Sofía Casanova
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El 17 nos trae el tabarrón del centenario de la revolución rusa, que un concejal de Madrid (no, no es el más listo) ya ha hecho suya en nombre de la fraternidad, que él sabrá lo que dice.
Del concejal al que el Holocausto inspira chistes al concejal al que el Gulag inspira fraternidad, esa “boutade” de la revolución francesa que se disipó en la noche de Varennes.
En España siempre nos han escondido la única revolución democrática, que fue la americana, y, en cambio, te vuelven tarumba con las mentiras de la revolución francesa y los crímenes de la revolución rusa.
La revolución rusa la contó de primera mano, en ABC, Sofía Casanova, que se adentró “en el antro de las fieras”, donde Trotski le cedió su sillón:
–Estuve en Madrid, Barcelona y Valencia. España es un hermoso país, aunque la policía “comme de raison” me trató mal. Mi amigo Pablo Iglesias estaba en un sanatorio.
No pasa el tiempo.
Cien años después hay otra revolución (en el sentido astronómico) en el mundo, y no tenemos quien nos la cuente. Para describir lo que pasa, la socialdemocracia ha puesto en circulación el término “populismo”, con que pretende designar todo aquello que no es socialdemócrata. Al decir “populismo”, el socialdemócrata, ese animal que ha estado llorando la muerte del Dexter del Caribe, deja escapar su odio radical a la democracia representativa, que nunca ha entendido.
–La gente no puede opinar sobre problemas complejos –dicen sus mantenidos.
“Populismo” es, por elección, palabra del año en España, donde el Estado gasta un Perú en opinión pública (contando inversiones en universidades y medios de comunicación), y todo lo que nos han contado hasta ahora de la revuelta de Donald Trump contra la socialdemocracia son los gags de los Morancos y José Mota teñidos de zanahorios. Los Tanques de Pensamiento dependientes de María Soraya se dan por amortizados diciendo que Trump es “otro Gil”. En el desierto del Gobi hay mayor discurrir que en el marianismo.