Legislativo y Ejecutivo
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
España es este país ridículo donde una tal Batet se marca un Cromwell en el Parlamento para que Macarena Olona corra a denunciarlo al Tribunal Constitucional, donde unos jueces kelsenianos de doce a dos de la tarde votan (como Kiko Narváez
votaba en el vestuario del Atlético para echar al entrenador) y dan la
razón a Macarena Olona, que es, como la naturaleza en las obras de los
metafísicos, la que sostiene el espejo donde se mira, no el hombre, sino
un Régimen.
El Régimen considera en el espejo su rostro… Y se va, y luego olvida cómo es.
El espejo, el gran recurso velazqueño para despachar compromisos, es el gran recurso “macareno” (dramático) para despachar crímenes, y en esto consiste la fascinación (atracción y repulsión a la vez) antisistema de Vox.
La
única razón de ser de una Constitución es separar los poderes (no debe
de ser sencillo, pues sólo lo consiguió la americana). En España el
Ejecutivo, si le peta, clausura el Legislativo (“fue temporal”, se
excusa la Schmitt de la Rambla). Esto supone matar la
Constitución, pero aquí no se mueve una hoja. ¿Por qué? Porque no hay
Constitución. Sin Constitución no hay cadáver. Sin cadáver no hay
crimen.
–Mon cher cadavre! –musitarán los liberalios, haciendo suyo el mohín de la Dudevant a Chopin.
Pero
¿dónde está el “cadavre”? La historia de que la historia del hombre
moderno es la del empeño prometeico por forjar instituciones para
acorralar a cada uno de los males desatados por Pandora no va con
el español, que es más de ir trampeando, ajeno a las moñas, para él, de
la Declaración francesa del 89: ese número dos que afirma el derecho de
resistencia a la opresión y ese número dieciséis que niega el rango
constitucional de la Constitución que no separe los poderes.
–La
gran paradoja ante nuestros ojos españoles: España, un país muy rico en
calamidades civiles de todo género, es pobrísima en Teoría Política.
Visto por el autor de “El animal ladino”, ese “animal locuaz llamado hombre que piensa por mor del pienso”.