Un Rayo de hace 40 años, con el lateral Chufi, uno de los grandes caprichos del entrenador Naya
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Al entrenador del Córdoba, Luis Carrión, se le adivinan las buenas intenciones, pero los futbolistas a su cargo no acaban de asimilar sus instrucciones. El año nuevo no va a cambiar nada la Segunda División y lo mismo da jugar contra el Rayo o la UCAM Murcia. Excepto el Levante, superior incluso a equipos de Primera (Osasuna, Granada y Spórting perderían también muchos partidos en la 1/2/3 que es como se llama ahora), todos pierden y ganan contra todos. El Rayo tiene, en teoría, buenos peloteros, tal que Trashorras, jefe y guía del equipo a pesar de sus 36 años; Zé Castro, experimentado central en Primera; Baena, imprescindible para todos sus entrenadores en el Español y Rayo; Rat, un lateral izquierdo que sería titular en cualquier liga europea; Javi Guerra, del que no es necesario decir cosa que no se sepa; Alex Moreno, al que creo le falta míster que lo sepa colocar; Manucho, un coloso en la reserva; Quini, el nieto de aquel hombre de Fernán Núñez que se quedó sin jugar en el Madrid porque don Santiago Bernabéu prefirió a Gento; el alemán Ebert, al que dicen que Caminero lo quiso para el Atleti cuando maravillaba en Valladolid. A mí, el que más me gusta es Embarba, al que los técnicos debían liberarle de tanto sacrificio defensivo.
En fin, plantilla sobrada para la categoría, pero plantilla al parecer incapacitada para la adaptación. Quien mejor ve el fútbol es Trashorras, pero se le vigila mucho y como hacía Cruyff cuando le daba la gana, se coloca de líbero adelantado entre los dos centrales, Dorado, cordobés por cierto como Quini, y el citado Zé Castro, al que noté, con perdón, lento y desganado.
Como el miércoles contra el Alcorcón, y como en casi todos los partidos, el choque contra el Rayo fue trabado, adjetivo que ha de entenderse como de pases imprecisos, de mucho despeje a la buena de Dios, de muchas faltitas y de ninguna ocasión. Bueno, sí, hubo una de Rodri, que abortó en movimiento balonmanístico Gazzinaga, el guardavallas argentino. Al final, y como temo será tendencia, un 0-0 justo y distributivo.
¡Ah! Arbitró Arcediano Monescillo, el conocido de un conocido mío y no me duelen prendas en corregir mi opinión sobre el trencilla manchego. El hombre ha aprendido y sujeta su incontinencia tarjetera, aquélla que le caracterizaba por expulsar sin trus ni mus y que impide que uno se olvide del, por ejemplo, Córdoba-Leganés de la temporada pasada.