Pepe Campos
Cuando un equipo juega bien al fútbol todo es coser y cantar, lo bueno es excelente y lo malo se transforma en práctico, pues incluso las derrotas encaminan al equipo hacia otra etapa de mejora y de buenos resultados. Me vienen a la mente muchos equipos clásicos con estas características, por ejemplo, el Inter de Luis Suárez o el Ajax de Johan Cruyff, o bien el Bayern de Franz Beckenbauer. Se convirtieron en equipos que jugando bien eran invencibles y jugando mal podían ganar (que se lo digan al Atlético de Madrid). Un equipo de estas características establecía una línea de juego y se jugaba de memoria. Los jugadores se conocían a la perfección y las incorporaciones a sus líneas eran escasas y acertadas. Los entrenadores no tenían más que poner a los mejores y dejarles jugar a su gusto, siempre alrededor de la presencia de un líder que ya hemos nombrado más arriba. En ocasiones esos equipos entraban en un pequeño atasco de juego (por lesiones o por cansancio de los jugadores, debido a que se mantenía en el equipo inicial a aquellos que no estaban en racha: eran otros tiempos), obstáculo del que salían al poco, pues existía paciencia en los entrenadores, en las directivas y en las hinchadas. Así le ocurrió al Real Madrid en 1987 cuando llegó Milan Jankovic, que cosió aún más al equipo y le llevó a realizar un juego de enorme precisión en la posesión y en el pase. Podríamos pensar que Jankovic es el jugador que le falta hoy en día al Real Madrid de Xabi, un medio que haga jugar al resto del equipo desde el orden y la armonía en el centro del campo. Un orden que quería introducir Xabi en el Real Madrid en agosto, pero que se ha ido convirtiendo en desconcierto. Y cuando el desbarajuste se adueña de un equipo de fútbol, ya todo se traduce en no dar pie con bola. Eso es lo que le está sucediendo al Real Madrid, que ha caído en una completa descoordinación. A ningún jugador le salen las cosas (no pensemos en Mbappé), principalmente porque no hay un centrocampista que una y pegue el juego de todos los demás (Kroos). Y cuando un equipo comienza a jugar mal no hay forma de reconducir las cosas, a no ser que exista mucha paciencia, buena mano izquierda o un giro hacia adelante. En esas está este Real Madrid de Xabi.
Puede que la etapa de Ancelotti haya terminado demasiado rápido. Él, un sabio del fútbol, hubiera ido encontrando las claves. Hubo impaciencia, por aquello de ganar títulos y se le buscó un sustituto, sin trabajar primero la creación de un nuevo medio campo sin Kroos, Modric, ni Casemiro. En el ínterin no se han encontrado los recambios adecuados (Ceballos no da regularidad a su juego, Valverde no es un organizador, Bellingham no es un seis clásico, Camavinga está todavía a un paso de la madurez y vive plagado de lesiones, mientras Güler no posee consistencia), y desde este punto de partida no hay forma de que se genere una línea de creación sólida y constante. Nos hemos olvidado de nombrar a Tchouaméni, que es un jugador de corte, pero no de confección, por lo cual no es suficiente para esa consolidación del medio campo, aunque Xabi sí ha sabido colocarle en su lugar. El equipo está entonces en búsqueda de un equilibrio que no llega porque tal vez no tenga al jugador adecuado que se haga dueño de ese centro del campo, por claridad de ideas y por capacidad de marcar los tiempos y la salida del balón. ¿Dónde está ese jugador? Aquí aparece la primera falla del Real Madrid como institución futbolística, pues da la impresión que la cantera no abastece suficientemente de jugadores cuando es necesario encontrarlos. Hay que contratarlos en el exterior. ¿Existe ese jugador hoy en el mundo para el Real Madrid, es decir, un seis clásico o un medio volante organizador? Todo son miradas hacia Vitinha, Rodri, Zubimendi, De Jong o Pedri. Jugadores todos de otras formaciones y sin posibilidad de hacerse con sus servicios. Un tipo de jugador valioso pero escaso en el panorama actual. La rapidez con la que se juega actualmente ha ido arrinconando a ese jugador de pausa y de visión de juego. Lo normal ahora es confeccionar alineaciones con jugadores que sepan presionar y que corran todos los minutos, ya que cuando desfallecen se les sustituye, que para eso hay cinco cambios, o la solución de multitud de compras y ventas en todas las plantillas todas las temporadas. Si observamos, en el último City que jugó en el Bernabéu, del anterior sólo quedaban Rubén Dias, Foden y Benardo Silva. En poco tiempo en las plantillas se elimina todo lo que no corre. En ese sentido el fútbol moderno no admite a tanto jugador asentado en un equipo, base de la idiosincrasia de un Real Madrid.
