Cara abajo y fijeza de "Liebre"
@javitaurino
José Ramón Márquez
Para el Día 4 del Toro, de este festín de toros que nos estamos pegando desde el domingo pasado, como recompensa al quinario que nos hemos tragado antes, eligieron la ganadería de Rehuelga, los santacolomas que vienen de Casas Viejas, que ahora se llama Benalup de Sidonia para ver si la gente se olvida ya de una vez de la que se lió “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”.
Llevamos cuatro días de toros increíbles, disfrutando con las distintas personalidades y humores del ganado de lidia que sirve para la lidia, sin los delirios de grandeza de la cosa artística, lo que se dice toros con sus distintas personalidades, con sus dificultades o sus facilidades, para que unos toreros planteen o traten de plantear lo que es su forma de torear. Nada de pintar las Meninas, que muchas veces lo que sale es el Number 1 de Jackson Pollock, Jack el Salpicador, sino torear, poder a un toro de poder, vencer las dificultades que éste plantee y eso hacerlo con torería y de la manera más natural que se pueda. Las cuatro corridas que llevamos están acabando a palos con tópicos de esos que se ponen interesadamente en circulación para engañar a las gentes buenas y crédulas que piensan que los empleados de las empresas periodísticas atienden sólo a los intereses de sus editores y de la cabecera que les paga. Ahora llevaban un tiempo dando la murga con que si el toro grande no sirve, que no embiste, que si el cuello (a base de humanizar, al pescuezo lo llaman cuello) y estos, a los que Corrochanito llama “basculeros”, llevan ahora cuatro días tragando quina, precisamente porque se demuestra que el auténtico motor del toro es su casta, lo que tantos ganaderos de “eliminando lo anterior” han querido extirpar de sus toros, lo que los de la parte alta del escalafón más detestan, y que no hay quilos que valgan si la casta está ahí presente. Hoy hemos visto unos santacoloma de más peso y volumen de lo que su encaste proclama; sabemos bien que lo de este encaste es bajo de agujas, pequeño, corto y de bajo peso y, sin embargo, en la tarde de hoy ha habido alguno como Liebre, número 20, que ha paseado con postín sus 647 kilos, primeramente correteando sobre sus cuatro patas y después tumbado mientras las mulas de los benhures le dieron la vuelta al ruedo.
Como cada día, y curiosamente esto pasa en las corridas de toros de verdad, la inescrutable diagnosis de la Brigada Veterinaria tuvo a bien rechazar la presencia de uno de los Rehuelga. Nada se sabe de si los profesores veterinarios de Madrid pusieron problemas al Cuvillo, ni a los Montalvo, ni a Lagunajanda, ni a Juan Pedro, pero lo que sí que se sabe perfectamente es que desde el lunes no paran de oírse chismes de que echan cinco, o quitan dos, o pasan los seis por los pelos. Hoy, para no ser menos, hubo que poner fuera a uno por vaya usted a saber qué causa, que ellos se lo guisan y ellos se lo comen, así que tuvieron que echar mano de uno de San Martín, para completar la media docenita que da lugar a que cada uno de los matadores toque a dos toros. Como cualquier aficionado no abducido por la TV sabe, don Joaquín Buendía rescató el encaste santacolomeño y puso su ingenio a trabajar en orden a conseguir toros que, sin perder su imprescindible fondo de casta, presentasen un temperamento menos agresivo y de mayor calidad; así consiguió que muchos grandes toreros del pasado más reciente, que no tienen comparación con ninguno de la hora presente, eligiesen sus toros y por ahí están para la eternidad los carteles en los que Paco Camino o Luis Miguel o Pepe Luis se anunciaron con los de Buendía. Viene esto al caso para que nadie piense que la corrida de San Martín ha sido una colección de alimañas, bien al contrario han sido un homogéneo conjunto de toros por el que, si las hubiera, se deberían haber peleado las “figuras”, dado que presentaron todas las características que debe tener el toro para que lo que haga frente a él el bípedo de la muleta cobre importancia y aumente su valor. Podemos estar hablando de la mejor corrida de lo que va de Feria, con un toro de vuelta al ruedo y al menos otros tres de escándalo en mayor o menor grado, con prontitud para ir al regazo de los pencos, metiendo el susto en el cuerpo a los banderilleros y con una hermosa disposición al galope y a la distancia en la cosa de la muleta.
Para todo en la vida hay que tener suerte y para ser toro, también. Eso es justo lo que les falló a nuestros Rehuelga de hoy, pues ni Fernando Robleño, ni Alberto Aguilar, ni Pérez Mota eran los idóneos para dar fiesta a las capacidades de los cinco Rehuelga, por lo que se vio en sus trasteos y en sus, citaré a mi ídolo Thebussem, tristes capeos.
