Primera oreja de peso en la Feria
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Antes de nada hay que empezar con lo de la opacidad ésta en que se mueve todo esto de los toros. Ya no es que estemos con los bizumcogedores, que lo del sobre ya no se estila ni siquiera en este ámbito casposo, que ya se sabe cómo esos se dedican a mover el inciensario de un lado a otro según les vayan diciendo sus respectivos amos. Es que resulta increíble que en esta época nuestra en la que hasta un novillero sin caballos tiene un jefe de prensa y un community manager, en la era de la comunicación instantánea, de las fotos y los videos, del tik-tok y demás herramientas al servicio de la comunicación, sigamos como hace treinta años con que “me han dicho que han traído un camión de toros desde…”, “han rechazado la corrida entera”, “de los tres de recuelo que han traído solamente ha pasado uno” etc. El hecho es que en la tarde del martes todo el mundo daba por hecho que la corrida de toros de Luis Algarra había sido rechazada en su totalidad, por un rumor que se movió por la Plaza y aledaños, e incluso se daba por hecho que la sustituía una de Valdefresno. Esta mañana resulta que cuatro de los de Algarra valían y con dos Montalvo que pasaban por allí han recompuesto la cosa para que no pudiese haber devolución de entradas, que se presumía fuerte a la vista de la climatología y del cartel.
De la climatología nada sabemos, que con esto del cambio climático lo mismo te hielas como ayer que te achicharras como en lo del Club 3 Puyazos en San Agustín de Guadalix, pero del cartel sí que nos da en la nariz que si hubiesen dejado opción habrían sido muchísimos los que habrían corrido a deshacerse de sus boletos. Imaginemos a un abonado al que hoy se le hubiese dado la oportunidad de recuperar sus 82,10€ de una fila 2 del tendido 9, y por supuesto queda excluido de esa posibilidad el gran aficionado M.A., que asiste a todas las corridas de la temporada en Las Ventas; pues salvo el citado, la mayoría hubiesen optado por el pájaro en la mano antes que por ver en vivo el reto de los toros de Luis Algarra y Montalvo junto a los toreros Héctor Octavio García González, el Payo en los carteles, Román Collado Gouinguenet y Francisco José Espada Montoro. Y hubieran hecho mal, porque la tarde salió variada y entretenida, que afortunadamente no todo en esta vida de la afición a los toros es andar parando el tiempo o escacharrando relojes, ni andar acinturándose o levantando mausoleos de verónicas.
Primero soltaron tres de Algarra. El primero, Malaspulgas, número 25, se las sacudió encima de El Payo y resultó que no eran tantas, porque el animal resultó tirando a tonto, que hay quien a eso le llama nobleza. Se quedó un rato encelado con el caballo dándole vueltas y ahí es donde se vio claramente lo tonto que era. El Payo no estaba lo que se dice en su día bueno y la cosa de la faena se fue pasando como pasan los autobuses por Manuel Becerra. Nada que reseñar salvo el bajonazo con el que se terminó el prescindible paso por este Valle de Lágrimas de Malaspulgas.
En segundo lugar contemplamos la capa castaña y salpicada de Zapatazo, número 82, que le corresponde a Román. El tercio de varas, primera taza de Chocolate (Santiago), es una auténtica birria. Ya sé que en la colección entera de La Lidia o de El Toreo no se encuentra esa expresión en sus cientos de números publicados, pero es la que mejor explica lo de las varas en este toro. El animalito es un flan Dhul, con poquita fuerza y muchísima bondad. Román le hace correr desde lejos y eso siempre será agradecido desde aquí, pero las trazas romanescas no son capaces de resaltar las bondades embestidoras del toro, sino que más bien el público se va apercibiendo de que el toreo del valenciano está por debajo del colaboracionismo del toro. Lo que sí hace Román es gritarle mucho al toro que es algo que, la verdad, no queda bien. Lo echa al suelo de una estocada un poco delanterita.
