martes, 31 de enero de 2017

Burgos en el Carnaval

 "Al destierro" vestidos

 "Al destierro", en el desmadre final

 Un mandril de Bienvenido

Bienvenido de chimpancé

Francisco Javier Gómez Izquierdo

       No hace falta que me recuerden que no tener teléfono móvil es de atrasados y catetos, pero ¡queéquieren!, de siempre he sido refractario a la comprensión de las tecnología y, por ejemplo, entrar en un aparcamiento sin personas en taquilla es todo un suplicio. No les cuento lo perdido que estoy ante cualquier artefacto embalado que llega a casa para ser instalado. Mi chico es mi salvación. Sirva toda esta confesión de torpeza para contarles que no sabía que mi televisor es inteligente y que mi chico, peregrino anual al Falla, me explicó los botones a apretar para poder ver el Carnaval de Cádiz por una cadena local. Onda Cádiz se llama la emisora. Mi chico consiguió entrada para el teatro y yo me dispuse a admirar en casa a unos burgaleses valientes, porque les aseguro que hay que ser muy valiente para ser de Burgos y presentarse con una chirigota en el concurso del Falla.
    
Salieron los penúltimos, con el público ansioso por ver a Bienvenido, la comparsa del Kichi, que por cierto, estuvo sentado cerca de mi chico “nerviosito perdío” a la espera de “su” agrupación.  La chirigota “Al destierro” no es del todo de Burgos. La idea y los preparativos, al parecer, son de dos gaditanos que trabajan en Burgos “emigrados y desterrados de su Cái” porque en “Cái ni hay trabajo ni se le espera”. El resto son burgaleses, aunque en el runrún del Falla se comentó que podrían ser sordos de los que jubilaron en Astilleros por ir cada componente a “su bola”. El locutor de Onda Cádiz me enfadó al minuto de presentarse mis paisanos. Va el tío y suelta: “..bueno, cuando mañana vuelvan a Burgos en el cuerpo llevan lo bien que lo han pasado estos días en Cádiz  más el honor de haber cantado en el Falla”. Dice mi chico, un talibán del concurso, que el público “se partía” con la chirigota, por su calamitosa música y sus desafinadas voces. “Hace años les hubieran dado un telonazo en el primer pasodoble”. Yo, en mi casa, mosqueado con el locutor, esperaba una genialidad en la letra que pusiera patas arriba al teatro, pero los chirigoteros repasaron la historia del Cid y su camino del destierro, mentando al rey Alfonso y a doña Jimena, una “gente” que nadie conoce en Cádiz hasta provocar la hilaridad del público cuando con inocencia carnavalera, como de niños aprendices, frenaban a Babieca con un “soooo caballo” que a mí me abochornó un poco.
     
Gustó el final, cuando se desprendieron de su pesado, triste y nada imaginativo disfraz y quedaron en bañador rascándose la barriga al sol, reivindicando la Caleta y lo bien que se vive sin pegar golpe.
     “Que dejen unas morcillas” decían los locutores de Onda Cádiz mientras se pedía “otra, otra” desde butacas, platea, anfiteatro y paraíso. Unanimidad de un público que se cachondeaba sin compasión, “pero de buen rollito”, de doce burgaleses valientes que se han atrevido a cantar chirigotas en Cádiz.
       
Luego salió Bienvenido y dice mi chico que hasta cuando los monos gruñían lo hacían afinados. Dice también que las caras de los distintos primates están perfiladas a pincel. Sin prótesis, ni trucos raros. Busquen en Youtube y verán la espectacularidad del disfraz. Las fotografías que aquí pongo no se ven bien porque se las hice al televisor durante la actuación.

El Gallo

Victor Hanson Davis


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El sábado comenzó el año del Gallo en China, nueva Meca del liberalismo español, según dice la derecha andante para meter el dedo en el ojo a Trump.
La verdad es que las cosas que nuestra derecha dice de Trump uno sólo se las había oído decir de Franco (cuando Franco ya no estaba en ejercicio, eso sí), y es una forma como otra de echárselas de demócrata. Total, que, atacado por Trump, dicen, el libre comercio se refugia en China, con lo que nuestros liberales, en vez de viajar a Cádiz a comer tortitas de camarones por la Pepa, viajan a Pekín a comer patas de pollo por el Consenso.
Los tiempos andan –escribe Martí en el 81 de su siglo–. Cuarenta años hace, era castigado como criminal en China el extranjero que aprendía la lengua del país, o el chino que la enseñaba a un extranjero.
En los 70, y gracias a Nixon, que aprovechó que los chinos se volvieron contra la Urss, China, en palabras de Galbraith, “se convirtió en bastión honorario de la democracia y de la libre empresa”.
Seguir la política americana por el periodismo oficial es como seguir la liga de béisbol por el Reglamento de Fútbol Comentado de don Pedro Escartín.
Cuando yo era estudiante, mis compañeros se declaraban “comunistas pro chinos”. Ahora, esos mismos compañeros se declaran “liberales pro chinos”. Una pista muy buena la da el preclaro Victor Davis Hanson:
Los columnistas del “New York Times” que celebran un mundo “flat” aún no se han encontrado aplastados por escritores chinos que estén dispuestos a escribir por una fracción de su tasa por palabra.
En el XVIII, los enciclopedistas veían en las “chinoiseries” la causa de la decadencia occidental. ¡Qué artículos contra aquella peste, los suyos! Pero en el XXI, y con eso de que Trump es Hitler, China dispara su natalidad y, para ir dando salida a la sobreproducción infantil, adquiere la franquicia de ese liberalismo franquistón de todo a cien que crece al pie de las columnas como la mandrágora al pie de los patíbulos.

Martes, 31 de enero

Valle de Esteban

-Y ya sabe usted lo que cuesta definir una cosa; no hay nada más difícil. ¡Coño!
Jacinto Octavio Picón

lunes, 30 de enero de 2017

La orden de Trump



Hughes
Abc

Cada vez cuesta más trabajo informarse. Hay que hacer un esfuerzo de investigación para acercarse un poco a la verdad de las cosas. Esto es otro de los fascinantes aspectos de Trump. Lo ocasionado con motivo de su “orden ejecutiva” sobre inmigración será inolvidable. Todos los medios han reproducido la noticia (falsa) de un veto a los musulmanes, sin mencionar tampoco el plazo de aplicación. Tampoco el origen de la selección de nacionalidades, ni el “case by case”. En Estados Unidos ha sido peor (lo nuestro es un eco de la propaganda de allí mezclada con intereses de los partidos políticos, antiamericanismo estructural, franquismo genético y pereza general), y probablemente la voluntad de provocar una revuelta popular haya influido en el entendimiento mismo de la orden. Porque… ¿realmente estaba tan claro que se aplicaba también a los poseedores de “gren card”? ¿No fue también eso parte de la histeria general? Si así fuera, la orden sería muy cuestionable. Cuestionable desde la ignorancia monumental de la que hablo -aunque he visto a corresponsales calificando la orden de anticonstitucional sin más aclaración ni más apoyo que su criterio-. Pero tras la matización y la aclaración posterior… ¿qué tenemos realmente?

En un momento inicial, en la comprensión de la orden coincidieron las ganas de los “midia” de reencontrar a su prefabricado Hitler, y el peor retrato que hizo Trump de sí mismo. Porque lo peor, realmente lo único malo, ilegítimo, cuestionable y real de la campaña de Trump fue su mención, sin más, a los musulmanes. Personalmente -y aunque nada importe-, eso era lo que más me incomodaba de su campaña, y sentí una mezcla de alivio y algo así como un guiño íntimo cuando ese anuncio, digamos, islamófobo, fue inmediatamente retirado de su web tras la victoria electoral.

Giuliani habló hace unas horas sobre la orden en la Fox. “Me pidió que hiciéramos legal su deseo de prohibir la entrada de musulmanes”. ¿Ayudaba esa declaración? ¿Era parte de la intempestiva y brusca ingenuidad de la Administración Trump o pretendía unos efectos derivados? Lo cierto es que la orden, con la debida matización sobre la green card (y quedémonos aquí, por economía de tiempo, con la duda de si hubo chapuza legal o desinformación interesada -porque al respecto del repaso legal y técnico de la redacción de texto también se ha mentido-), la orden, digo, y según expertos en la cuestión, no cumple una promesa electoral. Al contrario, es un Trump muy rebajado. Un Trump quizás más cerca de Obama que de sí mismo. Estamos viendo, también, la adaptación del trumpismo al engranaje institucional.

