martes, 4 de abril de 2023

Pasos en Córdoba


Salida de la Merced

 


La Vera Cruz cruzando el puente

 


Jesús y Barrabás ante Pilatos. La Sentencia



El Cristo de Ánimas en San Pedro


 Francisco Javier Gómez Izquierdo
          
         Salió a las cuatro la Virgen de la Merced, la Virgen de las cárceles, la Virgen a la que piden y se ofrecen los vecinos del Zumbacón, el barrio que hace frontera con Fátima y las Ollerías. Al poco de salir, en Caravaca de la Cruz, un vate al que pone el microfóno el Canal Sur dedica un poema un tanto disparatado a "la reina del Lunes Santo", y entre "...si Abderramán te hubieran conocido..." y " Fernando III hubiera sabido de ti...", el capataz golpea con el llamador y grita el "arriba valientes" correspondiente con la intención de emprender una chicotá larga.

Delante va Nuestro Padre Jesús Humilde en la Coronación de Espinas. Delante del Cristo va un nazareno por el que el capataz, ya de noche y de vuelta, en Santa Marina, barrio de toreros y junto al rincón de La Lagunilla, donde vivió Manolete, pide una "levantá" dedicada a Manolo Román, el nazareno-novillero en edad juvenil que va acumulando orejas y del que la Córdoba taurina espera se convierta en califa.

A las seis vamos hacia el Campo de la Verdad. Encontamos a la Merced ya  en la Cruz del Rastro y pasamos al otro lado del río para ver la Vera Cruz, momento en el que Cristo recibe el madero camino del Calvario. El camino sobre el puente romano encoge el corazón de muchos turistas que se quedan pegados a las piedras que fortifican la Calahorra. Vamos en busca de la Estrella, a la que una señora de edad dedica una sentida saeta frente al Alcázar. A la Sentencia la pillamos en la Cruz Roja. La espectacularidad del manto de la Virgen de Gracia no es uno capaz de describirla.

De vuelta a casa buscamos al Cristo de Ánimas en San Pedro, donde no hay tanta bulla como la que le espera en la plaza del Potro. La cofradía de Ánimas es distinta al resto de las de la Semana Santa. Llevan al Crucificado con ruedas. Sin costaleros. Sin música. Rezando retahílas de rosarios y contagiando la sobriedad, severidad y gravedad de los hermanos al público que guarda al paso respetuoso silencio.