Ya tenemos en la arena a Rastrero, número 5. De los dos primeros tercios lo único que llama la atención es la buena lidia que le da Candelas al toro y una voz que clama en el tendido “¡Fuera esta empresa!¡Fuera Garrido!” y con eso ya estaríamos en lo de la muleta, que comienza con Espada por estatuarios y, de sorpresa, cuando el toro se le viene muy cruzado, improvisa un cambio por la espalda, señal de que la cabeza está funcionando, otro estatuario y uno de pecho. Muy impactante inicio. El resto de la faena parece que se mira en el espejo de Roca Rey, con muchos pases por la espalda y poco de interés, por más que hubo muchos que se entusiasmaron con la propuesta de Espada, que toreó con más profundidad al tendido que al toro. Se perfila muy por afuera y cobra hábilmente una estocada entera perdiendo la muleta. Ahí se produce una petición de oreja que el Presidente, don José María Fernández Egea no considera suficiente, y eso que había hasta dos pañuelos pidiéndola en un burladero del callejón rotulado con el lema “COMUNIDAD DE MADRID”. Se crea polémica en los tendidos por la decisión del presidente que aquí estimamos como acertada; si llega a estar Timi le da al muchacho hasta la pata.
Tras tanto Algarra aparece el cuarto, Plácido, número 89, de Montalvo. Buena presencia y muy poquitas fuerzas son sus señas de identidad. Si quitamos la brega de Chacón, no hay nada que reseñar de los dos tercios iniciales… y tampoco del último tercio que fue muy largo y que era como ver a un tío jugando al solitario. Tocaron un aviso y El Payo acabó su actuación a base de un pinchazo y media estocada perpendicular quedándose en la cara. Finalmente tuvo que usar el verduguillo.
El segundo de Montalvo fue Monaguillo, número 67, que de tanto humillar clava los pitones en la arena y se da la voltereta, lo mismo que los novillos del día anterior. En la cosa de la pica ahí tenemos la segunda taza de Chocolate (Pedro) ante quien no demuestra Monaguillo un celo digno de ser reseñado. De primeras parece que el toro es más pastueño y tirando a manso, pero en seguida va cambiando su humor y se va descomponiendo cada vez más y ahí se encuentra con la firmeza de Román, que se viene arriba y se dispone a dar la réplica a los tornillazos que suelta el toro primero en el remate del muletazo y después en mitad de la suerte. Muy valiente y decidido Román, creciéndose a medida que el toro va sacando peores intenciones, en una emocionante faena donde pone sobre la arena de Las Ventas sus credenciales de torero, sin darse importancia. Gran decisión del valenciano refrendada con una buena estocada que le vale una justísima oreja de más peso que la mayoría de las que llevamos en la Feria. Ahí tenemos las dos caras de Román: con su primero, el toro bobo, a nadie interesó; con su segundo nadie apartó la vista del ruedo hasta que el animal rodó.
Y ya por fin la grande finale con Francisco José Espada y Zorzaleño, número 29, de Algarra, que de primeras provoca el espectacular derribo de Prados y del caballo, cayendo los tres al suelo. Luego, inicio de rodillas en una serie completa, hasta el pase de pecho, muy jaleada. A continuación el toro se va poniendo más intratable y ahí Espada va trazando su faena con bastante desparpajo. Recibe el apoyo de un ¡Viva Fuenlabrada! que habría emocionado a la Tía Javiera y no se descompone ante la poco prometedora actitud del toro que, finalmente, acaba prendiéndole y lanzándole por los aires. El sentir de las gentes estaba más bien en lo de pedirle la oreja, y esta habría sido más justa que la que se le pidió en el tercero, pero el acero se cruzó en su camino: pinchazo, estocada hilvanada haciendo guardia y estocada delantera.
Los que no vinieron se perdieron una entretenidísima tarde de toros.
El Guernica de la tarde
ANDREW MOORE
LO DE EL PAYO
LO DE ROMÁN
LO DE ESPADA
FIN