La orden se hace por órgano competente, conforme a competencias otorgadas al presidente, de acuerdo con la normativa americana y en virtud de una capacidad de decisión soberana. Y no se aleja tanto de antiguos precedentes en su aspecto más controvertido, que quizás sea la prohibición inmediata respecto a los ciudadanos de Siria (si es que cabe esa expresión un tanto oximorónica).

Hay otro asunto en el que la desinformación ha sido insoportable: el “religious test”. Es inconstitucional, se dice, pero hubo precedentes. Sería indeseable una criba entre cristianos y musulmanes, pero para la aceptación de minorías oprimidas, ¿qué otro criterio, sino el religioso, es necesario atender? La cuestión judía parece un precedente suficiente. Como siempre, y después de los enormes esfuerzos para informarse, el heroico lector, exhausto, agotado, quedará con un sensación de inutilidad, y de falta de penetración. ¿Qué hay detrás de todo esto?

En las revueltas de la izquierda americana y en su lamentable eco español y europeo empieza a haber una fuerte sospecha de manipulación. Viven en el levantamiento cotidiano, estirando los hechos para que cada acto de Trump se corresponda con la previa idea de un tirano. A veces apetece abandonarse a la conspiranoia sobre Soros. En cuanto al gobierno de Trump y al entendimiento mismo de la política inmigratoria, quizás deberíamos ampliar el espectro. La política inmigratoria, ¿para qué sirve? ¿Es una proclamación de valores, es una herramienta de seguridad, es un instrumento de política internacional basado en la correspondencia o es un instrumento de bondad hollywoodiense? Complicado asunto. Les confieso que después de haber empleado tanta energía en informarme, apenas me quedan tiempo y recursos para penetrar en esto.

La política inmigratoria americana pivota sobre la Ley del 65 de Johnson. Y supuso un cambio respecto a la del 52 y la anterior de los años 20, un cambio que cabe resumir (quizás brutalmente) en que se ampliaba el origen de los inmigrantes. La Ley del 52 (McCarran-Walter Act) establecía un sistema de preferencias, selectivo para la admisión de inmigrantes. La Ley del 65 lo “internacionalizaba”. Dejaba de primar la integración europea y occidental. La Ley Hart-Celler establecía algo así como una igualdad de oportunidades en el acceso a la ciudadanía de Estados Unidos. Esta ley fue celebrada (simbólicamente apropiada) por Obama en su 50 aniversario. Un efecto de la ley fue rebajar la cantidad de “Europa” que entraba en América y quizás propició el cambio demográfico y cultural que hizo posible su propia victoria.

Obama, Clinton y Bush han manejado la noción predominante de la “seguridad”, más aún desde el 11-S, y Trump sigue el mismo camino, pero quizás de fondo pueda haber una visión distinta, y me temo que eso sea el origen del histerismo (histerismo organizado) alrededor de Trump. La “seguridad” sirvió para justificar invasiones e intervenciones y ahora podría servir para dar un giro inmigratorio. Digo podría. ¿Qué queda de la original “islamofobia” argumental de Trump? Trump es un pragmático. Ahí quizás pulsaba teclas de paranoia necesarias para el impresionante rescate de votos de su victoria. Constantemente se ha visto en su gobierno racismo y xenofobia, pero puede que no, y parece que no: lo que quizás haya de fondo es un intento conservador (un neocon de los valores) por reforzar la identidad americana incidiendo en aspectos socioculturales y religiosos. No importaría tanto la raza, como el núcleo espiritual que se considera necesario reforzar. O dicho de otro modo, es algo distinto al racismo morboso y enfermizo del KKK y de los años 30. Este “rearme” de valores religiosos, cívicos, patrióticos, este reforzamiento premeditado de la cohesión nacional, sería lo opuesto a la identidad mosaico que con Obama llega al paroxismo. ¿Sería un intento de sacar a EEUU del bucle 1965-Obama?

Pero no es sólo una cuestión de razas, que será la réplica insultante y fácil. Y no parece, por el momento, que la política inmigratoria vaya a ir decididamente por ahí. El “baneo” de su orden ejecutiva no llega a tanto, y es ligero frente a otros momentos de la historia americana en que hubo naciones favorecidas. Pese al agotador carrusel de estupideces de este fin de semana, es un Trump lejano del Trump electoral. De fondo está esa ley del 65 y algo parecido a lo que se debate en Europa. ¿Tiene Estados Unidos una matriz judeocristiana u occidental que preservar? ¿O tiene que abandonarse a la demografía?

El maleficio de Danilo

Curro Fetén con Mario Cabré


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La flor de Zidane amenaza con transformarse en pasa y eso ha de tener una explicación: para el piperío, esa explicación es… Danilo.

En Vigo, según anotó el gol en su propia portería, Danilo puso la misma cara que un señor con fama de gafe que en martes y 13 entró a un bar donde desayunaba Curro Fetén:

    –Anda, invita tú –lo saludó Curro, que hoy es tu santo y cumpleaños.
    
Lo que le pasa con Danilo ha ocurrido en las mejores familias. Don José María Pemán llegó a creerse gafe de los presidentes iberoamericanos, “pues difícilmente duran un mes, después de mi visita”.

    –En mi familia había un viejo mozo de comedor que estuvo seguro de que el rey Don Alfonso acabaría desterrado no por errores políticos, sino por la jettatura de su número trece.
    
Cayó el presidente Bustamante en el Perú, y en Colombia el presidente Rojas Pinilla pretextó para no recibir a Pemán que se había metido en un libro con Bolívar, cuyo autor, sin embargo, era Madariaga.

    Tantas vueltas dio Pemán al asunto de la mala suerte que descubrió que en España los grandes motes históricos de nuestras cosas nos traen mala suerte, y ponía los ejemplos de la Invencible, que acabó como el rosario de la aurora, y la Gloriosa, la primera revolución republicana, que fracasó absolutamente.

    Pero ¿qué gran mote histórico ha tenido el zidanismo para merecer la suerte de Danilo?

    En el mundo del teatro, Shakespeare tiene fama de Danilo en “Macbeth”. En la primavera del 47 murió un actor inglés representando esa obra, herido con una daga por el exceso de realismo que otro actor daba a la escena.
    
Baje usted, que aquí se muere de verdad –contestó una vez en la plaza el torero Mazzantini a un cómico que le increpaba desde el tendido.

    Bueno, pues en “Macbeth”, según las estadísticas, también han muerto algunos de verdad. Como el Madrid en la Copa.

    –¿La personalidad? –se preguntaba Ruano comentando la noticia del actor “asesinado” en escena en Inglaterra–. Yo creo que es una versión. Una versión que dan los otros y que el ser humano más o menos acaba por aceptar.
    
Danilo da la impresión de haber aceptado la versión que da el piperío de su hipotética gafancia. “A los pueblos no les gustan los príncipes con mala suerte”, dijo Franco a Pemán, que apretaba con la cosa monárquica. Tampoco a los piperos les gustan los futbolistas con mala suerte.
    
En el Bernabéu, Danilo es el caso opuesto a Zidane, cuya fama de suertudo es más fácil de llevar.
   
 Ruano llegó a la conclusión de que, cuando al ser humano le halaga o cree que le va bien la fama o la leyenda que le dieron los demás, aunque tenga poco que ver con el tipo admitido y celebrado, procura representarlo en cuanto se nota observado, y al cabo del tiempo, en la delicada ficción, se forma como un callo de naturalidad.

    El callo de naturalidad con que Zidane pasea su buena suerte es esa sonrisa zidanesca, como de zeta en la rúbrica del Zorro, con que afronta las cuestiones que le plantean sobre la flor.

    Y el Barcelona, salvando los muebles en Sevilla y en el minuto de Ramos.


