Abc
El Georgie Dann (¡la canción del verano!) del 17 se llama Morata, un “casatchok” de cerca de cien millones de euros que podría poner sobre el tapete el United de Mourinho.
–Mou a punto d pagar 80/90 millones x Morata. Y luego dicen q no es madridista –tuiteó un madridista de nombre Riano.
Todavía recuerdo el estremecimiento juvenil que me produjo la noticia de que el Barcelona de Núñez y Gaspart, dos tipos con cocodrilos en los bolsillos (sus dos primeros fichajes fueron Carreño y Tarrés, del Burgos), había puesto sobre la mesa del Athletic cien millones de pesetas por la ficha de Talín Alexanco, una especie de centurión de película de romanos con el que Cruyff acabaría revolucionando el catón del fútbol, pues cada vez que iba perdiendo lo enviaba al área de ataque en misión de palomero. Lo que pasa es que uno venía de oír gritar a Miguel Muñoz en el Mundial de México (partido contra Bélgica) “¡balones altos a Eloy!”, con lo que cualquier genialidad táctica de Cruyff con Talín me impresionaba menos que la morterada (¡cien millones de pesetas!) de Núñez por él.
¿Vale Morata cien millones de euros?
Valor y precio es una discusión que entretiene mucho a la escuela marxista del fútbol. Desde luego, cien millones parecen muchos millones, y cuando el Madrid los pagó por Cristiano salió al cruce como el viejo Gallego (que era de Cádiz y se llamaba Fernández) el arzobispo de Barcelona, Sistach, y en la homilía de la fiesta de Corpus Christi afeó a Florentino Pérez el “dispendio descomunal” del contrato.
Morata es inferior a Cristiano, pero si el Madrid le pide cien al United será porque en la tasación incluye el castigo de la UE al Brexit. ¿Que los ingleses no quieren pagar por los refugiados de frau Merkel? Pues que paguen por los descartes del Madrid. Después de todo, el europeísmo va (únicamente) de dinero.
Al United le sobra dinero y le falta gol: ausente Ibrahimovic, el goleador que queda es Fellaini, y sólo porque su peinado de Marge Simpson despista en los cabezazos a puerta, y el resto del ataque son jugadores bonitos, al estilo de Mbappé, la perla en que se gastarían lo de Morata y a quien en Sevilla llamarían “Quillo”. O sea, que Mourinho pagará los cien millones de Morata, que incluye (es su representante) a Juanma Superlópez, que, en vista del rendimiento de Bailly y Smalling, todavía podría echar una mano en la defensa.
–Señorío es morir en el campo –dijo famosamente Mourinho en Madrid.
En Manchester, si compra a Morata, ya podrá decir que señorío es vivir en el banco, zanjando así ese debate (también de nuestra escuela marxista) sobre si los millones han de estar en el banco o en el campo.
Al final, el balance madridista de Mourinho se resume en Modric (¡pudiendo haber traído a Cazorlita!) y Casemiro (¡teniendo a Javi García!), sin olvidarnos de Varanne (¡había que poner en su sitio a Pepe!) o Keylor Navas (¡había que ponerle el cascabel a Casillas!), más esa millonada de Morata, que hace más rico al Madrid y seguramente menos pobre al United, teniendo en cuenta a aquel Inter que ganó la Copa de Europa con Diego Milito.
Ya sólo falta que aparezcan los chinos de la China (esa nación milenaria que la Unión Europea nos propone como nueva campeona del liberalismo económico y el medio ambiente) y derrame sobre el Bernabéu doscientos millones de euros por Cristiano, padre, al parecer, de gemelos en vientre de alquiler.
–La mala suerte de Cristiano es Messi –dijo una vez Valdanágoras, después de haber dicho que “Pep es el Steve Jobs del fútbol”.
Mas digámoslo nosotros otra vez más (ahora que los holandeses de “Voetbal International” se vuelven a columpiar): nacido portugués y jugando, un suponer, en el Atleti, Messi sería Futre en una tabla de “skate”.
EL SKATE EN MADRID
En Madrid, si conoces la ciudad, la noche no se acaba nunca, dijo agudamente Ava Gardner, pensando en sus noches verdaderamente interminables en Casa Salvador con Luis Miguel, don Marcelino y el Porrina de Badajoz. Pero eso era en los 50 del siglo pasado. Ahora que la España política se vuelca generosamente con la figura del skater español asesinado en Londres, hay que decir que en Madrid el skate fue hasta hace nada (no sé ahora) una actividad municipalmente perseguida, hasta con mil quinientos euros de sanción (el doble que la establecida por arrojar una colilla al suelo), según las ordenanzas de Gallardón revisadas por Botella. Había entonces en la capital algunos jóvenes que se apuntaron al skateboarding para quitarse el frío, y que corrieron delante de los guardias de la libreta (subidos a una tabla) lo que nunca corrieron los del 77 delante de los grises de la porra.