domingo, 30 de abril de 2023

Teología de la liberación y Ratzinger



MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN

A finales de los años sesenta un importante grupo de sacerdotes sudamericanos, comprometidos con la causa del Reino de Dios, y escandalizados por los graves pecados de humanidad que cometían la entera oligarquía hispana contra el pueblo y los pobres, elaboraron una cristología, que, por subrayar la idea de un Jesucristo Salvador o Liberador, acabó llamándose popularmente como «teología de la liberación». Aunque fueron muchos los sacerdotes a los que debemos el armazón teórico de esta «nueva» teología (Assmann, Borrat, Zenteno, Comblin, Ellacuría, Alves, Cardenal, Sobrino, Vidales, Miranda, Croatto, etc) fue, sin duda, Leonardo Boff el principal portavoz de esta teología fuertemente comprometida con la justicia social. Venerar y anunciar a Jesucristo liberador implica pensar y vivir la fe cristológica en un contexto sociohistórico de dominación y opresión. ¿Cómo hay que pensar, predicar y vivir a Jesucristo –se pregunta Boff– frente a las exigencias de una determinada situación de superexplotación humana, terrorismo de Estado y dictadura brutal, para que aparezca conforme lo proclama la fe, es decir, como salvador? La cristología que proclama a Jesucristo liberador quiere comprometerse con la liberación económica, social y política de los grupos oprimidos y dominados. En aquella circunstancia americana no comprometerse la Iglesia significaba aceptar la situación y tomar partido, sutilmente, por los favorecidos y explotadores. Además de traicionar pérfidamente a Jesús, que murió en su pugna abierta con los dueños de poder político, económico y religioso. Porque Jesús no buscó la muerte: le fue impuesta desde fuera, y Él la aceptó, no resignadamente, sino como expresión de su libertad y fidelidad a la causa de Dios y de los hombres.

Es verdad que Jesús existió para todos, pero no existió de la misma manera para todos: para los pobres lo hizo siendo uno de ellos y asumiendo su causa; para los fariseos desenmascarando su autosuficiencia, poseedores entonces de lo que hoy llamamos lo «políticamente correcto»; para los ricos denunciando los mecanismos de su injusticia y su idolatría del dinero. El Jesús histórico no predicó sistemáticamente sobre sí mismo, ni sobre la Iglesia, ni sobre Dios, sino sobre el Reino de Dios. Este mundo, tal como se encuentra hoy, ni es digno de la mirada de Dios y está en contradicción flagrante con el designio de Dios.

No pocas teologías progres elaboradas en Europa...

 

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