Ignacio Ruiz Quintano
Abc
San Isidro carece hoy de importancia porque de él no salen contratos para el verano: contra las leyes del mercado, todo está ajustado de antemano.
Hubo un San Isidro del que salía el cartel de Beneficencia, que ahora, siempre el mismo (uno de San Blas y dos más), se firma en enero. En 2016 triunfaron oficialmente en la Feria un torero que no estuvo en la Feria y un toro (el de 2017 también parece designado de antemano) que nadie recuerda.
El encaste dominante es juampedrero. Yo no soy nietzscheano, pero si, en vez de arriba, en la Andanada, estuviera abajo, en el callejón de Dragó, me abrazaría a esos pobres toros de granja como Nietzsche a aquel caballo que vio, azotado por un cochero, en enero del 89, en la Piazza Carlo Alberto de Turín, incidente con el que había soñado en el mes de mayo (¡San Isidro!) anterior.
Claro que, en medio del pasteleo, aparece en el ruedo “Pastelero”, victorino cárdeno, sale a su encuentro Ureña, una torre de virilidad y coraje, y contra la moda posmoderna de que la verdad no existe, se produce el milagro de la Verdad absoluta, llevándose por delante las cuatro pamplinas con oreja de la Feria (y de la temporada) en Madrid. ¿Que qué es la verdad, pregunta Pilato? Que el gobernador hubiera ido el martes a la Plaza.
Fuera del toro la verdad es inaccesible, y todo es propaganda, como el incienso mediático con la controversia entre Trump y Khan, alcalde de Londres: Khan conjuró el alarmismo yihadista como Peter Sellers el apetito del loro en “El guateque” (“lorito, ñam-ñam”), Trump lo tuiteó y Khan prohíbe, en nombre de “lo que defendemos” (?), la visita a Londres del presidente de los Estados Unidos.
Khan no incluye en su “fatwa” a Macron, que hace humor de Louis de Funes con las pateras de las Comoras:
–Con las “kwassa-kwassa” se pesca poco: sirven para llevar comorenses.