EL SÍ DE CARMENA

    Parece ser que Carmena, luego de haber estudiado el proyecto a fondo (su marido es arquitecto), ha dado su visto bueno al nuevo Bernabéu, cuyos titanios recuerdan al Guggenheim, un Guggenheim como hecho con las latas que a diario recoge Carmena por las aceras al ir a la Alcaldía. Una mezcla de Guggenheim y catedral de Justo (¡qué gran socio para Carmena!) en Mejorada del Campo, una catedral sin consagrar (ahora que el Madrid también ha renunciado a la cruz de su corona para recaudar “allá por la tierra mora”), más resonancias de la ermita de San Olav en el valle de los Lobos, en Burgos, un Guggenheim pequeño, católico y sentimental. Un Bernabéu que rinda homenaje al reciclaje español (las latas de Carmena) y a la nueva humanidad sin fronteras (adiós, pues, a las puertas arborescentes de Cristina Iglesias dotadas de bisagras movidas por ordenador): el primero que llega, se sienta.

Un Córdoba sin rumbo empata a con la UCAM

Decrepitud en el río Barbate

Francisco Javier Gómez Izquierdo
     
     El aficionado, un servidor sin ir más lejos, temía llegar a ver partidos de fútbol como el de hoy. Uno tenía señalados ciertos síntomas letales como falta de calidad, espíritu de sacrificio y sobre todo ausencia de capacidad física, pero me resistía a aceptar lo evidente. Hoy, ante la UCAM, el Córdoba ha dejado de simular ser un equipo. El Córdoba es una patera sin brújula que marque rumbo y con espectrales remeros que no dan más que lástima. ¿Cómo se ha llegado hasta éste despropósito?

     Si no se vive en Córdoba es muy difícil entender la actual situación, pero todo empezó con un señor que hace cinco años vino a hacer dinero en un club en problemas. No se sabe de nadie que en tan poco tiempo haya tenido tanta suerte en el fútbol pero el caso es que el hombre ha hecho mucho dinero sin exponer un céntimo. Esta temporada sigue sin hacerlo, pero como la fortuna no puede acompañarte toda la vida y a veces te exige que  pongas algo de tu parte, el Córdoba vaga moribundo en Segunda División porque el amo del Córdoba no se cree en la obligación de tirar de su peculio. Del peculio que ha amontonado gracias al Córdoba Club de Fútbol. El hombre dice que nos subió a Primera. Es cierto. Fuimos uno de los peores equipos, si no el peor, de la Historia de Primera, pero estuvimos en Primera. De lo que no se da por enterado el hombre es del pánico que tenemos los aficionados tras los deprimentes espectáculos a los que estamos condenados esta temporada que acaban en descorazonadores desenlaces y que amenazan con esa tragedia de la 2ª B a la que no queremos volver a ver ni en pintura.

    ¡Qué partido esta tarde, Dios mío! La UCAM, y que me perdonen en Murcia,  huele a  2ªB. Es equipo humilde, de modesto presupuesto y modestos jugadores. Basha, su mejor pelotero, bajó con la Ponferradina.  Francisco, su entrenador, ha procedido a ejecutar el guion que se saben todos los entrenadores cuando se enfrentan al Córdoba: aguantar hasta el descanso y en la segunda parte a por el partido. Nuestro ariete Rodri ha marcado un bonito gol, la verdad,  en el minuto siete y a partir de ahí, el partido ha sido de la UCAM. Sin recursos, pero con el empuje de los valientes. A falta de un cuarto de hora a nuestro central Bijimine le da por andarse con pamplinas y no es capaz de tapar un centro imposible desde la línea de fondo. Rodas, que de colosal y marmóreo sólo tiene la cintura,  remata a nuestra propia portería empatando un partido que mereció llevarse el peor equipo que ha pasado este año por El Arcángel. Si el peor ha sido mejor que nosotros..¿qué quieren que les diga?
 Pues que mientras veía el  3-0 del Madrid a la Real no se me han ido de la cabeza el Portuense, el Melilla, el Atlético Sanluqueño..., al que ha ido a salvar  mi amigo Falete. ¡Qué pesadillas me esperan!

Lunes, 30 de enero

Valle de Esteban

-En España no hay nada. Yo sólo leo a los extranjeros.
Juan Ramón Jiménez

domingo, 29 de enero de 2017

Suna a las diecisiete


En la sobremesa de las cinco de la tarde Suna miraba como el hispanista Adrian Shubert (un canadiense que escribió la historia social del toreo, A las cinco de la tarde) en el ruedo: un alma cándida y abierta a maravillarse con todo, desde los cubrepiés de Sevilla ("con el fin de evitar que desde el tendido algún depravado pudiese mirar los tobillos de las damas") a los carteles de Madrid que prohíben arrojar antes ni durante la corrida perros, gatos u otros animales muertos, "ni cosa que puede ofender o incomodar al concurso". Ver, oír y callar. Cuántas veces habré visto así los toros, como los mirones de vallas, que miran el ir y venir del mundo por un descuido que es un hueco en el secreto de la gente.

Domingo, 29 de enero

Valle de Esteban

-Valle-Inclán es otro idiota, porque no quiere leerme.
Jacinto Grau

"Bienaventurados..."

DOMINGO, 29 DE ENERO

EN aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

-Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Mateo 5,1-12a

sábado, 28 de enero de 2017

El "Post"

Lord Robert Cecil


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

A mi edad (hoy precisamente cumplo años) he sido elegido Defensor de la Democracia dos veces (en Periodismo de la Complutense como licenciado y en el Centro de Instrucción de Reclutas de Araca como sorche), y puedo entender a Gene Hackman cuando en “Marea roja” exclama:

¡Estamos aquí para defender la democracia, no para ejercerla!
Lo digo por el director del “Washington Post”, que anda por España engordando el narcisismo de la tribu periodística con frases liberales que pule hasta darles “brillo y redondez de moneditas”:
Primera monedita: “La libertad de Prensa está en peligro en los Estados Unidos”. (Él, sin embargo, sigue al frente del “Post”, cuya idea del periodismo democrático lo resume en un tuit su columnista Anne Applebaum: “Recuerde: en la Alemania nazi, el mercado de valores subió y subió y siguió subiendo, hasta Stalingrado”.) Segunda monedita: “Los medios jugamos un papel central en la democracia”. (No más que los taxistas o los vendedores de babuchas, y, en cualquier caso, ni en “El Federalista” ni en la Constitución del 87 se dice tal cosa de los medios, a los que nadie vota.) Y tercera monedita: “Ha sido el presidente (Trump) el que ha declarado la guerra a los medios”.
Cronológicamente, los medios, cuyo negocio era Hillary, declararon la guerra a Trump, y Trump (con esto no contaban los medios) recogió el guante.

El crimen del primer disparo sigue siendo otra cosa que el crimen de la guerra, y el crimen de la guerra de agresión es otra cosa que el de la guerra injusta –es la visión jurídica de Carl Schmitt.

Si el director del “Post” se pone en la grandilocuencia de la guerra, vayamos a la Ginebra del 23, donde lord Robert Cecil define como agresor a aquél que viole intencionadamente el territorio de otro: “No se trata de cuál sea el lado que tiene una buena razón, sino únicamente de quién haya cometido el primer acto de hostilidad”.

Uno se contentaría con poder ejercer un día la democracia como ciudadano.

Sábado, 28 de enero

Valle de Esteban

-Bedoya es un idiota; a mí me pegó una paliza.
Jacinto Grau

Felicidades al editor


viernes, 27 de enero de 2017

El Gila del independentismo




Hughes
Abc

El senador Santi Vidal es tomado por loco o fanfarrón por las cosas que ha dicho, pero analizadas son todas cosas que pensamos, que damos por hecho o incluso cosas que sabemos. Los referéndum ilegales necesitan un censo, sabíamos que Sánchez vendería su apellido (lo que quedaba de él, las consonantes) por formar gobierno, y podemos imaginar que algo habrá tramado el Parlament para el “día después” cuando ya tramita una ley de la Transitoriedad, genialidad cumbre porque es el de La ley a la Ley independentista. ¡Responden a la Transición con la Transitoriedad! Lo mejor de la Transitoriedad es que nunca termina, sino que se convierte en una especie de estado crónico. A la Transición, por tanto, le sale dentro la Transitoriedad. Y no es descartable que a la transitoriedad de la transición le siga una transitancia.

