miércoles, 14 de junio de 2017

El salami

Fuego en el cuerpo


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Los Pablemos (Pablo e Irene) tienen más marketing (las teles de Casals), pero menos glamour, que William Hurt y Kathleen Turner, y su versión comunista de “Fuego en el cuerpo” en el Congreso es basurienta.

La pinza, según María Soraya, "funciona de cine", pero ni el comunismo podía llegar a más ni el marianismo a menos.

Desengáñense –decía el flautista Salvador Boix, apoderado de José Tomás,  a los críticos taurinos–: el toreo es marketing y glamour.
En España el comunismo es marketing de Franco, que en el 50 dejó de culpar a los masones para culpar a los comunistas, y glamour (luto español) de Ibárruri. Ni una mala palabra ni una buena acción.
¡Abajo la República burguesa! –fue el grito comunista en el 31.
En el 36, y en palabras de Joaquín Maurín, el PC era “populachero, demagógico y comunista sólo de nombre”:

A mediados de julio de 1936 correspondía al PC: 1) Misión: convertir a España en una dependencia rusa; 2) Historia: lamentable, negativa; 3) Éxito: ninguno, salvo el Frente Popular, puramente electoral; 4) Fuerza sindical: nula. 5) Proyección intelectual: nula; 6) Fuerza obrera proporcional: 2,5 por 100. 7) Representación parlamentaria: 3,5 por 100. 8) Líderes: Droz (suizo), Codovila (argentino), Rabaté (francés), Stepanov (búlgaro)… Después, nada. Y un poco más allá, Díaz e Ibárruri.
Sobre la actuación del PC en la guerra es una pista que Stalin, que no quería testigos de sus manejos en la contienda, fusiló a todos los comisarios relacionados con España.

“Gobierno Negrín, ¿dónde está Nin?”, pintaban los poumistas en las paredes de Barcelona. “En Salamanca o en Berlín”, escribían, debajo, los comunistas, siempre con buena mano para el humor negro.

En junio de 2017, los pecios de aquella siniestra ideología aspiran a la hegemonía en nuestro Estado de Partidos mediante lo que el húngaro Mátyás Rákosi llamó “táctica del salami”: comerse el poder a rodajas en vez de querer tragarlo todo de una vez, pretensión de Pablemos en enero del 15.

Mátyás Rákosi