Curro Fetén con Mario Cabré
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La flor de Zidane amenaza con transformarse en pasa y eso ha de tener una explicación: para el piperío, esa explicación es… Danilo.
En Vigo, según anotó el gol en su propia portería, Danilo puso la misma cara que un señor con fama de gafe que en martes y 13 entró a un bar donde desayunaba Curro Fetén:
–Anda, invita tú –lo saludó Curro–, que hoy es tu santo y cumpleaños.
Lo que le pasa con Danilo ha ocurrido en las mejores familias. Don José María Pemán llegó a creerse gafe de los presidentes iberoamericanos, “pues difícilmente duran un mes, después de mi visita”.
–En mi familia había un viejo mozo de comedor que estuvo seguro de que el rey Don Alfonso acabaría desterrado no por errores políticos, sino por la jettatura de su número trece.
Cayó el presidente Bustamante en el Perú, y en Colombia el presidente Rojas Pinilla pretextó para no recibir a Pemán que se había metido en un libro con Bolívar, cuyo autor, sin embargo, era Madariaga.
Tantas vueltas dio Pemán al asunto de la mala suerte que descubrió que en España los grandes motes históricos de nuestras cosas nos traen mala suerte, y ponía los ejemplos de la Invencible, que acabó como el rosario de la aurora, y la Gloriosa, la primera revolución republicana, que fracasó absolutamente.
Pero ¿qué gran mote histórico ha tenido el zidanismo para merecer la suerte de Danilo?
En el mundo del teatro, Shakespeare tiene fama de Danilo en “Macbeth”. En la primavera del 47 murió un actor inglés representando esa obra, herido con una daga por el exceso de realismo que otro actor daba a la escena.
–Baje usted, que aquí se muere de verdad –contestó una vez en la plaza el torero Mazzantini a un cómico que le increpaba desde el tendido.
Bueno, pues en “Macbeth”, según las estadísticas, también han muerto algunos de verdad. Como el Madrid en la Copa.
–¿La personalidad? –se preguntaba Ruano comentando la noticia del actor “asesinado” en escena en Inglaterra–. Yo creo que es una versión. Una versión que dan los otros y que el ser humano más o menos acaba por aceptar.
Danilo da la impresión de haber aceptado la versión que da el piperío de su hipotética gafancia. “A los pueblos no les gustan los príncipes con mala suerte”, dijo Franco a Pemán, que apretaba con la cosa monárquica. Tampoco a los piperos les gustan los futbolistas con mala suerte.
En el Bernabéu, Danilo es el caso opuesto a Zidane, cuya fama de suertudo es más fácil de llevar.
Ruano llegó a la conclusión de que, cuando al ser humano le halaga o cree que le va bien la fama o la leyenda que le dieron los demás, aunque tenga poco que ver con el tipo admitido y celebrado, procura representarlo en cuanto se nota observado, y al cabo del tiempo, en la delicada ficción, se forma como un callo de naturalidad.
El callo de naturalidad con que Zidane pasea su buena suerte es esa sonrisa zidanesca, como de zeta en la rúbrica del Zorro, con que afronta las cuestiones que le plantean sobre la flor.
Y el Barcelona, salvando los muebles en Sevilla y en el minuto de Ramos.
EL SÍ DE CARMENA
Parece ser que Carmena, luego de haber estudiado el proyecto a fondo (su marido es arquitecto), ha dado su visto bueno al nuevo Bernabéu, cuyos titanios recuerdan al Guggenheim, un Guggenheim como hecho con las latas que a diario recoge Carmena por las aceras al ir a la Alcaldía. Una mezcla de Guggenheim y catedral de Justo (¡qué gran socio para Carmena!) en Mejorada del Campo, una catedral sin consagrar (ahora que el Madrid también ha renunciado a la cruz de su corona para recaudar “allá por la tierra mora”), más resonancias de la ermita de San Olav en el valle de los Lobos, en Burgos, un Guggenheim pequeño, católico y sentimental. Un Bernabéu que rinda homenaje al reciclaje español (las latas de Carmena) y a la nueva humanidad sin fronteras (adiós, pues, a las puertas arborescentes de Cristina Iglesias dotadas de bisagras movidas por ordenador): el primero que llega, se sienta.