Nos hemos escandalizado por lo que ha dicho Vidal, por lo que se le ha escapado, pero todo, absolutamente todo, lo sospechábamos. Digamos que el senador ha roto un sobreentendido y no ha habido más remedio que actuar porque su “lo hemos hecho de manera absolutamente ilegal” rompe inoportuno el creciente consenso acerca de una independencia legal.

¿Cómo no va a haber contactos diplomáticos ocultos si Cataluña ya los realiza expresos y a la luz de los focos? ¡sería absurdo que no los hubiera! ¿O no es verdad que el 155 es inaplicable? (Aquí ya hay que hacer algo, porque está arruinando el gran motivo antistress del español, el artículo líbero). ¿Alguien se puede escandalizar de que se conozca la filiación política de los jueces cuando ya la cuentan ellos? Son cosas sobre las que hay un silencio interesado. Ahora se le abre procedimiento a Vidal, pero de loco, proceso de loco, por decir lo que no hay que decir.

Vidal, como un poeta locuelo del “prusés”, ha dicho lo inefable, ha mencionado lo que está y no se puede decir. Con ello ha cometido un acto de intranquiliad y desasosiego general, que obliga a investigar a quien no quiere investigar y obliga a negarlo a la Generalitat, que sólo proclama la Independencia en secreto o en la Casa Cultural de Matadepera. Lo más fascinante es imaginarle pueblo por pueblo: “Sí, sí, que va en serio”. No fotis, tú.

Santi Vidal ha hecho de Gila del indepentismo llamando al enemigo y lo más probable es que unos y otros lo tomen por loco.

Sales

Una marquesa de Serafín

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La socialdemocracia está con las sales, como una marquesa de Serafín: Trump, un hombre de acción, ¡cumpliendo con sus promesas electorales! (incluida la bajada de impuestos, la más escandalosa para el establishment).

En España, el periódico gubernamental, que copa la Academia, es decir, los arcanos del lenguaje, ha dado con una solución lingüística para conjurar semejante prodigio apocalíptico:

Trump cumple con sus amenazas y ordena levantar el muro con México –titula.

En realidad, Trump ordena la conclusión del muro de Clinton, Bush y Obama (el tipo, ay, que batió el récord de deportaciones), pero la gracia, verdaderamente franquista, está en llamar “amenazas” a las “promesas” electorales sólo porque se cumplen.

Lo de que las promesas electorales están para no cumplirlas fue un chascarrillo de Enrique Tierno, el profesor que ya en los 50, y con el seudónimo (por el qué dirán) de Julián Andía, obraba sus truños socialdemócratas en aquella pesebrera ciática (de la CIA) que eran los Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, en cuyo número 35 proponía la regeneración de España mediante “la trivialización, el relativismo y la mundanalidad”, que, siquiera periodísticamente, es donde estamos.
Vivimos en una economía basada en el crédito, con la que la gente busca disfrutar ahora y pagar luego. Por eso Roger Scruton, que es un inglés afincado en la estética, se da cuenta de que, en las circunstancias actuales, mantener las promesas está menos valorado, pues la gente ha adquirido el hábito de posponer el pago de sus deudas.

En casos así es una ilusión la que toma el control de los acontecimientos.
El “futurismo” era la socialdemocracia, esa adicción a la irrealidad (un deseo compulsivo de suprimir la realidad para reemplazarla con un sistema de ilusiones complacientes), al fin en ruinas.
De ahí que la metáfora más socorrida entre los analistas del momio para resumir el trumpismo sea “como elefante en cacharrería”. Y los cacharros son ellos.

Viernes, 27 de enero


Valle de Esteban

-No, no. Ésa es una frase canalla que me atribuyen. Afirman que yo digo: "Shakespeare, Esquilo y yo". No; yo no he dicho eso. Lo que digo yo es: después de Shakespeare, yo.
Jacinto Grau

jueves, 26 de enero de 2017

Monumento al tertuliano


Plaza de Manuel Becerra
13:30 pm

Debido a la requisa gubernamental de tertulianos para hablar mal de Trump en las radios y televisiones (la estrategia propagandística de Mariano consiste en hablar mal de Trump porque eso centra a su PP), los hombres de café se ven obligados a recurrir a los loros para cubrir los huecos en sus tertulias. Como cuando en los toros, antes del peto, requisaban los caballos de los cocheros para proveer al espectáculo en la plaza.

"¡Carajo!"

Politología krauzista

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Sus melindres (asco) al populismo son su asco (melindres) a la democracia, palabra que en ellos nada significa, pero con ella se han montado una religión (civil, no vaya nadie a creer) que les permite acercarse periódicamente a un chiringuito electoral donde fingir (y que los vean), como las beatas en misa de los domingos, que creen que los pobres heredarán un día la tierra.

La democracia representativa sólo es una forma de gobierno que exige la representación del elector y la separación (en origen) de poderes. Todo lo demás es literatura (muy mala).
En cuarenta años nadie ha visto a ninguno de estos melindrosos pedir representación y (o) separación en España, pero luego marchan a Roma a preguntar por la democracia al Santo Padre argentino, que les (ben)dice:

Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo.

Al quite, en la Academia, ese “cuerpo muerto” (Marquina), un pocero del idioma que tiene que definir palabras escabrosas levanta el meñique por su “asco” y “pena” por los votantes de Trump:

También Hitler tomó el poder gracias a los votos de los demócratas alemanes.
John Stuart Mill fue más señorito y antidemócrata que estos rastacueros del antipopulismo, pero sabía de política. Estos hablan por lo que han visto en la portada de la revista del heredero (Dios nos asista) de Octavio Paz: aquélla de un Hitler transformado en Trump, quien ha jurado la única Constitución democrática del mundo, ninguno de cuyos artículos, por cierto, puede cambiar porque le llame frau Merkel de madrugada.

¡Carajo! –escribe Frida Kahlo en el París del 39–. Valió la pena venir sólo para ver por qué Europa se está pudriendo y cómo toda esta gente, que no sirve para nada, provoca el surgimiento de los Hitler y los Mussolini.

A Hitler (como a Mussolini) lo lleva al poder la Constitución de Weimar: una partidocracia de listas con un sistema proporcional que da alas al separatismo prusiano.

¿Qué tiene que ver eso con la democracia representativa?

Bergoglio

Jueves, 26 de enero

Valle de Esteban

-Sí, yo siempre me baño. Siempre, todos los días. De la cama al baño. Al salir del baño soy otro, me siento como nuevo; parece que las ideas geniales afluyen con mayor rapidez. ¿Me permite usted que me ponga un chaleco?
Jacinto Grau

miércoles, 25 de enero de 2017

El español

Español contra el populismo


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En España sólo hay un grupo más antiamericano que la izquierda, y es la derecha, una derecha, oh, Rubén, que ni reza ya a Jesucristo ni habla ya en español.

Cuando la derecha se quiere poner farruca, manda a llamar a Maroto, ese león de la Metro que un día ruge a Rita Barberá, y al otro, a Donald Trump por el “Fake News” del español en la Casa Blanca.

El español es una lengua prohibida y perseguida en la mitad de España, pero el bulo del español en la Casa Blanca venía bien para devolverles a los gringos el bulo del “Maine”, y contaba, ay, con el apoyo de ¡Zapatero! y La Sexta, esa TV que rotula “Vayadolid”.
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman, / que habría que llegar hasta ti, Cazador! –dice Rubén a Roosevelt.
Maroto pone voz de Biblia para llegar a Trump (¡grande es Dios en el Sinaí!), y no va de farol: por delante marcha la Academia (“el que nada comprende es entre nosotros correspondiente de la Academia, poeta rastacuer”, aclara Rubén), y por detrás, el propósito del tribuno Pons de levantar… ¡un ejército europeo!, pues, como abogado que tiene de autor de cabecera a Von Ihering, sabe que la espada sin la balanza es la fuerza bruta, y la balanza sin la espada es el derecho en su impotencia.

Trump es una mala noticia para los demócratas del mundo –ha dicho Pons en español.
Qué entienda Pons por “mundo” y por “demócratas” es un misterio.
Pons es un español en guerra con el inglés (lengua, por cierto que no entendía Jorge I, rey de Gran Bretaña, por lo cual no iba a las reuniones del Gabinete), una guerra que implicaría retirar la web en inglés de La Moncloa o los rótulos de “bilingüe” que de la noche a la mañana puso Esperanza Aguirre en los Institutos de Madrid.