De aquello que pretendía Xabi en agosto ha ido quedando poco: pues según hemos sugerido no ha encontrado la armonía ni el orden necesarios. Así, al margen de Courtois y de Mbppé, que mantienen un nivel, otros jugadores se han ido debilitando. En ello ha influido la ausencia de una claridad de ideas, que no existe, y la avalancha de lesiones. Digamos que la mala suerte también entra en liza. La línea defensiva del Real Madrid no ha tenido tregua con las lesiones, las más determinantes en el lateral derecho (principalmente, desde mi punto de vista, la de Alexander Arnold, un jugador clave como se vio el día del Atheltic de Bilbao) donde no ha aparecido ningún canterano especialista. Carvajal, lesionado. También, fundamental, la lesión de Militao en el centro de la defensa. Por ello, Huijsen se ha ido descolocando, y ha acusado las lesiones. A Rüdiger le ha faltado poso. Alaba sigue sin contar. Bien, Asencio, que se convierte en un nuevo Nacho, jugador de Club. Carreras ha cumplido, aunque ha evolucionado a menos. La alternativa de Fran García no ha funcionado. Mendy, eternamente lesionado. De nuevo decir que aquí en el lateral izquierdo no ha subido un jugador de la cantera con garantías. Ni en el centro de la defensa. Algo ocurre con la cantera. Si pasamos a la línea medular, tampoco ha existido una quietud en las formaciones, que tal vez sea otro motivo. El día del Bilbao surgió la mejor alineación, con Tchouaméni, Valverde, Camavinga y Bellingham. Sin continuidad. Estos cuatro jugadores juntos poseen fuerza y dinamismo, si bien no juego de dominio. Pero al menos sería algo. Si vamos a los jugadores de arriba, sabemos que Mbappé está en plena forma, mientras Vinicius se muestra en la intermitencia (determinante en ocasiones y en otras alejado de su mejor versión). Un caso claro de acoso mediático (ahí está ese programa nocturno futbolístico, en tv, con periodistas que trabajan para clubes —y posiblemente con contactos interesados con representantes— que le han creado una imagen demoniaca cuando el fútbol siempre ha sido así y no hay por qué escandalizarse del protagonismo de los futbolistas). En el caso de Vinicius no hay paz, o entra por el aro del periodismo mediático o se le lincha públicamente como está ocurriendo para que el piperío le acuse y le señale. Es lo que está ocurriendo. Da la impresión que existen intereses de movilidad de mercado para echarle y en ello están trabajando.
Por último, no se entiende que Rodrygo, que rinde por la derecha, no haya tenido participación hasta hace poco por esa banda. Por el camino, ha desaparecido Mastantuono, con su compromiso, y Brahim no ha podido llenar tanto hueco cuando era solicitado. Finalmente, no se comprende que Xabi no haya visto más a Endrick. Ancelotti le sacó más partido. Y Gonzalo ha cumplido, sin más. Si miramos hacia el final de la temporada, el Real Madrid está como al comienzo pero más al límite, con sucesivas dudas en el juego. Con la ausencia esencial de un director de orquesta, a lo que se le ha unido la plaga de lesiones, y jugadores que no han dado el paso hacia adelante, posiblemente porque falta un Milan Jankovic (ya referenciada) que retenga el balón lo justo, que lo devuelva en el momento adecuado, que nunca lo entregue al contrario, sino al jugador mejor situado, con pausa, tranquilidad, sosiego, rapidez cuando sea requerida y siempre eligiendo la mejor opción, y con un dominio del juego en corto y hacia arriba, acierto en la vertical, en cualquier terreno del campo. Pensemos que de aquella Quinta del Buitre (la base, la cantera) que se encontró Jankovic, a su lado, hoy, Valverde sería como aquél Michel, Bellingham podría funcionar como Martín Vázquez, Tchouaméni una versión de Sanchís y Carreras haría de Gordillo. Vinicius se podría disfrazar de Butragueño y Mbappé de Hugo Sánchez. A Carvajal (que no está) de Chendo y forzando mucho las cosas, Asencio por Camacho. Aunque Courtois superaría a Buyo. A pesar de todo, se aprecian desajustes. Y si seguimos mirando a aquellos jugadores, no vemos hoy a un Gallego (diez o líbero, con pausas y criterio), ni a un Jankovic (como hemos resaltado), una especie de goma de borrar y de pegamento en el centro del campo. Tampoco está un Leo Beenhakker. Un entrenador de intercambio de posiciones y de dejar jugar, de dar libertad.
Esto nos lleva a comentar que una de las cuestiones que más han cambiado en el mundo del fútbol, que es la figura del entrenador. De aquel entrenador que manejaba la experiencia y buscaba al mejor jugador en cada puesto, hemos pasado al entrenador/autor que quiere implantar un esquema a toda costa. Un esquema presionante en el juego y un dirigismo automático para que los jugadores cumplan misiones tácticas, territoriales o por zonas; con poca flexibilidad a la hora de ver las cualidades individuales de los diferentes jugadores a su cargo; así, puede generarse el encorsetamiento si no se dispone de una plantilla con especialistas en cada puesto, como sí tienen el Manchester City o de Paris Saint-Germain, es decir, una plantilla ideal donde las misiones y los estados de ánimo cuentan, tanto como una buena billetera para poder formarla, sin romanticismos. Es el éxito de estos dos equipos citados y de sus entrenadores actuales. Pero no creo que sea el caso de un Real Madrid donde se apuesta por la identificación con jugadores concretos que deben tener un recorrido curricular en la entidad, la de sostenerse durante años y ser identificados por la afición. Aquí (en el Real Madrid) no vale hacer desaparecer a la mitad de la plantilla para ser sustituida por otra. Es uno de los retos que tiene entrenar a este Real Madrid, que pasa por adaptarse a sus jugadores; si bien es cierto que no se puede renunciar a la otra componente, la de innovación que prima en el fútbol actual, que no es otra que la de «todos a correr, a toda prisa, que para eso hay banquillo». Atrás, en el tiempo, ha quedado la etapa del dominio del juego por la posesión constante del balón. Ahora, ha aparecido el dominio mediante la velocidad en el juego (véase el Chelsea, para no ir muy lejos). Pues bien, en ninguna de estas dos escuelas últimas ha militado el Real Madrid, ni creo que vaya a militar. Por eso el Real Madrid es otra cosa. El Real Madrid es sobre todo la tradición del fútbol y hay que saber encontrarla. Veremos qué sucede en lo que resta de temporada. La de mayor contenido y atractivo.



