Hughes
El mundo liberalio y la España llevadera-sólo-con-dificultad llora a Dragó, que sin embargo acabó escribiendo en La Gaceta. Mucha lágrima, mucho recuerdo, pero se tuvo que venir aquí, como las aves emigran para conservar el plumaje y, no digamos ya, extenderlo.
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Para ser un Hemingway español, como quería ser Dragó, para ser viril sin interrupción y no perdonar ni una (pero ni una) había que dar un salto, primero moral. Había que quitarse los grilletes judeocristianos. Irse a Oriente, a las viejas sabidurías, pasar del misionero al tantra, entrar en el mercado de la carne sin grasa ni ego, como un faquir.
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Dragó era un vitalista y un hierbas sumamente culto, y el problema es que ahora quedarán sus émulos, las masculinidades hemingway, con la testosterona, la cúrcuma y el ginseng eréctil, pero sin su gran cultura libresca ni su orientalismo. En Twitter ya le ha llorado discípulamente González Pons… El gran colectivo pitopáusico español querrá dragonizarse y será terrible.
Dragó nos ha enseñado un camino de sabiduría y virilidad alternativas. Leer, huir, mojar en alcaloide. Aumentar nuestra energías con keriba, reishi y resveratrol y canalizarlas tántricamente. Como aprendices de un rito iniciático y misterioso, seguiremos perfeccionando espíritu y cuerpo para lograr enhebrar el yin y el yang, cabalgar a Kali, atesorar el tao, penetrar en flacidez. Completar, algún día, la vía Dragó.
Leer en La Gaceta de la Iberosfera