Pero Pons también es un “demócrata” en guerra con el 45 presidente de los Estados Unidos, es decir, que seguirá sin traducirse al español “El Federalista”… o alguna de las muchas biografías de Alexander Hamilton, inventor de la “democracia representativa”.

Agnus Dei Qui Tollis... Epílogo Ético

Nietzsche (1844-1900)

Jean Palette-Cazajus

El 3 de enero de 1889, en una calle de Turín, Friedrich Nietzsche se encontró con un carruaje cuyo caballo era violentamente azotado por el cochero. El filósofo se precipitó hacia el jamelgo y se abrazó, sollozando, a su cuello sin dejar que nadie se acercara a él. A los dos o tres días de protagonizar tan extraño episodio, Nietzsche iba a entrar en el túnel de una locura de la que no volvería a salir hasta su muerte. Un año antes había terminado de redactar “El Anticristo”, que casi empieza con una frase de ésas que alteran notablemente las neuronas: “Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a perecer”. Los posteriores desastres de la historia no ayudaron a interpretar sin sesgos ni excesivo calentamiento de sesos las intenciones de un pensador que no pretendía exterminar a nadie sino solamente mostrar “cómo se filosofa a martillazos”.

La anécdota referida y la frase citada, productos de una misma persona, delimitan idealmente el marco de la aporía con que tenemos que bregar hoy. Las identidades, dijimos, existen pero siempre fluidas, indecisas y en constantes redefiniciones recíprocas. Nosotros hemos intentado ir colocando unos cuantos jalones que nos permitieran delimitar someramente el espacio de valores donde palpita todavía la cultura europea. Porque algo suyo palpita todavía, desde la culpabilidad exhibicionista, desde la pulsión autoinmune, desde su terminal arrogancia de bellísima diva avejentada, donde el exhibicionismo moral es una manifestación de la tentación nihilista. Al mismo tiempo, desde fuera, el “viejo continente” es objeto del sentimiento más tóxico jamás engendrado por la historia, una global e irrefrenable mezcla de deseo, codicia, odio y resentimiento. Algo así como el espíritu de la violación.

Valle de la Roya

En varios momentos la cultura occidental ha sido fuerza implacable y arrogancia arrolladora. Pero, básicamente, se sintió incertidumbre, ansiedad, pregunta y duda. De todo esto hemos venido hablando con aparente gelidez y ataraxia moral. La durísima frase de Nietzsche no fue en ningún momento nuestra estrella de los pastores. En cambio es cierto que siempre tuvimos presente el recuerdo del odio implacable que el autor de “Humano, demasiado humano” sentía hacia todo lo que oliera a compasión. Precisamente en un momento histórico en que la compasión –ella, o cualquiera de sus productos derivados– parece ser la categoría moral más requerida de las conciencias europeas.

Tratemos de recordar qué es compasión. Si digo que es algo como el sentimiento de amor despertado en nosotros por la conciencia o la percepción del sufrimiento ajeno, será una definición plausible. Hay muchas más. Parecido contenido semántico arrastran palabras como “piedad”, “misericordia”,  “conmiseración”, o la ambigua “lástima”, pertenecientes, diríamos, al arsenal de la vieja axiología. Modernamente se usa y abusa de una palabra comodín, “solidaridad”, que vale para un roto y un descosido. Más recientemente se está imponiendo la referencia a la cultura anglosajona del “care”, del “cuidado” como se viene traduciendo en español. Creo que en ambos casos el matiz consiste básicamente en una “laicización” del contenido. Lao Tse hizo de ella uno de los fundamentos del Tao, del “camino”, pero la compasión es un sentimiento que Aristóteles consideraba puro egoísmo. Los estoicos la aborrecían, y el cristianismo la situó en el fundamento de la construcción moral. Por esto mismo la odiaba Nietzsche. Siempre me llamó la atención que el español use una sola palabra, “piedad”, donde el francés diferencia dos, “piété” y “pitié”, para privilegiar, respectivamente, la dimensión religiosa y la de conmiseración.

Baruch - Benito Spinoza (1632-1677)

Los migrantes que parten del “campo base” de Lampedusa, recorren toda la caña de la bota italiana para acceder a los países del arco alpino. Los que optan por Francia, tratan de colarse por el pequeño valle de la Roya, entre montaña y Mediterráneo. Los medios franceses han dedicado últimamente cierta atención a un agricultor “alternativo” de dicho valle, sistemáticamente procesado por ayudar a los clandestinos a pasar a Francia, acogiéndolos provisionalmente en su granja. Aparentemente, tenemos aquí un caso “de escuela” del puro ejercicio de la compasión. Leemos con bastante regularidad noticias por el estilo. Son, de todas formas, híper minoritarias referidas al conjunto de las poblaciones. De modo que deberíamos pensar que la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos la constituye una caterva envilecida por el egoísmo más brutal. A menos que las cosas sean más complejas. El personaje que nos ocupa es un activista político “radical”. Como todo prosélito, aprovechó sus minutos de gloria mediática para predicar. En este caso declarar que sus iniciativas sólo pretendían estigmatizar la “dimisión” y la “inhumanidad” del Estado. Cuando la compasión es militante, cabe afirmar que la pasión militante cabalga a lomos del amor al prójimo. Más poderosa que la compasión es entonces su instrumentación ideológica contra los “malos”, la discreta sensación de superioridad sobre los beneficiados y la grata convicción de pertenecer a la minoría de los “perfectos”,  como la definían los cátaros.

Muchos de los militantes favorables a que Europa se abra sin límites a sus incontables pretendientes, pertenecen a una configuración ideológica que hemos venido examinando con cierta atención. La de quienes creen de alguna manera que los valores europeos necesitan el maremoto migratorio para justificar su existencia y su funcionalidad. La de quienes aceptan, desean, la disolución de Europa en el seno del  “Grand Remplacement”, la “gran sustitución” demográfica, profetizada por el escritor Renaud Camus, en tanto que encarnación última de lo que antes pregonábamos como universalidad y veneramos ahora como el becerro de oro de las “alteridades”. Sempiterna obsesión por la expiación de las faltas, sempiterna ansia de redención final donde Nietzsche hubiese rastreado una vez más los estragos del Cristianismo. No olvidemos en la actual pulsión compasional el peso determinante del componente sadomasoquista. Para los mesianismos políticos el individuo no es nunca una finalidad “per se” como lo exigiría la definición misma de la compasión, sino el instrumento usado para la promoción de un hipotético “Bien” ideológico. “Allí donde se levanta el alba del Bien perecen niños y ancianos, corre la sangre”, escribía el gran escritor soviético Vassili Grossman.

 Lao Tse (Siglo VI o IV a.C.)

Como se dice vulgarmente, la mayoría de estos militantes “no se enteran”. Su habitual inopia intelectual les hace pensar que la verdad existe, que es suya y que es muy simple. Suelen ser alérgicos a la complejidad de los problemas. Son particularmente incapaces de proyectar su pensamiento hacia la globalidad y sus consecuencias. Es decir que su pretendido afán moral, por personal, miope e inmediato, prescinde totalmente de toda perspectiva del porvenir colectivo. Pero sería injusto negar que también existen personas perfectamente lúcidas y conscientes de la situación que consideran prioritario, imperativo, inaplazable el deber de compasión. Y ello al margen de todo determinismo o  telón de fondo ideológico. Ellas constituyen claramente el punto ciego de nuestra aporía moral. 
Para Spinoza la compasión es irracional: “… no podemos hacer por el dictamen de la razón más que lo que sabemos que es bueno; y así, la conmiseración, en el hombre que vive bajo la guía de la razón, es por sí mala e inútil”. Y por parecidas razones lo es también para Kant, porque pertenece al dominio subalterno de lo sensible cuando toda moral debe apoyarse en el principio de razón suficiente impulsado por la voluntad. Rousseau vuelve a colocarla al centro de la conciencia moral. Pero Schopenhauer es quien extrema la elaboración discursiva  de lo que considera uno de los dos “misterios” fundamentales de la ética humana con el de la voluntad. A lo que Nietzsche, por más que lector, deudor y admirador  de “El mundo como voluntad y representación” replica: “… con la compasión, la vida es negada y se hace más digna de ser negada; la compasión es la práctica del nihilismo”. Característica de la conciencia europea es esta contradicción fundamental. Y pueril cualquier hegeliano intento de “superarla” dialécticamente.

