lunes, 8 de mayo de 2023

Matinal de San Agustín de Guadalix. Toros de Miguel Reta para Vara y Chacón. Un festín del primer volumen del Cossío. Márquez & Moore


 

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ

 

Lo de hoy ha sido un festín. Un regalo que nos ha hecho el Club Tres Puyazos a los que llevamos años arrastrándonos en busca de la incertidumbre que genera el toro fiero, a despecho de cualquier otra condición. La corrida matinal dada hoy en San Agustín de Guadalix bajo el sol cayendo a plomo a las doce de la mañana, hora de Misa, ha sido una panzada de emoción, incertidumbre, desasosiego y temor, y también la demostración palmaria de que, como dijo Vidal, el toreo es grandeza.

Ahí hemos tenido ante nuestros ojos una página del volumen I del Cossío, unos toros cambiantes, unas miradas petrificantes, un comportamiento errático amparado en la peligrosa mansedumbre que es tan propia del toro de lidia. Sólo ha faltado que alguno saltase tres o cuatro veces al callejón, limpio de nuevo de gorrones, para componer el retrato fetén del toro que conocemos por las crónicas del Boletín de Loterías y Toros o de las reseñas de Paco Media Luna. Corrida seria y pavorosa, ante la que uno hubiese deseado ver a los que se autoproclaman “poderosos” a condición de que no haya a quién poder y que ha caído en las esforzadas manos de Sánchez Vara y de Octavio Chacón, honor para ambos.


Desde Navarra se vinieron a San Agustín los toros de Miguel Reta, que se lidian con los hierros de Reta de Casta Navarra, Alba Reta y César Reta: el cuarto, el sexto y el sobrero de Alba, el primero de César y el resto del hierro titular. Un auténtico regalo, del que han destacado el tercero, Picarazo, número 33, un chorreado en verdugo que nos hacía pensar más en lo de Urcola por presencia y armadura, y el sobrero, Confidente, número 98, que es el que en nuestra opinión más se parecía a la legendaria idea que tenemos de los toricos navarros de don Nazario, de pequeño tamaño y escaso peso, aleonados y de cabeza chata, agresivos y capaces de poner en dificultades a los lidiadores.

 
El transcurso de la mañana de toros se inició con el sentido homenaje que los asistentes ofrecieron a los que se iban a enfrentar a tan incierto desafío. Una cerrada ovación sirvió como reconocimiento del respetable a los toreros antes de que se abriese el portón para que apareciese Llavero, número 79, voluminoso colorado, todo incertidumbre, que imponía la inquietud de qué haría cuando se hallase frente al caballo. Y lo que hizo fue acudir por tres veces y dejar en evidencia las dudas del picador, cuyo nombre omitiremos. Ése fue el único momento malo de la mañana en cuanto al tercio de varas, que en adelante se desarrolló de manera satisfactoria, predominando la torería y las ganas de hacer bien las cosas por parte de los hombres que visten la chaquetilla bordada en oro, como recuerdo del tiempo cuando fueron dioses. Con este toro, muy aquerenciado, marcó Sánchez Vara su entereza y su disposición, lo lidió con suficiencia soportando algunos sobresaltos y por chiqueros le dio un espadazo que hubo que refrendar con varios descabellos. El toro estaba más para entrar a matar que para la cruceta, pero el torero optó por lo segundo.

 

En segundo lugar apareció Carraco, número 39, al que saludó de capote con perfección Octavio Chacón, torerísimo. Recibió tres varas de las cuales la tercera fue en toriles y planteó una faena basada en el temple, don que este torero atesora, en la que tragó quina y en la que sacó derechazos de gran emoción que entusiasmaron al respetable por lo complicado de su ejecución. Vuelta al ruedo.


El tercero, Picarazo, sirvió para que Sánchez Vara de nuevo diese otra interesante disertación sobre cómo estar por encima de un toro incierto al que sacó algunos muletazos poderosos y dominadores, pura emoción, teniendo en cuenta lo que había enfrente antes de que el toro se desengañase, una vez vencido. Extraordinario Sánchez Vara en este toro. Vuelta al ruedo.


Con el número 80 marcado a fuego salió Rabioso directamente a las manos de Chacón, que pudo comprobar que lo que tenía que lidiar no era la mona ésa a la que le cortan el rabo, sino una máquina de hacer el mal, desarrollando sentido y de trazas más que peligrosas. Sin amilanarse y tirando de firmeza y de repertorio fue capaz de robarle al toro algunos naturales que valen más que las carreras enteras de algunos toreros que andan ricos y con fincas. Tuvo que soportar a esos cataplasmas que le increpan ¡Octavio haz esto! u ¡Octavio haz lo otro!, esa lacra amigable y pelmaza, y dejó una estocada que echó abajo al toro.


Al quinto lo echaron sin siquiera haber entrado al caballo por no se sabe qué cosa. El Presidente, don Víctor Ferra, sacó el trapo verde y nos quedamos con la fina lámina de Contento, número 37, sin saber las intenciones que podría albergar su pensamiento navarro. En su lugar salió el Confidente antes citado, que hizo honor a su origen, atacando agresivamente cuando consideraba que podía hacer daño, sacó a Sánchez Vara del ruedo en un arreón espasmódico y asesino, después de que el torero hubiese aguantado sus tarascadas al pecho y le hubiese robado un par de series por la derecha emocionantísimas, con la muleta a la media altura como el que lleva el AK47 por si asoman los del Viet-Cong. Otra ovación.


El sexto fue Salsero, número 41, que recibió dos pares de gran exposición y torería por parte de Antonio Cama, acosado por el toro hasta la barrera sin atender a capotes. Con la muleta Octavio Chacón le sacó uno a uno hermosos ayudados por naturales, lo único que el toro estaba dispuesto a concederle, y si en ese momento el matador hubiera llevado el estoque real y hubiese echado abajo al toro otro gallo habría cantado, pero entre que cambio la espada que me voy allí, que el peón le toca y el otro le retoca, el Salsero se descompuso y la cosa de matarle se puso harto complicada, lo cual nos brindó una auténtica estampa de La Lidia: la del matador echándose al volapié y los peones en el ruedo atendiendo al quite al salir este de la suerte.


Corrida de permanente emoción, de no apartar los ojos del ruedo, de ver los cambiantes humores de los toros a lo largo de la lidia, corrida de querencias, de mansedumbre a la antigua y de toreros machos. Un festín.

 


El ganadero Miguel Reta con Alberto Palacios,

 presidente del Club 3 Puyazos

 

ANDREW MOORE

 

Paseíllo de Sánchez Vara y Octavio Chacón

 









FIN