Santayana (a mí Suna me lleva siempre a Santayana) creía poder dar la impresión de haber sido toda su vida un "gorrón" de sus amigos ricos. Uno de ellos fue Charles Loeser. Una vez que estaban mirando unos cuadros modernos, Santayana se detuvo ante uno que le gustaba y dijo que estaba pintado como a él le hubiera gustado pintar. "¿Por qué no te quedas en París a pintar?", replicó impulsivamente Loeser. "Yo te ayudaré". Pero el filósofo no aceptó porque sabía que aquello era un ignis fatuus en el caso de ambos. Me río pensando que aquel cuadro también podía haber sido este montaje de Suna, con todas las sinuosidades de la coquetería ("A ver, mirón, ¿se decide o no se decide?") y ese ojo sunero que te hace entender de primera la buenaventura de Hugo: Vale uno más si sabe que lo miran.