Hagamos un breve receso panorámico; creo que de cierta utilidad. La esclavitud fue abolida en 1968 en la Arabia Saudita. Sólo lo fue en 1980, en Mauritania, donde todavía la padecen bastantes “haratines”, descendientes de los esclavos históricos. Subsiste y rebrota en otros muchos países, particularmente Níger, Nigeria, Sudán. Hoy son importantes las migraciones ínter africanas y los problemas que las acompañan. En África del Sur, en Costa de Marfil, en el Chad, en Nigeria, son frecuentes las cacerías de inmigrados y su asesinato. No los salva la mismidad pigmentaria. De paso hacia Europa o asentados, los inmigrantes subsaharianos en los países del Magreb son sistemáticamente discriminados y víctimas de un racismo primario y brutal. En los países del Golfo, los inmigrados, mayoritarios en la población, son sometidos a la “kafala”, un régimen de apadrinamiento situado entre semi y franca esclavitud. En estos países y los del Oriente Medio,  las empleadas de hogar no musulmanas, con frecuencia filipinas, aparte de brutalmente explotadas, son habitualmente forzadas a aliviar las últimas turgencias del abuelo y las primeras de los adolescentes. Resumiendo: ha bastado que las migraciones se extiendan al mundo no occidental para que vayan adoptando aspectos infinitamente más brutales y regresivos.


Arthur Schopenhauer. Daguerrotipo hacia 1860 

No sé si el “saqueo de las riquezas del Tercer Mundo” contará por más del 2% en el nivel de vida europeo. Europa ha manifestado durante siglos una insaciable voluntad de acumulación del saber experimental, teórico, científico, técnico y práctico. Cualesquiera que sean sus insuficiencias, sus lacras y sus contradicciones, la actual prosperidad europea es producto de sus especificidades como las otras situaciones, comparativamente desfavorables, lo son de las especificidades ajenas. El politólogo Marcel Gauchet recordaba recientemente la ausencia escandalosa de toda consulta democrática, desde un principio, sobre el tema migratorio. Al revés, lo hemos interiorizado como una condena y un deber. 

La presión migratoria es enorme. Hemos avisado sobre el próximo horizonte demográfico. Hemos visto que la ola del tsunami ya está en su momento formativo. Hemos hablado del carácter eminentemente comunitario de estos movimientos, de su indiferencia a las fronteras y  a la opinión de los ciudadanos afectados. El concepto de compasión es individual y pierde toda pertinencia aplicado a las multitudes. Pretender que sintamos compasión por masas anónimas cuyas motivaciones son además altamente opinables es una forma deliberada de escarnio; una provocación. La compasión es aquí un concepto inapropiado e incluso indecoroso. Nada tiene que ver con la realidad de las cosas. Sólo haría una excepción con el drama sirio. Los sirios son prácticamente los únicos en venir forzados por una tremenda realidad. La experiencia parece acreditarles una digna civilidad. Por otra parte, la actitud europea ha sido particularmente cobarde e irresponsable frente a su tragedia.

Valla de Melilla

Hemos zanjado el problema. Tal vez un poco pronto. Como Descartes, sabemos que tendremos que resistir las tarascadas del genio maligno. En este caso el genio maligno nos susurra que las masas anónimas están compuestas de individuos y que cada uno de estos individuos, una vez conocido por nosotros, se haría acreedor a nuestra solicitud. Tal desafío es el ejemplo de la trampa saducea, de la aporía evangélica que presta arteramente a la deficiencia humana la omnisciencia de la divinidad. Porque es fácilmente concebible. Pero fundamentalmente inalcanzable para cualquier experiencia humana. En cambio la experiencia humana concibe con toda claridad que la suma potencial de tanta solicitud individual significa automáticamente la disolución de toda sociedad que lo intentara. Las actuaciones como la relatada al principio de nuestro trabajo son inspiradas por el genio maligno. Para las artimañas ideológicas de sus autores se trata de imponer el sofisma según el cual lo que ellos hacen individualmente, el estado puede, debe hacerlo con todos. La realidad es exactamente inversa. Sólo porque casi nadie lo hace, pueden permitirse actos cuyo valor no resulta así ejemplar, sino solo paradójico.

No caigamos en la trampa de la compasión. Dentro de la trampa, la compasión es el queso y nosotros somos el ratón. Seamos alertas frente a la moral que dice: “Tú debes”. ´Tal moral siempre termina derivando hacia lo kantiano, el deber abstracto, el imperio puritano del deber. En cambio la ética nos dice “Tú eres”, nos impone el sagrado respeto de nuestra existencia, nos exhorta a perseverar en nuestro ser para mantener abierta, palpitante, la posibilidad de ser, alguna vez, morales.

Ética y moral

Miércoles, 25 de enero

Valle de Esteban

-Cuanto a los modernos, están en su derecho, escriben para comer. Son pancistas. Hacen novelas pornográficas, como podrían hacer calzoncillos o zapatos...
Juan Ramón Jiménez

martes, 24 de enero de 2017

La Web en inglés del marianismo

Mañana de Enero

La juventud desperdiciada

¿Qué hago aquí?

Parque de Eva Perón

Pedrín Castañeda en Santo Domingo de la Calzada


Santo Domingo



Francisco Javier Gómez Izquierdo 

    Hace un mes, en una habitación del Hospital de Burgos en la que mi hermana plantaba cara al bufido de ese bicho sin misericordia que salta donde menos nos esperamos y más nos duele, entró a tratarse la vesícula Isabel, una riojana de Santo Domingo de la Calzada, mujer cabal y por derecho que le gustaba estar bien presentada hasta en la enfermedad. Sus hijas, guapas con avaricia, alguna ya en los cuarenta, demostraban devoción por la madre e incluso han heredado una frescura y belleza femenina nada cómplice con el feminismo.

      Entre las muchas anécdotas vividas entre los 60 y 70, contó Isabel una que llama la atención por la sensación de orfandad y desvalimiento en la que malvivían en la época mozos valientes que aspiraban a matadores de toros sujetos a los avariciosos afanes, no tengo claro si de padrinos, apoderados o vividores.

   Decía Isabel  “....andaría yo en los 23 o 24 años y en casa, como era grande, dábamos  habitaciones para dormir. En mayo, por el santo, unos hombres trajeron a casa un muchacho de Méjico, Colombia o por ahí, que era torero. Los hombres se marcharon y el muchacho se quedó en la habitación sin salir y, claro está, sin cenar. Al día siguiente se levantó hacia las nueve o diez y cuando vi cómo miraba las comidas que estaba preparando -yo era “mu exagerá”- de bacalao, cordero en caldereta, callos, arroz con leche me dio mucha pena, pero no quise decir nada porque la verdad ni me iba ni me venía. En la Rioja, y más por fiestas, antes de la comida fuerte del mediodía, se acostumbraba a echar un porroncillo con una cazuela y ¡¡mira! los ojos del torerillo, que se llamaba Pedrín Castañeda, lo decían todo, y a mí me parecían como los ojos de los negritos del Domund. Total, que al verle tan hambriento, le dije que si quería unos callos. ¡No duraron ni dos minutos en el plato! Comió con el hambre de persona necesitada y no me pudo el corazón y le puse otro plato con colmo. Y luego se apretó un tazón de arroz con leche de padre y muy señor mío... y al rato vinieron por él para llevarlo a la plaza. Yo soy muy torera y me alegré de verle en la plaza una barbaridad porque el chico lo estaba haciendo muy bien. Bueno yo no entiendo pero toreaba al gusto de la gente, hasta que ¡catapúm! lo cogió el toro y lo revolcó “p’arriba y p’abajo”. ¡Qué disgusto me entró, madre mía! Dijeron que  los médicos se enfadaron lo que no está escrito al ver el desparrame de callos que inundó la enfermería porque por lo visto los toreros no deben comer unas horas antes de las corridas. Por la noche vinieron los que llevaban al torero a recoger la maleta y se iban sin pagar ni ná. Mi marido los paró y ya no me acuerdo cómo se resolvió la cosa, pero Pedrín tuvo buen recuerdo de mí, porque al año o dos años volvió a La Rioja y fui a verlo para interesarme por cómo había quedado de la cogida. Me emocionó lo que no se sabe, porque no se le ocurrió otra cosa que brindarme un toro. ¡Qué vergüenza pase, Dios mío!"