Tuvieron el detalle de echar al de San Martín el primero, y dejar el conjunto de Rehuelga como una unidad. Acompasado, número 68, es cárdeno, bragado corrido y meano y pesa 532 quilos. Sale sin fuelle y acude al caballo desde la raya de afuera, en la primera vara Francisco Javier González no le coge hasta que el bicho está ya en el peto y en la segunda le pilla trasero. Cobra en las dos lo suyo y la sangre brota con fuerza. En banderillas no da facilidades, se queda parado esperando y se nota el recelo que hay hacia él cuando Jesús Romero pasa en falso y luego clava un palo y tira otro. Ahí tenemos a Robleño, que comienza su faena, y a Acompasado, que por tres veces, como Nuestro Señor, cae. El toro es tardo en arrancar, acaso porque Robleño no está por la labor de pisarle el terreno y prefiere citar con la V del pico para poner al bicho en movimiento mientras él cavila la forma de huir. Sigue la faena en los medios, entre los cabezazos del uno y la falta de colocación del otro y da la sensación de que el toro está realmente harto de ver por allí a Robleño, el caso es que avanza la faena y el torero no da bien ni una, que si poca chispa tiene el toro menos aún tiene el torero. Nos da, al fin, la alegría de montar el estoque y se lanza a cobrar un pinchazo sin soltar quedándose en la cara, otro tendido y una estocada entera desprendida. El cuarto, de Rehuelga, Callejero, número 11, con 608 quilos, le aprieta hacia los adentros en los lances iniciales, aunque tirando de oficio se sale Robleño con él al tercio. El Legionario está a lomos de su rocín, Callejero se arranca en corto y le agarra un puyazo arriba bien colocado; en la segunda entrada, desde más lejos, vuelve al mismo sitio. En banderillas acosa a Ramón Moya y marca perfectamente su distancia. Robleño vuelve al cite por el extrarradio, a rematar por arriba y a correr, luego a la V con la muleta formando un ángulo agudo y presentando la punta mejor que la panza. La parte más lucida de su actuación es cuando enjareta cuatro naturales en los que no da el paso adelante pero que visto lo anterior no chirrían. El resultado es una faena larga que deja en evidencia las carencias de Robleño: al Robleño bueno, al parecer, hay que ir a verlo a Francia. Estocada delantera y baja, más de media y descabello es el parte de guerra.
Para Alberto Aguilar salió en primer lugar Guanaguato (sic), número 28, de 527 quilos, que acude con presteza al cite de Francisco Javier Sánchez para recibir un lanzazo trasero, cae el toro al salir del penco y en el segundo Sánchez le deja una vara arriba castigando poco. Brega con muy buen oficio Raúl Ruiz mientras sus compañeros de cuadrilla hacen bastante menos de lo que deben, pues la condición del toro de cortar un poco no les resulta grata. Parece que Alberto Aguilar ha visto al toro cuando se va a los medios a brindar su faena que se explica de manera concisa: un muletazo y a correr, y así hasta que el toro aguante. Uno y carrerita, uno y carrerita, uno y carrerita… la sansilvestre venteña vamos. Luego con la zurda, naturales de uno en uno, sin carrerita. Con un pinchazo sin soltar y una estocada baja aguantando, en la que tira la muleta, llega el the end para Guanaguato. Su segundo es Liebre, de 647 quilos. El toro se va de largo y con alegría a los tres puyazos ¡tres puyazos, he dicho tres puyazos! que le pone Juan Carlos Sánchez arriba y en buen sitio. Un placer ver al toro ir al caballo desde esa distancia. Tras una buena brega de César del Puerto y un eficaz segundo tercio, llega Liebre a la muleta de Aguilar con ganas de galopar. Atropella al torero en el tercer redondo de la serie primera, con el toro a una preciosa distancia y tras ese chasco ya no quiere Aguilar las lejanías, volviendo al mundo de las carreritas, que este hombre corre mucho. Cae el toro por tres veces de manos, no de planchazo, y prosigue el trasteo siempre por debajo de las magníficas condiciones del toro; las gentes le aplauden cuando da dos naturales empalmados, que no ligados, y también cuando ensaya unas poncinas. Lo tumba de un sartenazo. El pañuelo azul de don Jesús María Gómez asiente a la petición de vuelta que se pedía para el toro.
