Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En abril del 17 un ideólogo centrista pedía un Ministerio de la Verdad, y el gobierno de Sánchez lo ha concedido. En la jerga de esta gente, la libertad de expresión es “iliberal”, y lo liberal es… la censura.
Nuestro liberalismo decimonónico fue golpista, anticlerical y desamortizador (la propiedad, según y cómo). Y en estos dos siglos de centrismo los liberalios han llegado a la conclusión de que, fuera de un partido, la naturaleza no da a ningún adulto la capacidad de responder a la pregunta ontológica de Poncio Pilato, “¿Qué es la verdad?”, que para eso hay que ser, al menos, “abogao del Estao” y alcalde de Madrid, como Almeida, que exige un Centro de la Verdad, pero dirigido por un Arias Salgado, no por un Iván Redondo.
Un liberalio ve los tomos de ABC pasados por el Ministerio de la Verdad de Arias (“información”, “desinformación”, “información”, “desinformación”), que parecen el Comentario al Apocalipsis de San Juan del Beato de Liébana, y se enamora, que es lo que le ha pasado al alcalde.
–Cada año hago un discurso a la Prensa. Luego esos discursos, ampliados, se reúnen en un tomo. El conjunto forma mi Teología de la Información. Parto de santo Tomás que dejó sentado para siempre que la libertad es la opción entre los bienes posibles, pero excluido siempre el mal –dijo, almorzando, Arias a Pemán, que llevaba un manojo de galeradas de prensa como un abaniquillo de boquerones fritos, y cruzadas de rayones rojos, que le daban aspecto de conejo degollado.
–Pero, Arias, santo Tomás usó esa libertad mental nada menos que para meter en la síntesis de su doctrina asimiladora a Aristóteles.
–Aranguren no es Aristóteles –replicó Arias.
–Ni usted tampoco es santo Tomás.
Entonces Pemán hubo de explicar al ministro su concepto de obediencia: “Hay la fórmula germánica: obedecer sin chistar. Hay la fórmula anarquista: chistar y no obedecer. Y hay la fórmula occidentalista: obedecer chistando”.
–Pues usted bien que chista en ABC. ¿Se queja usted de la censura?
[Martes, 10 de Noviembre]
