sábado, 13 de mayo de 2023

Destrucción nacional por goteo


Cristo de la Liberación
Aurelio Teno


Hughes

 

Cuarenta y cuatro etarras integran las listas electorales de Bildu para el 28M. Etarras habrá más, estos son los condenados, siete por asesinato. Si se considerara que esta inclusión es «regular», de personas que no hubieran «condenado públicamente los medios y los fines» del terrorismo, y si se cumplieran las leyes en España, quizás algún juez podría llegar a pensar, bajo supuestos adicionales, que el partido es ilegalizable según el artículo 9 de la Ley de Partidos Políticos, cuyo tenor literal incorpora la curiosa distinción entre fines y medios terroristas, distinción que ahí se quedó.


Esa ley es del año 2002 y trae el recuerdo de una España que se aleja. También un perfume generacional. En 1995, ETA asesinó a Gregorio Ordóñez y voló el coche de Aznar; en 1996, secuestró a Ortega Lara, cuyo derecho a la participación política, por cierto, ha sido menos respetado que el de los etarras en la España reciente; en 1997, asesinaron a Miguel Ángel Blanco y la reacción popular consiguiente, ese poquito de brío que al país le quedaba, provocó el pacto de Estella, 1998, cuando el PNV acude al rescate. En 1999 llegó la tregua, tregua trampa porque en el año 2000 murieron asesinados Lluch y Buesa. Ese año, PP y PSOE firman el Pacto Antiterrorista que daría lugar a la mencionada Ley de Partidos Políticos, pero mientras Zapatero firmaba eso con una mano, con la otra negociaba con ETA. Esas negociaciones desembocaron en el alto el fuego permanente (2006), con Zapatero ya en el gobierno. Después, en esto como en casi todo, Rajoy asumió lo realizado y no estuvo solo en absoluto. Se hace necesario recordar en este punto unas palabras de Zapatero a Ferreras, muy posteriores, en las que agradeció a Juan Carlos I su ayuda en el proceso de paz. Es decir, estaban todos en el conocimiento de la situación. Pactó Madrid con ETA, había pactado el País Vasco (Estella) y pactó Cataluña, pues en 2004 Carod acordó en Perpiñán que la ETA dejaba de matar allí a cambio de más independentismo. Carod estaba en la Generalitat y PSC y ERC se habían hermanado un año antes en el Pacto del Tinell. Si recordamos que a Zapatero lo pone el PSC, la circularidad se nos hace evidente. En la década posterior, promesa del Estatuto mediante, la atención se trasladaría al procés catalán.

Pero queda claro que los pactos con ETA han sido lo normal: Estella, Perpiñán y las actas zapaterinas, que en el limbo quedan, no sea que los españoles se enteren alguna vez de algo. Ahora el gobierno habla de «triunfo de la democracia» cosa que no tiene ya importancia alguna porque esa democracia, con el cursi beneplácito de los moderados (sólo se les oye comer), ha abierto la puerta de par en par a terroristas y a sediciosos...

 

Leer en La Gaceta de la Iberosfera