     Las hijas de Isabel, aficionadas a los toros por fiestas y no con la devoción que se predica en Salmonetes... dudaron de la vergüenza de su madre y me dijeron que nunca han sabido de Pedrín Castañeda, por lo que pregunté a quien sabe -al gran Márquez- y éste da fe de la cogida en Santo Domingo de la Calzada el 12 de mayo de 1970, compartiendo cartel, no sé si de novillero o ya torero con “El Platanito”, del que un servidor recuerda, si no me falla la memoria, que andaba a la busca de oportunidades.

     Queda dicho lo anterior con cariño para Isabel y sus hijas y con todo el respeto del mundo para Pedrín Castañeda, si por arte del demonio le llegan estas letras.

Valores

La hucha de Palme

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El autodenominado liberalismo español (algo tan confuso como hablar de la tauromaquia norteamericana por John Fulton) alerta del peligro de Trump para los “valores europeos”.
Los “valores” fue una moda que trajo a España Ortega, que hacía de urraca de la filosofía en Alemania, pillando todo cuanto brillaba. ¡Qué sentimiento de salvación experimentó España al enterarse de que existían no sólo cosas, sino también valores cuyo conocimiento es… “matemático”!
Al rastrear hoy los “valores europeos” que pondría en peligro Trump sólo hay dos posibilidades: los de antes de la guerra y los de después de la guerra.

Los “valores europeos” de antes de la guerra son (Inglaterra siempre aparte) el comunismo y el fascismo: Italia, España, Portugal, Francia, Austria, Alemania o la rubia Suecia, esbelta como la “Primavera” de Botticelli, con sus leyes eugénicas de 1934 y 1941 votadas en consenso por “higiene social y racial” (¡la pureza de la raza nórdica!), una política de esterilizaciones que afectó a 230.000 personas (Informe Carl-Gustaf Andrèn) y se prolongó hasta… ¡1996!, veintiún años después de la hucha de Olof Palme.
Y los “valores europeos” de después de la guerra se reducen al Consenso, que es un disvalor impuesto por el ejército vencedor que desembarcó en Normandía, operación, al parecer, la mar de “populista” (apta sólo para esos “paletos” que ahora votan a Trump) cuyo éxito permitió organizar el continente, mediante el Consenso (¡la unanimidad en el disvalor!) de la “pax americana”, como un parque temático descrito por Jean Clair:
Nací en los suburbios de París, hijo de paletos inmigrantes. Fui comunista, me perdí en la estética y hoy ando en busca de una ética y una moral: sin ella estamos viviendo en una granja sin sentido.
Pero en la bula que predican de la santa cruzada por Occidente los autodenominados liberales españoles, de un liberalismo de Estado (“el más frío de todos los monstruos fríos”), no especifican los “valores europeos”.

Martes, 24 de enero

Valle de Esteban

-Echegaray es feliz, dulce, de manos blancas y pulidas que saben escribir números y palabras con igual facilidad.
Ramón Gómez de la Serna

lunes, 23 de enero de 2017

Una explicación de Trump y el Brexit




Hughes
Abc

Hace unos días, una noticia saltó a los medios internacionales: un historiador pronosticaba desastres para la civilización occidental en 2020. El historiador, un americano de origen ruso llamado Peter Turchin, no estaba realizando, en realidad, una profecía sino una predicción científica.

Se trata de un experto en una nueva disciplina, la cliodinámica. “Clío” por la musa de la historia, “dinámica” por el estudio de los movimientos en el tiempo. Su interés es aplicar a la historia un método científico y ayudarse de las matemáticas para convertir hipótesis históricas en modelos teóricos validables con el contraste de los datos estadísticos. En “Ages of Discord” explica cómo la inestabilidad política de las sociedades responde a patrones observables. Esto despierta dudas de fondo, epistemológicas, que nos exceden, pero tiene como producto un conjunto de instrumentos teóricos sin duda sugerentes. Mucho más cuando, con ellos, Turchin ha ido anticipando lo ocurrido con el Brexit y con Trump en Estados Unidos. Dicho de otro modo: cuando nadie sabe nada, la incipiente cliodinámica aporta algo de luz sobre lo que está sucediendo.

El primer resultado de esta disciplina es el retorno de los ciclos. Estamos acostumbrados a ellos en economía, pero ya no en historia. Sin embargo, Turchin ha encontrado patrones recurrentes en la historia de las civilizaciones, imperios y sociedades. El estudio de la inestabilidad política, medida en una serie de índices, arroja unos patrones, de formas repetidas, que convierten esa variable, la inestabilidad o el stress sociopolítico en algo similar a los incendios forestales o los terremotos. Turchin tiene una experiencia previa en la medición de fenómenos ecológicos y lo que mide ahora es la inestabilidad política. Su tesis actual es que Estados Unidos experimentaría un período de elevada inestabilidad política que tendría un pico en el año 2020.

(Ilustración: Ages of Discord. Peter Turchin)

Las teorías de Turchin resultan interesantes por varias cosas. En primer lugar, por la aplicación de métodos cuantitativos a la historia. También por el retorno del ciclo, algo especialmente sugerente en este justo momento en el que sentimos que algo está cambiando; además, su modelo, y lo veremos a continuación, parte de un núcleo malthusiano. Es decir, retoma la población y sus movimientos como un elemento explicativo fundamental. Además, considera a las élites y su comportamiento como un elemento explicativo fundamental.

Turchin parte de una teoría demográfica y estructural y representa a las sociedades como un sistema con tres agentes fundamentales (esto será fácilmente criticado como simplista o mecánico). En las sociedades interactúan la población, las élites y el Estado. El producto de esa interacción es la estabilidad o inestabilidad. La inestabilidad se manifiesta y mide teniendo en cuenta radicalismos, enfrentamientos, terrorismo, revoluciones o, en el extremo, guerras civiles. La población es un agente que se explica con una teoría neomalthusiana. Los incrementos en población hacen descender el nivel de vida, por decirlo rápida y burdamente. Esto, a su vez, se relaciona con el comportamiento de las élites, que serían un agente aparte: a menor nivel de vida de la población, mayor acumulación de renta en las élites, lo que generaría su incremento y luego un fenómeno de sobreproducción entre ellas, de competencia intra-élites. Esta competencia sería otro foco de inestabilidad social.

La cliodinámica ha seguido los patrones evolutivos de la inestabilidad política en la Francia Revolucionaria, en la Cvilización China y, sobre todo, en el caso de Turchin, en los Estados Unidos.
La medición de los problemas sociales ha arrojado algunas pautas recurrentes. La primera es un ciclo secular, de dos o tres siglos, y, dentro de ellos, unos ciclos más cortos, de unos cincuenta años. Estos ciclos de violencia política los explica también de un modo intuitivo a partir del núcleo de comportamiento de padres e hijos. Una generación que no ha conocido la guerra o el conflicto puede tener mayores incentivos para despertar a ellos que las generaciones que los sufrieron. Estas oscilaciones serían, por tanto, bigeneracionales.

En el caso del siglo XX estadounidense, los picos de conflictividad fueron 1870, 1920, 1970 y la predicción los anuncia para 2020. Turchin detalla. “No se trata de una profecía, sino de una predicción científica”. El 2020 es sólo una predicción cuantitativa que se estiraría hasta el 2024-2025. Sería superior a 1970 y cercana a los niveles de 1920. Lo que Turchin afirma con rotundidad es que la sociedad americana se encuentra en pleno ciclo de desintegración social.

