Bueno, pues después de toda esta travesía del Desierto del Descaste, del Páramo de la Bobería, de la metástasis ganadera del juampedreo o de la juampedritis, ahí tenemos por fin la de Cuadri: Toros de Hijos de Celestino Cuadri Vides. Hemos llegado hasta aquí llenos de arañazos, en harapos, exhaustos, pero aquí estamos, al fin frente al toro, el que proclama su seriedad, el que mete miedo, el que no está para las monerías, el que da sentido al viejo rito. Lo primero, una digresión, que es digno de mofa el hecho de que el programa oficial número 34, correspondiente a la tarde de hoy, en su página 4 se nos anuncie de manera pimpolluda, o por si cuela, que la procedencia de los Cuadri es… ¡Domecq y Díez! Con un par. Se ve que el que hace el programa, lo de Domecq ya lo da de serie y ni se plantea que pueda haber en el mundo otra procedencia que no sea ésa. Luego también marran en la divisa, que a los colores de la casa, morado, amarillo y blanco, le han puesto los de Apolinar Soriano, encarnado amarillo y blanco… Un dislate más. Se conoce que han echado el resto en lo de las caricaturas, generalmente tan acertadas de Jerôme Pradet en la portada del programa y la parte de dentro la han descuidado, o lo mismo es que como Donsimon anda gozando de la tranquilidad de Menorca, según dicen, a Currovázquez no le da tiempo entre atender compromisos cosmopolitas, repasar con quien él sabe el inicio del segundo acto del Turandot, con la partitura en la mano, y otras cosas de la high-class como para repasarse los programas que dan, que a fin de cuentas la mitad de la gente ni los mira.
Los Hijos de Celestino Cuadri Vides trajeron tres y tres, los del año 13 y los del año 12, una corrida muy seria, en tipo de la casa, acaso algo más descarada de cabezas de lo que en ellos es costumbre y bastante menos parada que lo que se veía últimamente en esta respetada ganadería. Hoy puede decirse que ya comenzó la parte de la Feria en la que se dan las corridas con picadores, que en esta y en lo que viene a continuación veremos a los del castoreño currar lo que no han currado en todo lo que ya es recuerdo.
Siempre lo decimos, pero es que es verdad cuánto echamos de menos en corridas como la de hoy a los gerifaltes del escalafón: a ese poderoso Juli domeñando con su poderío los gañafones y la violencia del quinto, a Manzanares dibujando sus jeribeques mediterráneos y haciendo pasar al cuarto, a Talavante trazando sus naturales al hondo sexto… Soñar es gratis y ahí nos quedamos siempre, porque es más probable que los batracios críen pelo antes de ver a alguno de esos tres y de otros cuantos que no se citan justificando su supuesta condición de figuras frente a cualquiera de los seis de esta tarde. Decía Gallito respecto de los toros de menor complicación que “de vez en cuando, entre col y col había que comerse una lechuga”, pero es que estas figuras de pitiminí no paran de desayunar, almorzar, merendar y cenar lechugas, que llevan más verde dentro que un vegano de esos. Las coles, en este caso se quedaron para los redaños de Fernando Robleño, Javier Castaño y José Carlos Venegas, de los que se relatan a continuación sus hechos desde la admiración y el máximo respeto por haber estado frente a una auténtica corrida de toros.
El primer toro, Teniente, número 10, se escobilló el pitón izquierdo al derrotar contra el burladero del 10, se arranca con prontitud al cite de El Legionario y, para mí que le escacharra con el puyazo tan mal puesto que le arrea, porque el animal, que no había dado síntoma alguno de debilidad, se cae a la salida del caballo y luego otra vez. El animal, tras su paso por las manos de El Legionario sangra una barbaridad, dejando un charco de sangre que le escurre por la mano, y a mí nadie me quita que el picador se lo cargó. Fernando Robleño desarrolla su trasteo a la madrileña, que es el de decir poco, porque luego tiene otro a la francesa que es el de los triunfos. El toro se resiste a salir de la proximidad a tablas y Robleño lo saca al tercio y allí desarrolla su trasteo sin gran lucimiento. Lo tumba de una estocada desprendida.
El segundo de la tarde es Sembrador, número 14. En su primer encuentro con Pedro Iturralde se emplea y recibe un castigo considerable. En su segunda venida al aleluya tardea para que Iturralde luzca sus dotes de jinete y, finalmente, se arranca para cobrar un puyazo trasero. Lo banderillean Marco Leal y Fernando Sánchez, el primero da un feo salto en sus dos pares y el segundo clava a toro pasado arrancando muy en corto como en él es costumbre, siendo lo mejor del segundo tercio la perfecta brega de Marco Galán. Allá se va Javier Castaño con su muleta y su estoque falso, pero el toro en seguida se da cuenta de que él es netamente superior a su matador y le complica la vida, y además Castaño ni acaba de dar el paso adelante -el de la Puerta Grande o el hule- ni en su muleta hay el mando que precisa Sembrador, con lo que ni le domina, ni le obliga a bajar la cara, ni le torea y, para cubrir su expediente recurre a las cercanías, que siempre dan su fruto. Castaño nunca ha sido un gran estoqueador y avía al Cuadri con un metisaca tirando la muleta, y un pinchazo quedándose en la cara. Sin haber clavado estoque alguno descabella porque sí. Cuando los benhures de la mula arrastran al Sembrador se cae la manta de la que va en el medio, que cada día estos ensayan nuevas formas de hacer el ridículo, por lo que se ve.