Para Pérez Mota salió primeramente el tercero, Perlasnegras, número 22, de 534 quilos, un toro muy serio. Se arranca de largo al caballo de Israel de Pedro y haciendo un regate consigue que no le clave, arremetiendo al caballo por delante y llegando a estar a punto de derribar hasta que el varilarguero le agarra arriba y atrás y se hace con él. La segunda vara la toma de largo y sin codicia y cae en la parte alta de la paletilla, rectificando el jinete. En banderillas el toro acude al cite con tranco y sin reservas, ahí está Alfredo Jiménez de pena, y muy bien, sobre todo en su segundo par, Juan Contreras. Pérez Mota se saca el toro al tercio de manera estética, pero cuando hay que ponerse a torear ahí ya es otra cosa y no le sale ni uno, entre enganchones y falta de criterio sobre qué hacer. El toro galopa al cite desde la media distancia y el torero no aprovecha esa condición para dar fiesta al toro, sino que sigue a base de recolocarse, ir obteniendo los pases de uno en uno, pase a pase, citando con el pico y sin aprovechar ni una de las bonitas embestidas del toro: ¡Ole por el toro! Luego, dos pinchazos y una estocada arriba quedándose en la cara y saliendo trompicado. El sexto es un precioso negro, de lo ibarreño, Coquinero, número 10, 577 quilos, que acude a distancia al peto y que empuja en la primera vara y que también empuja en la segunda en la que no le pega Francisco Vallejo. En banderillas Raúl Caricol deja un buen par y en la muleta la calidad del toro queda a merced de las cosas de Pérez Mota, que comienza por naturales hasta que el toro se impone y le quita, teniendo que salir a la carrera. Acompaña el viaje con la derecha y probablemente sea consciente del toro que se le está yendo; el animal le arrebata la muleta y Pérez Mota vuelve a sus naturales de frente. El toro no se cansa de embestir, humillado, pero ni mucho menos de una manera boba, sino vibrante e intensa. Mata a un toro de triunfo grande de metisaca y estocada arriba atravesada.
Y esto es lo que dio de sí una gran tarde de toros. Cuando salió el mayoral a saludar la sincera ovación con que unos cuantos agradecimos la corrida que nos había traído, el Gárgoris Dragó ya se había ido a hacer gárgaras, que tendría prisa el hombre.
Para el Día 4 del Toro, de este festín de toros que nos estamos pegando desde el domingo pasado, como recompensa al quinario que nos hemos tragado antes, eligieron la ganadería de Rehuelga, los santacolomas que vienen de Casas Viejas, que ahora se llama Benalup de Sidonia para ver si la gente se olvida ya de una vez de la que se lió “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”.
Llevamos cuatro días de toros increíbles, disfrutando con las distintas personalidades y humores del ganado de lidia que sirve para la lidia, sin los delirios de grandeza de la cosa artística, lo que se dice toros con sus distintas personalidades, con sus dificultades o sus facilidades, para que unos toreros planteen o traten de plantear lo que es su forma de torear. Nada de pintar las Meninas, que muchas veces lo que sale es el Number 1 de Jackson Pollock, Jack el Salpicador, sino torear, poder a un toro de poder, vencer las dificultades que éste plantee y eso hacerlo con torería y de la manera más natural que se pueda. Las cuatro corridas que llevamos están acabando a palos con tópicos de esos que se ponen interesadamente en circulación para engañar a las gentes buenas y crédulas que piensan que los empleados de las empresas periodísticas atienden sólo a los intereses de sus editores y de la cabecera que les paga. Ahora llevaban un tiempo dando la murga con que si el toro grande no sirve, que no embiste, que si el cuello (a base de humanizar, al pescuezo lo llaman cuello) y estos, a los que Corrochanito llama “basculeros”, llevan ahora cuatro días tragando quina, precisamente porque se demuestra que el auténtico motor del toro es su casta, lo que tantos ganaderos de “eliminando lo anterior” han querido extirpar de sus toros, lo que los de la parte alta del escalafón más detestan, y que no hay quilos que valgan si la casta está ahí presente. Hoy hemos visto unos santacoloma de más peso y volumen de lo que su encaste proclama; sabemos bien que lo de este encaste es bajo de agujas, pequeño, corto y de bajo peso y, sin embargo, en la tarde de hoy ha habido alguno como Liebre, número 20, que ha paseado con postín sus 647 kilos, primeramente correteando sobre sus cuatro patas y después tumbado mientras las mulas de los benhures le dieron la vuelta al ruedo.
