Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con la gracia de Curro Fetén (el único politólogo serio que he conocido en estos cuarenta años), la moción de censura comunista podría titularse así: “En la Feria de Pablemos, Ana Oramas ha puesto una caseta”.
–Si un león pudiera hablar, no lo entenderíamos –dijo Wittgenstein, un loco del lenguaje.
En la moción han hablado los dos leones de las Cortes, Pablemos y Mariano, y no les ha entendido nadie.
–¡Mi patria es la democracia! –gritó Pablemos.
–La mía es la división de poderes –vino a contestarle Mariano, quien supone que “división” es igual que “separación”.
Oírles hablar de democracia (y no se les cae la palabra de la boca) es como ver a los salvajes de Camba discutiendo de la chistera que la marea llevó a su playa.
La chistera de la democracia llegó a la playa de España hace hoy cuarenta años. De aquel día lo que mejor recuerdo es la noche: Lola Gaos (¡la Libertad guiando al Pueblo!) dando vivas a un socialismo de cien diputados subida a un camión de la basura en la calle de Santa Engracia, sede, entonces, del Psoe, cuyos peces gordos (y no es alusión a Peces Barba, quien todavía dudaba entre Habermas y Maritain) acabarían en poco tiempo con los precios de la vecina taberna de San Mamés, que puso el besugo por las nubes.
Pablemos dice que la palabra “dictadura” (aun la del proletariado) mola menos que la palabra “democracia”, por lo que en la lucha política hay que disputársela al enemigo, que hoy es Mariano, quien ignora la diferencia teórica entre democracia y partidocracia, pues no ha leído a Leibholz (cosa que sí hizo Fraga), teórico de ese Estado de Partidos genialmente descrito ayer por Hernando:
–Mire, señor Iglesias, que no se da “usté” cuenta, y podríamos hacer cosas juntos, que ésta es la legislatura en la que hay más oportunidades para todos.
En la partidocracia, los jefes mandan más que en la democracia. Más, incluso, que Luis XIV, y por eso toda Europa corre a apuntarse (allez allez, Macron!) al Weimar de frau Merkel.