Jonas en de walvis
Pieter Lastman
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El jefe del liberalismo de Estado, Rivera, que es nadador, propone llevar a las Cortes un cargamento de juristas que expliquen la situación. Deberá traerlos de América; aquí hay abogados (conocedores de las gateras de las leyes), pero juristas (conocedores del fundamento de las leyes) sólo deben de quedar en América, donde ya Jefferson lamentaba la abundancia de abogados en el primer Congreso.
–El defecto fundamental de la Confederación –anota en sus memorias– era que el Congreso tenía un poder solamente requisitorial, sin otra coacción que el principio moral del deber… Algunos Estados contribuían poco, otros menos y otros nada; y los últimos acababan suministrando una excusa a los primeros para dejar de hacerlo. También la falta de una separación entre las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales operaba desventajosamente.
Este reconocimiento de fracaso de Jefferson lo hicieron suyo todos los padres fundadores, y en ello radica su grandeza histórica: en apenas una década, la Constitución confederada del 77 (“Artículos de la Confederación y la Unión Perpetua”) hacía peligrar la supervivencia de la nación, y puestos a cavilar inventaron (¡sin saberlo!) la democracia representativa (“populismo”, para los señoritos de pan “pringao”) con la Constitución federal del 87, una obra de Hamilton, Madison, Jay, Morris… que ahí permanece, a pesar de la zapa de la posmoderna izquierda marcusiana para destrozarla.
–La obra más maravillosa lograda por la inteligencia y voluntad de los hombres –en palabras de Gladstone.
Una “Unión Perpetua” iba camino de cargarse una nación de diez años, pero la Constitución del 78, con el troyano encriptado en su título octavo, podría cargarse una nación de cinco siglos. ¡En vez de la ballena engullendo a Jonás, Jonás engullendo a la ballena! Y en el cargamento de Rivera, en lugar de los “Founding Fathers”, vienen, en cangrejeras de andar hacia atrás (los liberales, no los cangrejos), los liberales de Rallo.
Septiembre, 2017