Como cada día, y curiosamente esto pasa en las corridas de toros de verdad, la inescrutable diagnosis de la Brigada Veterinaria tuvo a bien rechazar la presencia de uno de los Rehuelga. Nada se sabe de si los profesores veterinarios de Madrid pusieron problemas al Cuvillo, ni a los Montalvo, ni a Lagunajanda, ni a Juan Pedro, pero lo que sí que se sabe perfectamente es que desde el lunes no paran de oírse chismes de que echan cinco, o quitan dos, o pasan los seis por los pelos. Hoy, para no ser menos, hubo que poner fuera a uno por vaya usted a saber qué causa, que ellos se lo guisan y ellos se lo comen, así que tuvieron que echar mano de uno de San Martín, para completar la media docenita que da lugar a que cada uno de los matadores toque a dos toros. Como cualquier aficionado no abducido por la TV sabe, don Joaquín Buendía rescató el encaste santacolomeño y puso su ingenio a trabajar en orden a conseguir toros que, sin perder su imprescindible fondo de casta, presentasen un temperamento menos agresivo y de mayor calidad; así consiguió que muchos grandes toreros del pasado más reciente, que no tienen comparación con ninguno de la hora presente, eligiesen sus toros y por ahí están para la eternidad los carteles en los que Paco Camino o Luis Miguel o Pepe Luis se anunciaron con los de Buendía. Viene esto al caso para que nadie piense que la corrida de San Martín ha sido una colección de alimañas, bien al contrario han sido un homogéneo conjunto de toros por el que, si las hubiera, se deberían haber peleado las “figuras”, dado que presentaron todas las características que debe tener el toro para que lo que haga frente a él el bípedo de la muleta cobre importancia y aumente su valor. Podemos estar hablando de la mejor corrida de lo que va de Feria, con un toro de vuelta al ruedo y al menos otros tres de escándalo en mayor o menor grado, con prontitud para ir al regazo de los pencos, metiendo el susto en el cuerpo a los banderilleros y con una hermosa disposición al galope y a la distancia en la cosa de la muleta.
Para todo en la vida hay que tener suerte y para ser toro, también. Eso es justo lo que les falló a nuestros Rehuelga de hoy, pues ni Fernando Robleño, ni Alberto Aguilar, ni Pérez Mota eran los idóneos para dar fiesta a las capacidades de los cinco Rehuelga, por lo que se vio en sus trasteos y en sus, citaré a mi ídolo Thebussem, tristes capeos.
Tuvieron el detalle de echar al de San Martín el primero, y dejar el conjunto de Rehuelga como una unidad. Acompasado, número 68, es cárdeno, bragado corrido y meano y pesa 532 quilos. Sale sin fuelle y acude al caballo desde la raya de afuera, en la primera vara Francisco Javier González no le coge hasta que el bicho está ya en el peto y en la segunda le pilla trasero. Cobra en las dos lo suyo y la sangre brota con fuerza. En banderillas no da facilidades, se queda parado esperando y se nota el recelo que hay hacia él cuando Jesús Romero pasa en falso y luego clava un palo y tira otro. Ahí tenemos a Robleño, que comienza su faena, y a Acompasado, que por tres veces, como Nuestro Señor, cae. El toro es tardo en arrancar, acaso porque Robleño no está por la labor de pisarle el terreno y prefiere citar con la V del pico para poner al bicho en movimiento mientras él cavila la forma de huir. Sigue la faena en los medios, entre los cabezazos del uno y la falta de colocación del otro y da la sensación de que el toro está realmente harto de ver por allí a Robleño, el caso es que avanza la faena y el torero no da bien ni una, que si poca chispa tiene el toro menos aún tiene el torero. Nos da, al fin, la alegría de montar el estoque y se lanza a cobrar un pinchazo sin soltar quedándose en la cara, otro tendido y una estocada entera desprendida. El cuarto, de Rehuelga, Callejero, número 11, con 608 quilos, le aprieta hacia los adentros en los lances iniciales, aunque tirando de oficio se sale Robleño con él al tercio. El Legionario está a lomos de su rocín, Callejero se arranca en corto y le agarra un puyazo arriba bien colocado; en la segunda entrada, desde más lejos, vuelve al mismo sitio. En banderillas acosa a Ramón Moya y marca perfectamente su distancia. Robleño vuelve al cite por el extrarradio, a rematar por arriba y a correr, luego a la V con la muleta formando un ángulo agudo y presentando la punta mejor que la panza. La parte más lucida de su actuación es cuando enjareta cuatro naturales en los que no da el paso adelante pero que visto lo anterior no chirrían. El resultado es una faena larga que deja en evidencia las carencias de Robleño: al Robleño bueno, al parecer, hay que ir a verlo a Francia. Estocada delantera y baja, más de media y descabello es el parte de guerra.
