europa, cuyos representantes que a nadie representan, con el pretexto de la guerra, se han conformado con sacarle el dinero a los de siempre, es decir, a sus contribuyentes, que para eso se inventó el Estado, al que los liberalios visten con el gorrito navideño del Derecho, viniéndoles a quedar un pleonasmo, “Estado de Derecho”, sobre el que asientan la “patocracia bioleninista” de la UE.
España, para seguir jugando a la guerra, ha puesto sobre el tapete de Bruselas un préstamo que sale a doscientos “leures” por español. ¡Ah, el “vivaz espíritu jurídico” del español, que decía Albornoz! Para celebrarlo, la mitad de los extremeños corrieron a votar el domingo, prueba de vigor partidocrático. “No taxation without representation!”
Ni que decir tiene que los doscientos “leures” del españolejo no van a la guerra, esa abstracción; van al poder invisible de la Corporación, que es la que manda. En su “América Sociedad Anónima” recordaba Halevi cómo la Corporación adquirió poderes de “persona artificial” en 1844, cuando el Tribunal Supremo decidió que la Corporación podría considerarse persona legal.
–La Corporación consiguió este estatuto legal a través de una cláusula de la Enmienda 14 de la Constitución de Estados Unidos, especialmente diseñada para incorporar al sistema judicial a los esclavos recién liberados.
Para la ley, el “objeto-esclavo” había pasado a ser ciudadano “de color”. Y por esta gatera de oportunidad legal, la Corporación, “sistema-objeto”, lograba los derechos de cualquier ciudadano, pasando a ser “persona artificial” ante los ojos de la ley. Al final, este birlibirloque del “Estado de Derecho” se desliza entre una y otra piel a conveniencia, de lo que se encargan ejércitos de abogados, que han creado la cultura empresarial que premia la extracción de recursos (por los mismos medios que ejércitos de profesores han creado la cultura universitaria que premia la locura). En nombre de la Corporación, aunque sin nombrarla, Sánchez pide dinero para la guerra, y el españolejo responde: “Ahí van doscientos ‘leures’”. De los demás asuntos españoles se ocupa Bélgica. Un belga imputado por blanqueo de dinero, Didier Reynders, arbitró la repartija de lo judicial entre los juriconsultos Bolaños y Pons, mientras en Waterloo, que es Bélgica, dos atlantes del 78, Otegui y Puigdemont, han negociado en armonía de espíritu constitucional la colaboración “entre naciones”. En Bélgica, Rosie y Merz se llevaron a De Wever de cena de Navidad. Mas para Lutero, el padre de la mentira, de la astucia y del fraude (“List, Tücke, Schalkheit”) es el Demonio, “un asaltante y un ladrón”.
[Martes, 23 de Diciembre]

