Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Donald Trump firmó la mejor presidencia americana desde Reagan, a quien superó en un punto: no inició ninguna guerra. ¿Cómo lo hizo? Lo cuenta quien fuera su Director de Estrategia de Comunicaciones en la Casa Blanca, Cliff Sims: tirando de “la teoría del loco”.
La Teoría del Loco es un concepto de Haldeman, alias El Pincel, jefe de gabinete de Nixon, que recurrió a la Teoría del Loco para convencer a los norvietnamitas de que podría hacer “cualquier cosa” para detener la guerra. La efectividad de la Teoría del Loco con Trump se debió a “su capacidad para ser genuinamente impredecible”. Sims pone el ejemplo de Rusia, que no se movió con Trump, y sin embargo invadió Georgia con Bush, Crimea con Obama y Ucrania con Biden.
Saul Alinsky, de origen ruso (con perdón), enseñó que “comunicar para persuadir” consiste en comprender los valores del otro y “lograr mantener tu postura hasta el final”, y trae a colación el episodio entre Moisés y Dios cuando los judíos comenzaron a adorar al becerro de oro: Moisés no trató de comunicarse con Dios utilizando la misericordia o la justicia cuando Dios, enojado, quería destruirlos. Utilizó, dice, un argumento mejor: apeló a lo que dirían los egipcios, y así anuló los planes de Dios.
–La parte contraria sólo escuchará cuando esté preocupada o se sienta amenazada. En la acción, una amenaza o una crisis se convierten en requisitos básicos para que se establezca la comunicación.
Moisés, explica Alinsky, nunca pierde los nervios. Dios dice: “Baja, porque tu pueblo, al que sacaste de Egipto, ha pecado”. Si hubiese perdido los nervios, Moisés hubiese respondido: “¿De dónde sacas que es mi pueblo? Yo sólo estaba paseando por el desierto… ¿Quién comenzó a quemar la zarza ardiente? ¿Y ahora es mi pueblo?” Pero Moisés mantuvo la sangre fría, y supo que debía atacar a Dios en su punto débil: Dios siempre tenía que ser el número uno.
–Moisés se lanzó al ataque. Comenzó a discutir con Dios y a decirle que se relajase. Llegados a este punto, uno puede preguntarse cuáles eran las motivaciones de Moisés. ¿Lealtad a su pueblo? ¿O simplemente no quería llevar a cabo el trabajo de alimentar a un pueblo entero a sus ya 120 años de vida? En cualquier caso, comenzó a negociar.
Sims recuerda cómo el enfoque intuitivo de Trump significó algo muy específico para los enemigos de Estados Unidos: “la posibilidad de que usara una violencia abrumadora”, y ese “salvajismo desenfrenado” no encajaba con los eufemismos favoritos de la élite (“asesinatos selectivos”, “acción militar cinética”), pero fue un freno efectivo para “nuestros adversarios más viciosos”. Después de todo, Trump es un jacksoniano (“más jacksoniano que incluso el mismo Jackson”): los jacksonianos tienen una visión limitada de los intereses nacionales de Estados Unidos, pero cuando esos intereses se ven amenazados… “no hay furia como la de un jacksoniano desatado”.
[Viernes, 14 de Abril]