lunes, 9 de noviembre de 2020

Los 60 son nuestros

 


Ignacio Ruiz Quintano

Abc

Maradona cumple 60 años y he visto por ahí un video de Zidane felicitándolo:

Pase lo que pase te queremos muchísimo. ¡86! Está grabado aquí (se señala la cabeza). Para siempre. ¡La ostia! Lo mejor que he visto en mi vida. Bueno, cuídate. Un abrazo muy fuerte.

En el 86 Zidane tenía 14 años y pudo ver lo más grande que haya podido verse en fútbol. Yo tenía 28, y tuve el privilegio, que luego sería una desgracia (hay que ser un Valdano para, después de aquello, cantar cada tarde las cabriolas de Lucas Vázquez), de verlo (para intentar contarlo aquí –“yo nací, perdonadme, en la edad de la pérgola y el télex”–) “en vivo”, con aquel final wagneriano en el estadio Azteca de la capital de México, con el público local entregado a la causa alemana (“los argentinos son los franceses de América”, te explicaban).

¡Sesenta años! Aristóteles asegura que el cocodrilo vive 60 años (una bobada como la de que las mujeres tienen menos dientes que los hombres, que también lo decía, con lo fácil que era abrirle la boca a Xantipa y contarle las piezas), y los chinos (supongo que todavía se los podrá citar) cuentan un ciclo de tiempo que consta de 60 años que los malabares llaman Chi-tam. ¡El Chi-tam de Maradona es el chitón de Messi!

Mi resumen emocional de Maradona es el golpe de magnesio de su regate a Sandokán Juan José en aquel junio del 83 en la portería del Fondo Norte del Bernabéu donde tuvimos la suerte de caer Oti Rodríguez Marchante y yo, que habíamos ido al fútbol a eso, a ver a Maradona. La afición (entonces no mandaban los piperos) sacó los pañuelos con júbilo taurino y puso el Bernabéu como un cazo de leche hirviente. Aquella pañolada venía a ser como la paliza que a Celine le dio su padre para que no olvidara jamás lo que acababa de ver: una salamandra en el fuego.

Perdona, Juan José –se excusó en el campo Maradona.

Vete a tomar por el culo –contestó el Sandokán.

Maradona, Romario y Cruyff son las tres Ausencias en la historia del Madrid. Maradona llegó al Barcelona procedente del Mundial español del 82, donde recibió el marcaje histórico de Claudio Gentile (una versión italiana del de Camacho a Cruyff), quien treinta años más tarde terciaba en la absurda comparación Maradona-Messi con esta explicación en ABC:

Parece que cuando te enfrentas a Messi, has perdido el partido, que no hay manera de contrarrestarle. Nadie quiere marcarle. Es mucha responsabilidad marcar en individual. Porque si tu hombre mete gol es culpa tuya. Ahora se marca en zona, y así la culpa no es de nadie.

 

El boleto

Es la versión futbolística de la socialdemocracia, el hábitat donde ha sido posible Messi: sin Gentiles, sin Camachos, sin Goicoecheas… En las mismas condiciones, Maradona hubiera acabado con el fútbol. ¿Quién habría ido cada domingo a ver a un futbolista que entró al vestuario del Barcelona –lo contaba su compañero Perico Alonso, el papá de Xabi Alonso–, cogió un limón y estuvo dándole toques hasta que se le durmió la pierna?

El pero que se le pone al genio es que era bocazas. ¿Genio y bocazas? Clay.

Cuando Maduro ordene, me visto de soldado contra el imperialismo –ha llegado a decir el Maradona viejo.

Se hace muy cuesta arriba entretenerse con el fútbol después de haber visto a Maradona. ¿Qué Barcelona era ése que con todo su Messi a cuestas se enfrentaba el sábado al Alavés?

En el Madrid de Lucas Vázquez alentaba al menos el morbo (un morbo que parece montado por Iván Redondo) de Vinicius y Benzemá, que sólo sirve para recordarnos por qué Benzemá no tiene cabida en la selección francesa. A Zidane no le pasaba Figo el balón (Figo y Zidane: dos divas de ópera) y fue a quejarse al presidente. Benzemá, que en su día exigió explicaciones a Mourinho, que le había llamado gato, pide ahora a Mendy que no le pase el balón a Vinicius, y Zidane lo resuelve poniendo en su lugar a Hazard, que contra el Huesca marcó su segundo gol y, siguiendo la broma del sheriff Little Bill Daggett en “Sin perdón”, volvió a ser Duke en vez de Duck, y todo debido a la mala leche que le entra a Hazard cuando lo hacen jugar a la hora de almorzar.

Entretendré la espera de la noche electoral americana con videos de Maradona.




NOSTALGIA DEL FUTURO

Anda por ahí Aznar vendiendo la alfombra de la “nostalgia del futuro”. ¿Qué es eso? Pues lo que hizo Hazard tras su gol (el gol de Pelé, dice la prensa adicta) al Huesca: no celebrarlo. “¡Los goles hay que gritarlos!”, estalló Valdano. Mas Hazard no gritó. ¿Qué le pasa a Hazard? El último en hacer eso fue Casillas, cuando Cristiano remontó en la agonía al City y el capitán ni se inmutó. Unos dijeron que había un niño polaco enfermo que no le dejaba pegar ojo a Casillas. Otros, que el robo de la virgen de la iglesia de Navalacruz tenía al galáctico de Móstoles en un sinvivir. Lo de Hazard es una pena, porque nos impide hablar de lo que importa: ¿viene Pogba al Madrid? En el United dicen que, si hace falta, lo llevan ellos al aeropuerto, que con la ruina de “la Coviz” no hay quien pague esas nóminas. Una “nostalgia del futuro” aznarí nos dice que, en Navidad, Pogba en casa



[Lunes, 2 de Noviembre]