domingo, 23 de abril de 2023

Apuntes romanos



MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN

 

El calestruzzo del ingenio romano y el resistente travertino de la diosa Gea son los elementos que han eternizado los restos de belleza incomparable de la madre Roma. La genialidad arquitectónica del mismo Coliseo de los Flavios perdona todos los pecados del pobre e incomprendido Domiciano, y, al mismo tiempo, explica las alabanzas e invectivas de Marcial y Juvenal. La inteligencia de Apolodoro de Damasco, no comprendido ni entendido por el muy inteligente Adriano, se eternizará con los restauradores trabajos arqueológicos que a la sazón nos desvelan los grandes monumentos de Trajano, como ese gran Centro Comercial rescatado en campañas arqueológicas de treinta años, al lado de la columna formidable de aquel emperador español, estéticamente mucho más bello por sus líneas y proporciones simétricas que cualquier Corte Inglés de los nuestros. Su Columna se levantó entre dos Bibliotecas, una para almacenar libros escritos en lengua griega y otra para los que estaban en latín. Estas dos bibliotecas tenían nichos rectangulares a modo de armarios para colocar los volúmenes, nichos, por cierto, muy parecidos a las cellae o armaritos para la ropa en el apodyterium de cualesquiera de las thermae romanas. Como material de construcción se empleó el ladrillo recubierto de mármol.

El Foro de Trajano era la mayor maravilla de la ciudad, de acuerdo a la Historia de Ammiano Marcelino, quizás el último gran historiador romano, que narra el inicio de la decadencia de la Madre Roma y sus primeros fracasos contra los bárbaros, como el de la batalla de Adrianópolis. En el mismo foro destacaba la Basílica Ulpia, dedicada a Trajano tras su muerte. Esta Basílica tenía cinco naves y estaba recubierta de mármoles de diferentes colores, gris o granito, llegados de Luna, de Carrara y de otros varios lugares. Medía 165×50 metros.

Trajano terminó en Roma la construcción del templo de Venus Genetrix empezado por César, del que se conservan unos bellos relieves con erotes y cráteras con escudos. Y es que Venus es la verdadera Madre de Roma, por Eneas, y madre, por ello también, de la familia julia, quien abre el Imperio.

Roma representa la mayor civilización que ha existido en la historia humana. El hecho mismo de que los grandes Papas ilustrados del Renacimiento, como Pío II, en su vida laical llamado Eneas Silvio Piccolòmini, parafraseando aquello de Virgilio «sum Pius Aeneas…fama super aethera notus» (Aen. I, 378), pusieran todo su poder, sensibilidad y dinero, en imitar a la Roma antica, en plagiar su inmarcesible y apabullante belleza a través de los mejores artistas del Cinquecento, Seicento y Settecento nos está indicando de modo palmario su contundente importancia. Bramante levanta su elegante cúpula...

 

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