viernes, 7 de abril de 2023

Más allá de la contienda


Romain Rolland

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Lo menos importante en Romain Rolland es su Nobel de Literatura, piñata que no garantiza la inmortalidad, como sabemos por nuestro Echegaray. Nos dejó un juego de conceptos (contra el pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad) con que pretendía sacar a Gramsci de la cárcel de Mussolini y un consejo definitivo para cuando los tiempos se ponen interesantes: aprender a estar solos en el mundo, y si fuera necesario, frente al mundo, como él con “Más allá de la contienda”, un artículo que fue “piedra fundacional de la invisible iglesia europea”, en palabras de Stefan Zweig, su amigo y prologuista.


    –¡Oh, heroica juventud del mundo, con qué pródiga alegría viertes tu sangre en la tierra hambrienta! –arranca el escrito de Rolland, que le valió ser ultrajado por las elites de todos los países beligerantes, que proclaman convencidos que la causa de sus pueblos son la causa de Dios, de la libertad y del progreso.


    Rolland analiza la actitud de cristianos y socialistas ante la guerra (“¡una especie de diletantismo neroniano!”) y concluye que no había razón alguna para la catástrofe. Todos se califican mutuamente como bárbaros: Bergson acá, o allá Thomas Mann, que vindica con orgullo todos los hechos atribuidos a Alemania en “la guerra de la Kultur contra la civilización”, y define Kultur como “organización espiritual del mundo” que no excluye “el salvajismo sangriento”. Kultur “con una K mayúscula, rectilínea y de cuatro puntas, como un caballo de Frisia”, escribe a Rolland nuestro Unamuno.


    –Actualmente, T. Mann es un sombrero de Gessler, ante el que se tienen que inclinar todos para no ser perseguidos como neonazis –anota en su diario del 55 Schmitt (el sombrero de Gessler simboliza la necesidad de rendir un tributo, según leyenda del XIV, cuando Guillermo Tell se negó a inclinarse ante una birreta sobre una lanza por el corregidor suizo Hermann Gessler).


    La civilización europea es una máquina de moler, acababa de decir en Tokio (junio del 16) Tagore, reverenciado por Rolland: “Es una civilización de caníbales y crea el vacío a su alrededor. Es científica, pero no humana. En nombre del patriotismo, tiende sin pudor sus redes de mentiras. La Ganancia es el único dios al que adora. No durará para siempre”…


    Para Rolland, el rasgo más chocante de “esta epopeya monstruosa”, el hecho sin precedentes, “es la unanimidad a favor de la guerra en todas las naciones en contienda”. Observa a los metafísicos, los poetas y los historiadores librando combates singulares, con la cosa de que “la fatalidad de la guerra es más fuerte que cualquier voluntad”.


    –¡Nada de fatalidad! La fatalidad es lo que nosotros queremos. Y también es lo que no queremos con suficiente intensidad. Ni las elites intelectuales ni las Iglesias ni partidos obreros han querido la guerra. Pero ¿qué han hecho para impedirla? ¿Qué hacen para atenuarla?

 
    Avivar el incendio y echar su ramita al fuego.

 

[Viernes, 31 de Marzo]