Mi bufanda en Cádiz homenajeando aquel fútbol con M de Magnífico:
Maradona, Mágico, Mejías... y sin VAR
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Todos queremos un poco ó un mucho al Cádiz sin que nos hayamos dado cuenta de cómo empezaron los amores, pero el caso es que el atractivo del club es innegable. No creo que los encantos perfumados y la anarquía de Mágico González sean de carácter perenne. Más bien me inclino por el arte, seductor arte del cadismo, esa simpatiquísima religión que tiene su templo en el Carranza y al que un alcalde de la “Nueva ilustración” quiere cambiar el nombre y rebautizarlo como si de un centro comercial se tratara.
Álvaro Cervera lleva entrenando casi 20 años a jugadores modestos. Al Cádiz llegó en 2015 con el equipo en 2ªB y después de cinco años -insólito sexenio con el presente para un entrenador en un mismo equipo- lo ha puesto en Primera. En Primera sigue con jugadores modestos. Creo que excepto Negredo, que llegó este 20 de las tierras de Arabia, y Jonsson, de las de Anatolia, el resto viene de 2ª y 2ªB. La directiva del Cádiz privaba al entrenador al final de cada temporada de los mejores intérpretes de ese contraataque (Aitor, Alvarito) que iba emperejilando el míster de la Guinea, pero este año con el ascenso le ha mantenido a Salvi, el velocista que desespera a los defensas más internacionales, y a Alex, el que apunta al sitio donde ha de correr el delantero. El fútbol del Cádiz es sencillo, pero el sistema lleva tanto tiempo entrenado que ver sus despliegues retrata y pone nota a su entrenador.
Álvaro Cervera es uno de esos entrenadores que se sabe las verdades del fútbol. Creo que no le gusta el VAR, pero cuando en los últimos minutos del partido Cádiz-Granada con 1-1 en el marcador su jugador Perea fue arrollado dentro del área por Foulquier en una jugada que a todos nos pareció clara, Álvaro esperó que el clarísimo penalty se señalara. No fue así. El árbitro y el VAR, nadie sabe por qué, se abstuvieron de intervenir y al bueno de Álvaro no se le ocurrió otra cosa que decir la verdad en sala de prensa a los pocos minutos: “Lo único que se me ocurre es que no se quiso pitar”. Todos los aficionados, incluso los de Granada, entendemos que Álvaro Cervera dijo una verdad incontestable, pero el VAR español (el Comité de los ¡¡árbitros!!), y recalco lo de español, quiere acomodarse a los usos de nuestros gobernantes y ha elegido al Cádiz para explicarnos que la verdad es patrimonio del poder y discutir la verdad con el poder se puede considerar delito.
Cuatro partidos le han caído al míster cadista por decir lo que todos vemos como Verdad, si no absoluta sí recogida por el Reglamento, que es lo que procedía aplicar en la ocasión. “No se ha querido pitar”. El penalty fue como si un camión se salta un stop y se lleva por delante “una motillo” que diría el difunto Teo Vargas, q.e.p.d., cadista de pro con el “culo pelado” de recorrer campos de 2ªB donde no había lugar para tonterías. Se nos ha ido el hombre con los 62 años que uno va a tener de aquí a dos meses.
¿Y cambiar el nombre del Carranza con el argumento de que obliga a hacerlo la Ley de Memoria histórica o democrática o como se diga, no es disfrazarse de tontiloco para imponer la verdad del gobernante a criaturas indefensas como Álvaro Cervera o los cadistas más ilustres que no son capaces de ver la obligación en ningún artículo y mira que alguno es retorcido de narices? Los sacerdotes de la Verdad han soltado su predicar en Cádiz para que los rebaños de según qué sitios vayan acomodándose a una censura que al parecer no existe y admitan (los rebaños) las sanciones que corresponden por la funesta manía de pensar incorrectamente.
¿Y por qué habrán elegido Cádiz, con lo salada que es la tierra?