El Ruc Català
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Volver a “la normalidad”. Ése
sería el plan de España desde la invasión romana, lo que haría de los
españoles unos perfectos anormales.
Con su proverbial frivolidad (“la historia es como la uva, delicia de los otoños”), Ortega achacó esas anormalidades a “la alcoholización romanística de los godos” (?), y así llegamos a Ónega, que hizo decir a Suárez
lo de “elevar a la categoría de normal lo que a nivel de calle es
normal”, que es como decir “Pamplona” con un polvorón en la boca.
Primo de Rivera y Franco se pasaron sus respectivas dictaduras anunciando la vuelta a “la normalidad”.
–Es como si unos turistas
llegan a un pueblo histórico y al preguntarle al alcalde por el famoso
“castillo moro” el alcalde les contesta que lo están acabando de
construir –explica Pemán la fuerza rutinaria de la idea de “normalidad”.
“Back to normal in Catalonia?”,
se pregunta (en inglés, menos exigente con la ortografía) el periódico
global, que se responde: “If by normal we mean to abide by the norm,
which in a state guided by the rule of law means the law itself…”
¡Cielos! Esa idea de que
“normalidad es lo que se ajusta a la norma del Estado de Derecho”
(¡señores, han cantado bingo!) y tal y tal y tal procede del manifiesto
de la UDPE (Unión del Pueblo Español) de Suárez (y Ballarín, Labadíe, Pinilla, Zapico…):
“A lo largo de casi cuarenta años España ha logrado una dilatada etapa
de paz y desarrollo en un Estado de Derecho en el que la convivencia de
sus hombres se funda en el imperio de la norma”.
Normalidad, pues, nunca ha faltado en Cataluña, donde Puigdemont
representa la pícara elevación oneguiana “a la categoría de normal de
lo que a nivel de calle es normal”. Y de lo que uno alcanza por la
“judiciaria picaral”, lo anormal en este separatismo de la pícara Justina sería que los padres de la Republiqueta hubieran firmado, a lo Jefferson:
–Y, en apoyo de esta declaración, comprometemos mutuamente nuestras vidas, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor.
[Publicado en Enero de 2018]