JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Tras el “lunes de descanso” que ha recetado este año la razón social Plaza-1 porque a ellos les da la gana, ahora la novillada toca en martes. Esta semana, queremos decir, porque la semana pasada se les ocurrió que había que librar el martes para no dar toros en el aniversario de Joselito, que a Taurodelta le hablas de Joselito y es como si a mí me hablas del Dalai-Lama. Martes de novillos, pues, y de llovizna. En el cartel anuncian la ganadería del Parralejo que nos da la oportunidad de ver la tercera corrida seguida de procedencia Jandilla. Para los que andan por ahí pidiendo diversidad de encastes, pues aquí tienen a las liebres corriendo por la mar y por el monte a las sardinas. Tres jandilleces en cuatro días, y eso porque hubo uno de libranza, para que el aficionado pueda deleitarse y comparar tres coupages diferentes: el de la pura jandillería, hierro de Jandilla; el del Jandilla revirado tras su paso por las manos del ganadero que se compró jandillas y los ha transformado en la negación de Jandilla, Fuente Ymbro, y hoy los jandillas algarreños y ventorrillanos del Parralejo que han sacado más parecido a lo que quiere el que se agarra a ese encaste o línea o bingo o lo que sea, en este caso una Sociedad Limitada, que es echar el resto en la cosa de la «toreabilidad», el último tercio del festejo, y olvidarse de que hay otros dos tercios por delante.
¿Y qué tal los Parralejo? Pues, como dijo el clásico: «¡bien, gracias!» Con su chispita de falta de fuerzas, más acusada en el primero de la tarde; con su chispita de mansedumbre, que eso nunca molesta, y de geniecillo como el sexto; con su ir y venir por la Plaza sin fijarse y encapricharse del picador de reserva… y al llegar la cosa muleteril pues entregar unas embestidas de lo más pastueñas y entonadas y no pasar factura a los novilleros por sus errores y defectos. La novillada ha sido un sueño para los toreros, un guirlache, una tartita de ésas que vende Noelia Tomoshige en Getafe, un regalo caído del cielo de los toros tontos y entregados a tres muchachos que han visto pasar ante ellos el tren, pero que ninguno ha sido capaz de subirse a él.
Siempre decimos que a toreros de poco recorrido les vienen mejor las corridas complicadas, porque si no les pasa lo que hoy les ha ocurrido a Jorge Martínez, a Jorge Molina, de Torrijos y nuevo en la Plaza, y a Sergio Rodríguez, de las Navas del Marqués y también nuevo en esta Plaza. A estos tres les echas la de Los Maños del otro día y, quien más, quien menos, se pone del lado de los chicos y se compadece de lo mal que lo están pasando, pero les echas unas yemas de San Leandro como las de hoy de Montealto y lo que resalta principalmente es la ocasión única que están dejando pasar.
Esperábamos a Jorge García tras su prometedora presentación en Madrid hace un año por ahora con novillos de Fuente Ymbro que, a despecho de sus imperfecciones, nos pegó un aire fresco de torería clásica saludada por la afición como se saluda a la lluvia tras la sequía. No le vi en la Feria de Otoño, pero ahí queda el dictamen del Doctor Pepe Campos: “El resumen de la novillada, a excepción de algunos pasajes de la actuación de Jorge Martínez, se podría resumir en «Ni fu, ni fa»”, y hoy el definitivo jarro de agua fría en dos actuaciones en las que el murciano no ha dado pie con bola. Un año ha tardado el taurinismo en cargarse al chico: en vez de acrecentar lo bueno que tenía, se han dedicado a atarle piedras al cuello y con ese bagaje le quieren dar la alternativa en Almería. En su primero dejó un par de naturales, pero con las caídas del toro y lo poco que se entendieron ambos da la impresión de que nadie le estaba atendiendo. Mata de estocada algo rinconera. En su segundo, otro saco de vulgaridad, sin acoplarse y sin que sus muletazos reciban un solo ¡ole!, ni siquiera un ¡bieeen!, que tanto prolifera por ahí. Lo echa al suelo de media tendida perdiendo la muleta.
Jorge Molina también es testigo de cómo se le van a ir los dos novillos con las orejas prendidas al cuerpo sin que sus desvelos fueran capaces de levantar pasiones. Comenzó por bajo la faena y acaso eso sea lo más reseñable. Estocada delantera soltando la muleta, aviso y descabello es el balance para este toro. Su segundo es de esos toros que, por lo que sea, le cogen gato los de las cuadrillas y el resultado es una capea o descalzaperros en el que casi todo el mundo pierde los papeles. Cuatro banderillas en el toro en cuatro pasadas es el balance de la lidia de fiestas patronales del novillo. El tiempo que duró el novillo fue excelente y luego se rajó o se aburrió. La faena se desarrolló en diversos lugares y acabó en chiqueros donde pincha, luego se queda en la cara siendo atropellado por el toro y a la tercera lo consigue. Aviso.
Y el abulense, Sergio Rodríguez, elegantemente vestido de purísima y oro y sin atisbo de espumillón. Así se viene a Madrid. Luego, tras un centenar o más de capotazos, el novillo es la neta máquina de embestir por el derecho, que por el izquierdo había que currar más, y ante él, el despeñarse a menos de Rodríguez que va viendo como el novillo se le escapa como agua en las manos y continúa en un trasteo muy largo en el que ensaya lo que sabe, le pegan un aviso y mata a la tercera. En su segundo, el más complicadillo del encierro, comienza a llover y las artes de Sergio Rodríguez no tienen más poder que la lluvia para aguantar al público en el asiento. Estocada delantera quedándose en la cara, estocada tendida echándose fuera, aviso y muchos descabellos es su balance.
De nuevo Juan Carlos Rey nos dio una gran tarde con ese imposible vestido “maquillaje y plata” que ya sacó el otro día. Presidió el inefable Timi, que hoy no dio la nota y, como apunte curioso, el que pinta las rayas no salió a trazar su besana al arrastrar al tercero, que el hombre debía estar en la hora del bocadillo, según el Convenio vigente. Salió al morir el cuarto, cuando de las rayas ya nada quedaba.
El 7
ANDREW MOORE
LO DE MARTÍNEZ
LO DE MOLINA
LO DE RODRÍGUEZ
FIN