miércoles, 31 de mayo de 2017

El edificio



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Un edificio resume Europa: el nuevo edificio de la Otan en Bruselas, costeado (el triple de lo presupuestado, al estilo europeo) por los contribuyentes americanos.

No quieran saber lo que ha costado –dijo Trump, vestido de cobrador del frac, a los morosos narcisos en la inauguración.

El edificio es monstruoso, y el escritor ruso Nikolai Starikov ha visto en su diseño el símbolo rúnico de las SS tan claramente como pueda verse la planta fálica en la casa de placer de Ledoux, quien pretendió hacer inteligible el racionalismo blasfemo de su arquitectura.

La visión de Starikov en Bruselas no es el sueño de Dostoyevski en Dresde, pero nos recuerda que en arquitectura somos hijos del “constructivismo”, que vino de Rusia, única razón (¡el contrabando de ismos!) de que hoy, después de tres décadas sin Guerra Fría, siga en pie la Otan.

El constructivismo busca su ideal de lo razonable en la relación de medios y fines: mil doscientos millones de euros ¿para qué?

Para un lugar de diálogo –contesta Stoltenberg, secretario general de la cosa.

Si América pone el dinero y los soldados, Europa pone el diálogo, que incluye una oración por la conversión de Rusia, que al parecer es una oligarquía, pues salió de una dictadura. En Aristóteles y en Polibio está que de una dictadura sólo se puede pasar a una oligarquía, menos en la UE, donde Alemania pasó de Hitler a la democracia; Italia, del Duce a la democracia; Francia, de Pétain a la democracia; Portugal, de Salazar a la democracia; España, de Franco a la democracia… Rusia, en cambio… ¡Ay Rusia! Marx la consideró responsable de “la reacción” allá donde ésta se hallara, con Putin de duende de la urna en Washington, en Londres... o en Ferraz.

Nosotros los centroeuropeos vivimos “sous l’oeil des Russes” –dice Carl Schmitt.

Por eso ese edificio de la Otan, metáfora de los cuatro desplazamientos del espíritu europeo: de la teología a la metafísica, al moralismo humanitario y finalmente… a la economía.