Al pequeño Timi
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Después del lío de ayer, del que muchos de los que estaban en la Plaza ya hoy ni se acordarán, ahí están los que sí tienen memoria presentando un escrito a la autoridad correspondiente en el que se pide la destitución de Timi como Presidente de corridas en Las Ventas y pasando a la firma en el tendido unas hojas en las que se solicita el apoyo del que quiera firmarlas en el mismo sentido. La que pasó a mi lado tardó menos de tres minutos en estar rellena por completo y ahí fueron las firmas con el sincero deseo de no tener que volver a ver a Timi subido en el palco manejando los trapos de colores con el mismo criterio con el que los manejaría un chimpancé. Verdaderamente le deseamos a Timi los mejores éxitos en el mundo del golf, de la filatelia, de la bibliofilia o de lo que le guste, pero en verdad deseamos no volver a tener que verle sentado en el palco, ni siquiera donde los invitados de detrás.
Hoy viernes, tercera de Feria, las mentes pensantes de Plaza 1 (Simón Casas SAS, Nautalia Viajes SL UTE) estimaron como lo más adecuado programar una corrida de toros de don Juan Pedro Domecq Morenés. No una de «eliminando lo anterior», de ésas que compran un lote de vacas juampedreras para quitar lo que fuera que tuviesen, de eso nada, que hoy lo que salía por chiqueros iba herrado con la V de Veragua y portaba la escarapela con cintas blancas y encarnadas, que si el programa de la tarde lo hubieran hecho los que lo hacían antes nos habrían dado cumplida cuenta de cómo «el fundador de esta estirpe de ganaderos don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio compró a principios de 1930 la ganadería del Duque de Veragua a Manuel Martín Alonso…etc.» Nos quitaron la ilusión de ver esas letras mil veces reiteradas y a cambio nos dieron la novedosa información de que «la prontitud, la codicia y la clase son las virtudes principales de esta divisa…», divisa a la que diversos diestros de la parte alta del escalafón a los que no debe molara ni la prontitud, ni la codicia, ni la clase, han puesto ya la proa por la cosa del deleznable producto que esta vacada viene ofreciendo. Digamos en la parte positiva que la corrida, herrada con el 7 excepto el segundo toro, fue seria y bien presentada, la primera corrida de toros de lo que llevamos de Feria con cuajo y hechuras para Madrid.
Para la cosa del toreo se trajeron a Daniel Luque, cuyo padre me invitó a un suculento café hace unos lustros y que acaba de triunfar en Sevilla tras dieciséis años de alternativa; a Ángel Téllez, que tanto nos deslumbró el año pasado; y a Francisco de Manuel, que es natural de Madrid.
Lo primero, al inicio de la tarde, se produce una profecía. Parte Luque hacia el toro primero a hacerle un quite de fantasía a base de cordobinas, según nos cuenta uno que chana, con ese pedazo de capote que se gasta, y enseguida aparece Téllez a dar su réplica por gaoneras. En los medios cita al toro y la voz profética exclama:
-¡Vas apañao, Téllez. No hay quien te ampare!
Y en el momento que el augur finaliza su fatal predicción, el toro se abalanza en rectitud hacia el torero propinándole un fortísimo golpe que le deja tirado en la arena tan largo como es a la espera de que lo recojan los que vienen a asistirle y se le lleven a la enfermería.
Esta circunstancia va a variar el rumbo de la tarde, puesto que, a la espera de que Téllez se recupere del mamporro que se ha llevado, se correrá turno y la secuencia de la corrida se verá alterada. Esto lo explicaría perfectamente Manolo Morán, tal y como lo hace en el film «Tarde de Toros» (1956) de Ladislao Wajda, con lo que Luque lidia el primero y el cuarto, que se corre en tercer lugar; Francisco de Manuel el tercero, que se corre en segundo lugar, y el sexto, que sale en quinta posición y Téllez, una vez repuesto, el segundo que sale en cuarto lugar, y el quinto, que sale el sexto de los chiqueros. Vamos, que si te pilla un turista al lado te vuelves loco para hacer que entienda la cosa.