Este asunto de la cohesión es fundamental. Turchin considera que las sociedades funcionan cooperativamente. Este modelo cuantitativo y cíclico se inspira en el del historiador árabe del siglo XV Ibn Khaldun, que explicaba el auge y decadencia de las sociedades árabes a partir del término “asabiya”. Algo así como cohesión social, solidaridad interna. Una tribu nómada del desierto tenía una “asabiya” fuerte y podía fácilmente invadir una ciudad con lazos debilitados. El ciclo comenzaba entonces a funcionar: una vez establecidos y con el paso del tiempo sus niveles de “asabiya” descenderían y serían presa fácil de otra tribu… Ibn Khaldun resulta estimulante por la idea de ciclo, por ese concepto que se parece mucho a nuestra moderna cohesión social y por la importancia de fondo de los patrones y matrices culturales que explican la fortaleza de los lazos identitarios. Sobre ello volveremos luego al ver su explicación de la Unión Europea. Pero son necesarias unas matizaciones sobre el modelo de Turchin antes de ver su explicación de Trump y el Brexit.

Son tres los elementos explicativos de los cambios: malthusianismo, competencia intra-élites y decadencia estatal. “Si las élites están unidas y el Estado es fuerte, las revueltas populares son fácilmente suprimidas”, aclara Turchin a ABC. “Las formas más extremas de inestabilidad política (revoluciones, guerras civiles) son posibles sólo cuando las élites estás fuertemente divididas y los estados van perdiendo su control sobre el aparato coercitivo”. El modelo, que nació para la explicación de sociedades preindustriales, Turchin lo extiende sin problemas (pese al simplismo de esta explicación) a sociedades posteriores.

Por élites se entiende su definición sociológica. El 1% de la población que concentra el poder social en sus manos. Cuando hay más puestos de élite (política, administrativa) que aspirantes, se produce una competitividad interna que ayuda a desintegrar las normas políticas. Indicadores de ese número de aspirantes en las sociedades modernas son, por ejemplo, el número de titulados en derecho o los MBA en el mundo empresarial. La competencia dentro de las élites es buena hasta cierto punto. Llegado un límite, la competencia puede empezar a colaborar en subvertir las reglas del compromiso político.

Éstas son, de manera muy esquemática y demasiado simplista, las pautas del modelo. Ahora vamos a ver cómo Turchin explica los fenómenos recientes.

Dos precisiones importantes. Turchin nos matiza: “Mi trabajo empírico y de datos se centra en EEUU, de manera que mis opiniones son más contundentes ahí que para Europa”.

TRUMP

“Trump sería una ejemplo claro de aspirante a la élite”, explica Turchin. “Un individuo extremadamente rico que quiere traducir riqueza en poder político”.

El rusoamericano explica lo ocurrido en EEUU a partir de dos variables claras. Una, por el lado de la población: el indudable descenso en el bienestar popular en los últimos 30 y 40 años. “El descenso del bienestar para los no élites en la última década es dramático”. Este fenómeno de empobrecimiento popular es necesario para explicar el desequilibrio, pero no suficiente. El otro factor viene de las élites. “Entre 1983-2007 el número de decamillonarios (personas con más de 10 millones de dólares) ha pasado de 60.000 a 460.000”. Esta proporción se mantiene en millonarios y billonarios. Sin embargo, los puestos de élite político-administrativa son constantes. El número de senadores y representantes no varía. “Ha habido un incremento de la competencia intra-élites”. A mayor competencia, mayor fragmentación. Esto se vería especialmente en el Partido Republicano, dividido en facciones a partir del crecimiento del Tea Party en 2010.

La excesiva competencia dentro de las élites genera figuras de contra-élite que, siendo élite, contribuyen a una inestabilidad política y son exitosos cuando tienen enfrente lo que Turchin llama un “Alto nivel de movilización popular”. Trump es un genio persuasivo que aprovecha algo que Turchin también mide, ese alto PMM (potencial de movilización de las masas) tras décadas de descenso del bienestar en EEUU. Por tanto, Trump no es causa, sino síntoma, el resultado de décadas de sobreproducción de las élites y de empobrecimiento popular.

Dos matizaciones son necesarias: “No es tan importante el nivel absoluto de bienestar popular como el cambio de una generación a la otra”, escribe Turchin. Es decir, que las valoraciones en términos absolutos son, a veces, un indicador grosero. Es, de nuevo, importante, el elemento generacional: es la perdida de una generación a otra lo que resulta sensible.

Preguntado por ABC respecto a la nueva importancia del malthusianismo, la variable poblacional, Turchin dice algo revelador. “El malthusianismo es sólo uno de los mecanismos postulados por la Teoría Demográfica Estructural, pero menos importante que las fuerzas estructurales como la competencia intra-élites o la decadencia estatal. Esperaba que iría desapareciendo en gran medida con el tiempo. Sin embargo, la observación de que la expectativa de vida para la mayoría de americanos está decreciendo sugiere que en esta observación me apresuré”.

Es decir, que se ha producido una verificación malthusiana sobre el comportamiento de la población en una variable de la que se habla poco: el descenso en la esperanza de vida de parte de la población americana. En resumen, Estados Unidos se encontraría en pleno ciclo de desintegración. Este modelo cuantitativo de Turchin se confirmaría si hacia el 2020 se produce un incremento de la conflictividad social americana.

EL BREXIT

El trabajo de Turchin se centra en Estados Unidos en la actualidad, pero fue capaz de anticipar el Brexit, algo que ve como eminentemente disriptivo: una forma de destruir lo que no funciona. Es decir, un paso necesario para la reconstrucción.

Volvamos a Ibn Khaldun. Lo que hace Turchin es estudiar esa variable, la “asabiya”, la cooperación, a lo largo de los siglos y como cemento de una sociedad, imperio o civilización. “La tendencia general en los últimos milenios ha sido evolucionar hacia formas de cooperación en sociedades cada vez más grandes. Desde las pequeñas aldeas hasta los Estados Nación de hoy e incluso formaciones supranacionales como la Unión Europea. Pero la cooperación es frágil. Sabemos, al estudiar la historia, que la cooperación tiende a subir y a bajar en ciclos. Actualmente, y de acurdo con todos los indicadores, tanto Estados Unidos como Europa están en una fase descendente, de desintegración del ciclo de cooperación”.

Las razones que para Turchin lo explican en la UE son varias: traición de las élites, inmigración masiva, la desaparición de la amenaza externa inicial y un, digamos, exceso expansivo imperialista.
Las élites políticas en el Reino Unido se manifestaron abrumadoramente a favor de quedarse, pero la mayoría de la población votó a favor del Brexit. Algunas de las respuestas estarían en la traición de las políticas de las élites. Traición que Turchin asocia a las políticas neoliberales, “egoístas” y que observa en indicadores como el descenso en los niveles impositivos sobre los beneficios de las empresas.

Esta “traición” de las élites europeas sensibiliza el continente a una respuesta populista. Pero hay una causa explicativa más interesante en Turchin. Se estaría fracturando la solidaridad interna y la cohesión por una cuestión cultural: la expansión de la UE mucho más allá de su núcleo inicial, hacia zonas donde las nociones culturales de solidaridad diferirían respecto al núcleo fundacional. Para Turchin, este exceso imperialista, expansivo, de la UE la alejaría de su matriz cultural y política, aquélla de los países fundadores alrededor de Francia, Alemania y el Benelux. En su visión, la UE sería un eco, siglos después, del Imperio Carolingio y la cristiandad latina. “Las identidades no son fijas, evolucionan. La idea europea ha evolucionado desde los tiempos de Carlomagno, pero la evolución requiere tiempo. No puede construirse una identidad y un conjunto de instituciones comunes de una sola vez. La rápida expansión de la UE, mucho más allá de la zona donde nació Europa (el Imperio Carolingio) fue, en mi opinión, un gran error. El cambio sociopolítico es gradual y lento. Romperse, por otro lado, puede ocurrir con bastante rapidez”.

Y aquí viene la rehabilitación histórica que Turchin, que considera necesaria una Europa unida, hace del Brexit. “Romper forma parte, es un aspecto importante de la evolución social. Cuando las formaciones sociales se vuelven disfuncionales, deben ser de alguna manera barridas y sustituidas por formaciones más cooperativas y funcionales”. El Brexit sería la destrucción necesaria para la creación de algo mejor. Que un evolucionista cultural y político dude de la viabilidad de una Unión Europea expansiva, improvisada y elitista no puede extrañarnos.