Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Galbraith refiere en sus memorias el caso del piloto belga que lo llevaba a la prisión para interrogar a los mandos nazis; el belga quiso conocerlos, y volvió triste y al borde de las lágrimas:
–¿Quién iba a pensar que estábamos haciendo la mayor guerra de la historia contra ese puñado de lelos?
Recordé este episodio al ver en “La 1”, la TV estatal, el fotón del general Primo de Rivera (el dictador que llenó la andorga de Largo Caballero y que llamó a Valle “eximio escritor y extravagante ciudadano”) decorando el plató de la tertulia por la exhumación de su hijo José Antonio. Irritaba el dinero público derrochado en dietas de sacamuelas, cuando el resumen del espectáculo lo tenían en dos líneas de Azaña: “Desenterrar a los muertos es pasión nacional. ¿Qué incentivos secretos tienen para el español los horrores de ultratumba, que ha de ir a escarbar en los cementerios? ¿Vocación de sepultureros, realismo abyecto, necrofagia? De todo hay en esta manía.”
Otro día, en ese mismo plató, un tertuliano del marianismo citó a Tocqueville entre los “Founding Fathers” de América sin que pestañearan las vacas sagradas que lo miraban como viendo pasar al tren, y entiendes la confesión triste, solitaria y final de Tucker Carlson: “Miras alrededor y todo es mentira. Yo fui parte del problema, defendiendo la guerra de Iraq; he participado en esa cultura según la cual si alguien no piensa según lo establecido está loco. Los medios son parte del aparato de control.”
Bueno, no somos América (“Quiebras bancarias, crimen desenfrenado, una frontera abierta de par en par, cirugías sexuales en niños, muertes masivas por fentanilo, China a punto de tomar a Taiwán, Rusia en pie de guerra y un presidente tambaleante con el dedo en el botón nuclear”, la describe James Woods). Somos su país vasallo, del que tiran, como los dos caballos de Platón en el “Fedro”, un tal Sánchez, que cree que Machado nació en Soria, y un tal Feijoo, que cree, y citamos literalmente, que “la posverdad es aquella distopía escrita por Orwell allá por el año 1984”.
No estaríamos, pues, ante “la prevalencia de los idiotas” (en Grecia, ¡el desiderátum político de la Democracia!) estudiada por Rubio Esteban, sino ante la supervivencia de los lelos. En Washington, Chuck Schumer, líder del Senado, que parece no haber leído ni “El Federalista”, pide la cabeza de Carlson (¡y la de la Primera Enmienda!) con argumentos que pondrían colorado a don Esteban Bilbao, y un experto antiterrorista, Scott Bennett, sostiene que el despido de Carlson obedece al ideal de “mantener a la población semilobotomizada”. En Madrid, la TV federal fue noticia por defender que el Dos de Mayo conmemora “el levantamiento contra las tropas de Franco”, aunque al final (comunismo o libertad) prevalece el dogma liberalio de que “el no contemporizar con la ocasión trae consigo la mala fortuna”.
Como para no hacernos cargo de la pesadumbre del piloto belga.
[Viernes, 5 de Mayo]