Dmitró Chihrinski
Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Señores, hemos llegado al “Clásico”, que es como el “As”, uno de los faros de la hegemonía cultural, llama al Madrid-Barcelona de esta noche en el Bernabéu, donde se ventila la Liga de fútbol exactamente igual que hace cincuenta años.
¿Y qué ha cambiado en cincuenta años?
En la historia de las mentalidades, que es una medida francesa muy útil, nada: el español sigue siendo ese logrero incansable que, a base de ronear al poder, consigue que no le toquen el cocido. Donde había un yugo y un haz de flechas hay un puño y una rosa, y donde había un bigotito delgadito hay una barbita canosita. Mediocridad y, un par de veces por semana, fútbol. Hoy, el “Clásico”.
Antes, el clasicismo consistía, como bien decía Pemán, en hacer que todo, la Verdad, la Vida, la Belleza, tuviera... menos cuento. Ahora, gracias al fútbol, no hay clasicismo sin cuento, y todo el mundo se pasa la semana echando el suyo con la cosa del “Clásico”.
“Cuentos del fútbol”, tituló Valdano una antología infumable de literatura balompédica, y eso parecen estos días los periódicos, en cuyos editoriales sólo falta pedir la suspensión de la democracia para ver el “Clásico”, como han pedido los ecologistas para salvar al planeta.
El Madrid se juega su victoria consecutiva número 13 y con Pellegrini en el banquillo. Todo suena a Fernández Flórez: “La novela número 13” y “El sistema Pelegrín”. Los del Madrid son futbolistas superiores a los del Barcelona, pero ganará el equipo que menos mire a su entrenador: Pellegrini, el primo de Dulce María, en el Madrid, y en el Barcelona, Guardiola, el “Pep” –ese muchacho indeciso– de la progresía ibérica.
Pellegrini tiene cabeza de estratego pobre, porque ésa ha sido su carrera, y podría repetir la pifia europea de Lyon. Guardiola tiene la escuela de Cruyff y un juego de copas en la vitrina del mueblebar. Por ese lado gana Guardiola. Más lo que en este régimen de democracia faisanada impone Zapatero, que en Madrid es del Barcelona como en Barcelona sería del Madrid. El oportunismo de Laporta, ese epígono nacionalista del doctor Robert, ha hecho el resto, y el Barcelona es en este momento el club del sistema, el Hamilton del fútbol: poca historia y mucha adulación. A veces recibe una sanción, y entonces no la cumple. Su victoria en Madrid sería la de una nación. Para el Madrid, en cambio, ganar hoy sólo supone la victoria número 13. ¡Y sin Chigrinski!