Para Alberto Aguilar salió en primer lugar Guanaguato (sic), número 28, de 527 quilos, que acude con presteza al cite de Francisco Javier Sánchez para recibir un lanzazo trasero, cae el toro al salir del penco y en el segundo Sánchez le deja una vara arriba castigando poco. Brega con muy buen oficio Raúl Ruiz mientras sus compañeros de cuadrilla hacen bastante menos de lo que deben, pues la condición del toro de cortar un poco no les resulta grata. Parece que Alberto Aguilar ha visto al toro cuando se va a los medios a brindar su faena que se explica de manera concisa: un muletazo y a correr, y así hasta que el toro aguante. Uno y carrerita, uno y carrerita, uno y carrerita… la sansilvestre venteña vamos. Luego con la zurda, naturales de uno en uno, sin carrerita. Con un pinchazo sin soltar y una estocada baja aguantando, en la que tira la muleta, llega el the end para Guanaguato. Su segundo es Liebre, de 647 quilos. El toro se va de largo y con alegría a los tres puyazos ¡tres puyazos, he dicho tres puyazos! que le pone Juan Carlos Sánchez arriba y en buen sitio. Un placer ver al toro ir al caballo desde esa distancia. Tras una buena brega de César del Puerto y un eficaz segundo tercio, llega Liebre a la muleta de Aguilar con ganas de galopar. Atropella al torero en el tercer redondo de la serie primera, con el toro a una preciosa distancia y tras ese chasco ya no quiere Aguilar las lejanías, volviendo al mundo de las carreritas, que este hombre corre mucho. Cae el toro por tres veces de manos, no de planchazo, y prosigue el trasteo siempre por debajo de las magníficas condiciones del toro; las gentes le aplauden cuando da dos naturales empalmados, que no ligados, y también cuando ensaya unas poncinas. Lo tumba de un sartenazo. El pañuelo azul de don Jesús María Gómez asiente a la petición de vuelta que se pedía para el toro.
Para Pérez Mota salió primeramente el tercero, Perlasnegras, número 22, de 534 quilos, un toro muy serio. Se arranca de largo al caballo de Israel de Pedro y haciendo un regate consigue que no le clave, arremetiendo al caballo por delante y llegando a estar a punto de derribar hasta que el varilarguero le agarra arriba y atrás y se hace con él. La segunda vara la toma de largo y sin codicia y cae en la parte alta de la paletilla, rectificando el jinete. En banderillas el toro acude al cite con tranco y sin reservas, ahí está Alfredo Jiménez de pena, y muy bien, sobre todo en su segundo par, Juan Contreras. Pérez Mota se saca el toro al tercio de manera estética, pero cuando hay que ponerse a torear ahí ya es otra cosa y no le sale ni uno, entre enganchones y falta de criterio sobre qué hacer. El toro galopa al cite desde la media distancia y el torero no aprovecha esa condición para dar fiesta al toro, sino que sigue a base de recolocarse, ir obteniendo los pases de uno en uno, pase a pase, citando con el pico y sin aprovechar ni una de las bonitas embestidas del toro: ¡Ole por el toro! Luego, dos pinchazos y una estocada arriba quedándose en la cara y saliendo trompicado. El sexto es un precioso negro, de lo ibarreño, Coquinero, número 10, 577 quilos, que acude a distancia al peto y que empuja en la primera vara y que también empuja en la segunda en la que no le pega Francisco Vallejo. En banderillas Raúl Caricol deja un buen par y en la muleta la calidad del toro queda a merced de las cosas de Pérez Mota, que comienza por naturales hasta que el toro se impone y le quita, teniendo que salir a la carrera. Acompaña el viaje con la derecha y probablemente sea consciente del toro que se le está yendo; el animal le arrebata la muleta y Pérez Mota vuelve a sus naturales de frente. El toro no se cansa de embestir, humillado, pero ni mucho menos de una manera boba, sino vibrante e intensa. Mata a un toro de triunfo grande de metisaca y estocada arriba atravesada.
Y esto es lo que dio de sí una gran tarde de toros. Cuando salió el mayoral a saludar la sincera ovación con que unos cuantos agradecimos la corrida que nos había traído, el Gárgoris Dragó ya se había ido a hacer gárgaras, que tendría prisa el hombre.
Liebre, al aire de su vuelo
Vuelta (esta vez con petición, no como con la Hebrea jandillana) para Liebre
El fantasma
Noche de Junio