Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuenta Thedore Dalrymple que en una plaza de Pyongyang, donde todo contacto no supervisado con extranjero es impensable, un joven coreano se le acercó y le preguntó “¿Habla inglés?” “Sí”, dijo él. Y dijo el joven: “Soy un estudiante en el Instituto de Lenguas Extranjeras. Leer a Shakespeare es lo más grande, el único placer de mi vida”.
–Fue la más impactante interacción de toda mi vida –confiesa Dalrymple, “el Burke de nuestra época”, a juicio del crítico de arte Roger Kimball, opinión que parecerá exagerada (a mí, no), pero porque no conocen la de Mary Beard sobre Nigel Farage (“Nigel Farage is today’s Julius Caesar”, y todo el mundo piensa en el “Julio César” de Shakespeare), a lo que un “rojo” recalcitrante (a diferencia del nuestro, el “rojo” inglés tiene lecturas, como el coreano de Dalrymple) responde con remoquete: “(Farage) tiene toda la gracia de Vitelio, el encanto natural de Nerón y la longevidad de Heliogábalo”).
Mary Beard, la Mommsen del feminismo en la Roma imperial, es una erudita a la violeta que regenta una chamarilería de clásicos en Cambridge. Los medios la tienen por la sibila del mundo antiguo, y los medios ingleses consultan a Mary Beard por los políticos como los medios españoles consultan por los futbolistas al “calbo” Maldini. Cuando surgió Obama, a nadie se le ocurría nada, como pasa con todos los nuevos (“No se me ocurre nada sobre Hitler”, es el célebre arranque de Karl Kraus en “La tercera noche de Walpurgis”, que no es mala lectura para entender la movida policial contra Nacho Cano), y corrieron todos a preguntar a Mary Beard, que profetizó: “¡Obama será nuestro Septimio Severo!”
Septimio Severo es el africano que llegó a emperador, y de su “emperaduría” Edward Gibbon, un paisano de Mary Beard más modesto que ella, nos dejó el siguiente testimonio:
–Prometía para engañar, lisonjeaba para destruir, y por más que viniese a ligarse con juramentos y tratados, su conciencia rendida al interés se avenía siempre a descargarle de sus comprometimientos... La posteridad, que estuvo viendo las aciagas resultas de sus máximas y su ejemplo, fundadamente lo graduó de autor principal en la decadencia del imperio romano.
¡Autor principal en la decadencia del imperio romano! Mary Beard no quería decir eso de su Obama, pero lo clavó, y ahí está la zorrera de democracia americana que nos dejó el gran narciso.
–Hamilton es tan ambicioso como Julio César –susurraba cada día al oído presidencial de su marido Abigail Adams.
James Woods, al que tiene bloqueado Elon Musk, el Míster X de la libertad de expresión (el otro Míster X es el estadista de la Bética) ha tuiteado de Franklin “una de las citas más proféticas de todos los tiempos”:
–La democracia son dos lobos y un cordero votando qué almorzar. La libertad es un cordero bien armado que disputa el voto.
Pero en España el lobo siempre fue cordero asimilado, y ya sólo nos queda leer a Shakespeare.