Montesquieu
MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN
En la primera democracia, la ateniense, salvo el poder ejecutivo, nombrado por el voto y controlado cuarenta veces al año por el pueblo reunido en Asamblea, los otros dos poderes del Estado, el Poder Legislativo, centrado básicamente en el Parlamento o Boulê, y el Poder Judicial, compuesto por los heliastas o dikastas, eran sacados por las tintineantes balotas de la divina Suerte. Sólo el que tiene fe sincera en la igualdad constitutiva de los hombres prefiere el sorteo al voto. Y los atenienses –y siracusanos– creían sinceramente en esa igualdad. De hecho el voto supone una quiebra palpable de esa fe en la igualdad. El sorteo fundamentó la primera democracia, en tanto que el voto fundamenta la aristocracia y la oligarquía. Pero es que además el sorteo no para de extenderse durante la historia de dos siglos de democracia ateniense como la mejor manera de resolver los problemas de corrupción, pecado inherente a todo poder político. Sorteo, dokimasía o examen de actitud, tiempo efímero en el mando, destitución del mismo en cualquier Asamblea y euthýna o rendición de cuentas al término del mandato son los cinco mecanismos fundamentales para garantizar continuamente la prevalencia de los idiotas, esto es, de los ciudadanos ordinarios.
El viejo Platón, en su polis ideal de 5.040 ciudadanos, que describe en Las Leyes (738a), afirmaba que, si bien el sorteo tiene algún inconveniente, puede conducir, sin embargo, a buenos resultados si la divinidad lo dirige y, además, es la única garantía que se opone al predominio absoluto de las clases altas, que pueden corromper el voto pero no la suerte, y de las clases cultivadas. Y lo que nos debe quedar patente y aerófano es que la elección por sorteo es la metodología básica, fundamental y definitoria de un régimen llamado Democracia. Sobre esto también Montesquieu es absolutamente concluyente: «La elección por sorteo es propia de la democracia; la designación por elección corresponde a la aristocracia. El sorteo es una forma de elección que no ofende a nadie y deja a cada ciudadano una esperanza razonable de servir a su patria (…) Solón dispuso en Atenas que se nombrasen por elección todos los cargos militares, mientras que los senadores y jueces serían elegidos a sorteo (…) Para corregir la suerte estableció la dokimasía» (examen moral básico que se hacía a los que la Suerte había elegido, y que constaba de preguntas como ‘¿Honras las tumbas de tus ancestros?’,’¿Ayudas a tus padres?’, ‘¿Con quién viven tus padres?’ o ‘¿Quién educa a tus hijos?’), «y que cualquiera pudiese acusarle de indignidad para el cargo (apocheirotonía o propuesta de suspensión a mano alzada en la Asamblea) durante incluso cualquier momento del mandato. Este sistema participaba a la vez de la suerte (Democracia sensu stricto) y de la elección (Aristocracia sensu stricto). Cuando acababa el período de la magistratura, debía sufrir el político otro examen sobre su manera de haber procedido» euthýna, y si se comprobaba que el político había robado se lanzaba al báratro). (Del Espíritu de las Leyes I, 2 .
Cuando se detectaban casos de corrupción, incluso con el sorteo, los atenienses dificultaban entonces las futuras corrupciones con más sorteos sobre los sorteos previos. Por ejemplo...
Leer en La Gaceta de la Iberosfera