martes, 2 de julio de 2024

Las dos realidades


Eric Voegelin


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Para entender la política manicomial que padecemos en Occidente, el alemán Eric Voegelin promocionó en los 30 el término “pneumopatología”, acuñado por Schelling, para designar las enfermedades espirituales de naturaleza pneumopática, no psicopática: es el espíritu, no el alma el que enferma.


El mundo occidental atraviesa un proceso de descomposición cuya causa es la secularización del espíritu –dirá Voegelin, que no cree que pueda combatirse una fuerza satánica (que haberla, háyla, y nos lleva a la guerra) sólo con moralidad y humanidad, “pues lo satánico no es sin más lo moralmente negativo, lo repulsivo, sino una fuerza y, ciertamente, una fuerza con un gran poder de atracción”.


Décadas más tarde, el polaco Andrzej Lobaczewski tomó de un científico húngaro el término “patocracia” para designar la “ponerología política” (estudio del mal) en el sistema soviético, en seguida copiado (¡y perfeccionado!) por las oligarquías liberales de Occidente, como avisó (“la UE es la nueva URSS, un monstruo que debe ser destruido antes de que se consolide como un Estado totalitario”) Vladimir Bukowski, sin el éxito de Catón con Cartago.


Lo que viene, viene, y cuando llegue, nos encontrará a la altura de las circunstancias –resume Thomas Mann este cruzarse de brazos ante lo inexorable.


No fue Hitler, sino la corrupción generalizada de la sociedad (moral, intelectual y espiritual) la que determinó el fin de Weimar. Las iglesias, que estaban obligadas a defender la dignidad humana, padecían la misma corrupción que la sociedad: también ellas habían perdido el contacto con la realidad.


De una sociedad corrupta, dice Voegelin, no puede brotar ninguna elite (“no nos interesa la realidad, tenemos otros valores”) capaz de preservar el orden.


La “pneumopatología” conlleva la pérdida de la primera realidad (la real) para situarnos en la segunda realidad (la imaginaria), realidad paralela creada por la ideología, donde hoy nos tienen viviendo a todos.


La segunda realidad es una construcción que nace del deseo del “más allá” en esta vida. El rechazo de percibir lo real no es resultado de la ignorancia, sino fruto de la voluntad deliberada de no comprender. Cuando se toma conciencia de que las fantasías son irrealizables, surgen los arrebatos de ira.


En “Hitler y los alemanes”, Voegelin niega el carácter “inhumano” del Führer; era, dice, absolutamente humano, aunque su humanidad estaba enferma o perturbada por una “pneumopatología” que hace que la imagen falsa de la realidad sustituya a la auténtica realidad. Surge así el conflicto entre las dos realidades, reflejado en la construcción de sistemas forzosamente falsos, pues ningún sistema puede representar la realidad, lo cual obliga al engaño. ¡La voluntad de engañar! El resultado del conflicto no es la estafa, sino la mentira, con el fin de hacer pasar la segunda realidad por la primera.


De ahí que en el corrupto Estado de Partidos todo sea mentira menos lo malo.


[Martes, 25 de Junio]