El primero, el del atropello, era Tiniebla, número 35. La parte pública de su vida no fue en absoluto ejemplar: proclamó su absoluta falta de fuerza tras acometer de manera segura a la muleta que Luque le proponía cuatro o seis veces, que es el tiempo que le duró la poca gasolina que le quedaba. Un inicio a pies juntos en el 10 al que apenas nadie hizo caso fue el punto de partida de la obra y ahí el toro se iba y se venía, luego el viento estorbó y se fue a otros terrenos, hacia el 6 y luego al 5 y en esos desplazamientos se iba agotando el fuelle de Tiniebla, que al final ya casi ni se movía. El animal tenía unas condiciones de bobería supina, pero no se movía y con eso ya no hay nada que hacer en el mundo del neotoreo. Lo mató en el rincón de Julián, perdiendo la muleta. Su segundo era Lingotazo, número 60, un guiño a los que van a los toros a cocerse a copas, que fue un compendio de descaste, sosería y falta de interés, y como dijo el aficionado R., «cuando marzo mayea y mayo marcea, Luque luquea», y eso es lo que hizo Luque: luquear como tantas y tantas veces le hemos visto. Otra más.
Infinito, número 59, era el primero de los que sorteó Francisco de Manuel, al que quiso torear de rodillas para luego levantarse y luego volver de hinojos, que el viento estorbaba un montón, la verdad sea dicha. El bicho tenía menos fuerza que un caracol y lo proclamaba pegando unos calamocheos que pedían a gritos un cencerro. El joven diestro estuvo porfiando con el Juampedro a ver si por aquí, a ver si por allá, pero la cosa no sólo no arrancaba sino que se hacía larga y tediosa, como esperar que llegue el turno de tu numerito en la oficina de correos, y a lo tonto le tocaron dos avisos. Su segundo fue Reposado, número 86, con el que José Cruz dio un mitin en el (inexistente) tercio de varas. El toro, rabiosillo, sacó cierto coraje y puso en aprietos a la impericia del piquero que iba pinchando en diversas partes del toro provocando el enfado de la afición. En las dos entradas pasó lo mismo, que hay algunos que no aprenden. El toro tenía su puntito de guasa y de mala leche y de alguna manera dio a entender por qué los pitiminís del escalafón le hacen ahora mohínes a la juampedritis. Francisco de Manuel quedó inédito.
Y Téllez, que si lo llega a saber se habría quedado en la enfermería, pechó con lo que podríamos llamar el mejor lote. Su primero, Verderón, número 183, dio la versión de toreabilidad extra, sin un mohín o una mala acción que distrajese al torero. Algún retazo en su manera de ir al toro o esa manera tímida de presentar la muleta nos recordaron al Téllez/2022. Un espejismo, porque allí lo que salía era adocenamiento y vulgaridad sin interés. Mató tirando la muleta. Un año han tardado en acabar con él. Su segundo fue Teatrero, número 249, el toro más interesante de la corrida, y no es que fuera el ogro, pero tenía su mala baba y sus teclas que tocar y Téllez no consiguió encontrar ninguna de ellas. Había que currar con el toro y a esas horas los que quedábamos en la Plaza estábamos deseando ver caer a Teatrero para irnos a tomar una taza de caldo, porque el que nos había preparado Téllez nos había dejado bastante fríos. Estábamos deseando vivir en nuestras propias carnes lo del cambio climático ése del que todos hablan y, efectivamente, la tarde de hoy ha sido como un pequeño anticipo de la edad de hielo ésa que dicen que se nos avecina. También la cosa tiene sus efectos positivos, pues las ganas del personal de calentarse un poco las manos ateridas hicieron que Juan Navazo se llevase una ovación desmesurada, que le llevó a saludar montera en mano.
Téllez
ANDREW MOORE
LO DE LUQUE
El rincón de Julián
LO DE MANUEL
LO DE TÉLLEZ
FIN