lunes, 8 de mayo de 2023

Vinicius y los hinchapelotas

   

   Un Hinchapelotas (chirigota del Vera Luque, Carnaval 2012)

 con mi chico

Francisco Javier Gómez Izquierdo


            Mi drogadición por el fútbol y mi nomadismo laboral me ha llevado a completar una especie de religión cuyo Vaticano estaría en El Plantío de Burgos y mi parroquia en El Arcángel de Córdoba. Tengo gran devoción por Atocha y en el  templo del Sadar aprendí a querer serenamente desde la humildad de un club que sin miedo se ponía gallito en aristocráticos gallineros. De abonado osasunista asistí a los comienzos de ese Goicoechea que comentaba la final de Copa en la cadena uno y a las últimas carreras de Enrique Martín, un extremo izquierdo que aún mantiene la melena y al que he saludado como entrenador en Burgos y Córdoba.


             Como suponen, el sábado servidor iba con Osasuna y a uno, que cree saber de ésto, le pareció bien de entrada el ingenio de Arrasate para parar a ese Gento negro que se lanza como torpedo con tirabuzones en la banda izquierda para desesperación de los encargados del lateral derecho. Lesionados los doses naturales osasunistas -Nacho Vidal sobre todo-, el entrenador rojillo quiso componer uno con dos mitades: Moncayola, centrocampista tras el que andan grandes subastadores, y Rubén Peña, al que dicen carrilero pero que ni es Gordillo ni se le parece. La clave de la final estaba en esa zona del campo, la natural del extremo izquierdo atacante y la del lateral derecho defensor y así lo entendieron ambos entrenadores. El planteamiento navarro lo destrozó el que ya es el emperador mundial de ese coto del terreno del que no queda habitante que no haya puesto los pendones a sus pies. No tiene par Vinicius. Está llegando a un nivel en el que palidece Mbbappé y me da que no hay un solo madridista que aceptara cambiar a pelo, negro por negrito. Bueno, sí, alguno queda. Vinicius ha padecido reprobación de los propios y jocosidad ajena y esas humillaciones quizás las ha emperejilado no del todo bien en su volcánica cabeza pareciéndonos soberbio y altanero desde su constante quejicosidad. ¡Claro que le dan patadas -algunas delictivas- y le tocan las pelotas con palabritas por lo bajinis, a él que todo le molesta!; pero el caso es que es evidente que tiene que torear o deben enseñarle a hacerlo los toros de lidia que está condenado a encontrarse. ¡Ya, ya, difícil, casi imposible, ver un torero negro! Dije a mi doña en el intermedio que Ancelotti lo iba a cambiar:  "..lo quita seguro, porque lo echa el árbitro". Se vio la vuelta del vestuario con Ancelotti pegado a Vini dándole una especie de absolución poniéndole la mano en el hombro tras una más que segura charla conminatoria que acabaría, supongo, con un "...la próxima protesta te cambio". Calmóse Vini y se tranquilizó la furia en la Cartuja de Sevilla, pero como el mayor talento vestía de blanco (por cierto, muy bien vestidos los dos equipos), fue el que sobra a esa pareja brasileña Vinicius-Rodrigo el que decidió lo que todos sospechábamos: la victoria del Madrid.
      Enhorabuena al Real Madrid, pero gloria a Osasuna por hacerle frente con el reconocible y acreditado tesón navarro.