El tercer Cuadri fue Misterioso, número 24. Frente a él, subido al arre, Tomás Copete. El toro acude porque quiere y el picador ni mueve el caballo, ni tira la vara, ni clava en su sitio. Misterioso cumple en esa vara y en la segunda se percibe perfectamente que el piquero no tiene el más leve deseo de que el animal se le arranque; cuando lo tiene, lo pica y el animal se quita el palo. En banderillas David Adalid está realmente mal, aunque nada comparado con lo de más adelante, y no es ni la caricatura de sí mismo. Misterioso no está dispuesto a regalar nada a Venegas y le anima a trabajar duro para hacerse con él. Venegas recibe un derrote seco, como para irse a su casa, y aguanta el peligro del toro intentando sacarle los muletazos de uno en uno, denodadamente, a base de valor, y cuando está en ésas le da, certero, en el muslo y luego le pone patas arriba. Venegas le echa valor de nuevo y vuelve a la cara del toro, que el toro rebaña lo suyo por el izquierdo. Lo despacha de media desprendida y un golpe de verduguillo.
La segunda parte del festejo comenzó con la salida de Pantanoso, número 26, al que pica de manera pésima Francisco Javier González, poniendo el penco de costadillo y echando el palo con salero, como el que sala un filete, a que caiga donde sea, y la cosa sigue en la misma tónica en la segunda vara. Quizás sea este Pantanoso el que menos ha cobrado de los del castoreño, pero el hecho es que si te fijabas el animal iba lleno de agujeros por su anatomía, que daba compasión verlo. Robleño vuelve a dar la versión madrileña de su tauromaquia, con la idea puesta en irse ya desde la mitad del muletazo y, desde luego, sin interés en aceptar la arriesgada apuesta que le plantea Pantanoso. El toro exige una barbaridad y él va desarrollando su trasteo con su bien aprendido oficio, a veces recuerda a Fundi en su trapacería, y a base de esos aspavientos va consumiendo el tiempo sin presentar una lidia orientada a un fin, en este caso el de poder a Pantanoso, pues su propuesta es de medios pases y, a veces de tercios de pase. Para mi gusto éste es el toro de la corrida, de una exigencia casi sobrehumana y sin regalar absolutamente nada. Lo mata de un metisaca pescuecero y de una baja. En esta ocasión las mulas del equipo de benhures salen despavoridas por dos veces sin que los cobradiezmos de la oreja sean capaces de hacerse con ellas.
En quinto lugar tenemos a Artillero, número 12, que rápidamente arrebata el capote de las manos de Castaño y lo acosa hacia la barrera. Luego lo saca hasta los medios por bajo siendo punteada la capa bastantes veces. José Ney es el encargado de pegarle sin contemplación en la primera vara, después de eso se ve que el toro no quiere caballo y lo dejan entre las rayas para que Ney le busque y le vuelva a arrear con gran vigor. En banderillas no pone las cosas nada fáciles y Marco Galán demuestra que no es, ni mucho menos, un gran rehiletero. Fernando Sánchez quiere lucirse y le entra a Artillero por el izquierdo, reuniendo en la cara y dejando un solo palo y rápidamente, pundonor de torero, vuelve a la cara del toro para entrarle por el derecho dejando un excelente par. Luego ya tenemos a Castaño frente a la condición felina de Artillero, que se revuelve en un palmo buscando con inteligencia lo que sabe que se deja atrás. El toro directamente quiere sacarle de la Plaza y Castaño, con una gran entereza, hace un esfuerzo enorme a medida que avanza la faena. El toro tiene muchísimo que torear, boca cerrada y mirando al torero, y Javier Castaño se justifica en sus modos. Con una pinchazo, una estocada baja soltando la muleta de la que sale acosado por el toro, que le obliga a tomar el olivo, y un descabello manda a Artillero a las verdes praderas.
Y el sexto, Embustero, número 9. Menudo lío que se ha formado a su costa. El toro es el más fino del encierro, alto y descarado de pitones. Lo pica mal Gustavo Martos, que a estas horas lo del buen picamen es ya como un poltergeist o algo sobrenatural. Pierde las manos al salir de la primera vara y comienza a formarse la mundial contra el toro, y cuando en el desconcierto del segundo tercio lleno de pasadas en falso, clavadas de una en una, falta de lidia y de dirección y miedo se vuelve a caer aquello ya es la III Guerra Mundial del Pañuelo Verde, que hubiese sido una hermosura ver ese vigor protestante en la de El Valdefresno, la de Montalvo, la de Jandilla, la de Parladé o la de Juan Pedro Domecq, por decir unas cuantas. Don Justo Polo aguantó a la turba, con muy buen criterio y así pudimos ver cómo Embustero no se volvía a caer y cómo ponía sus embestidas a favor de la obra de Venegas. El toro, el de menos sentido del encierro, puso al alcance de las manos de Venegas un triunfo cantado, pero el jienense no presentó ideas que fuesen aceptables en un trasteo sin cómo, ni dónde, ni por qué en el que consigue sacar un gran natural ahí suelto y que pretendió terminar por ¡¡¡bernardas!!!, siendo trompicado por el toro en la primera que intentó dar, que hay ganado que no sirve para las tonterías. A este toro, que siempre estuvo altivo, atento y desafiante, preciosa lámina, lo mató de una infame puñalada.
Volvió David Adalid, esta vez con Venegas
Se ve que el hombre ha decidido hacerlo "como los demás",
es decir, muy mal, para poder trabajar
Fernando Sánchez sigue con Castaño,
pero sólo es la sombra de su época con Adalid
Lo mejor de los Cuadri (aquí, cómo dejaron el cielo de Madrid)
es la limpieza de basura que hacen, eliminando chicuelinas, pedresinas,
ternascos (o redondos de ternera), desplantes, bernardinas y demás toreo bufo