miércoles, 7 de junio de 2017

Perros de paja



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

A los 73 años del Día D, los alemanes se negarían a luchar, si Putin atacara a un país de la Otan.
Vuelvo a “El canto creciente del macho cabrío” de Botho Strauss: “Sólo luchamos por lo nuestro… Nos obligan por ley a ser bondadosos… Nadie prevé si nuestra no violencia sólo está retardando la guerra hasta nuestros hijos… Deberíamos revisar qué hay de sincero y autónomo en la propia tolerancia… Nuestros intelectuales son amables con el extranjero no por amor al extranjero, sino por furia contra lo nuestro, y acogen con satisfacción todo lo que lo destruye…”
El canto del chivo lleva a frau Merkel a esta cita del Tao: “El cielo y la tierra son implacables. Los seres de la creación son para ellos meros perros de paja”. (En los ritos chinos, explica John Gray, se empleaban perros de paja como ofrenda a los dioses: durante el ritual eran tratados con reverencia, pero luego, cuando ya no eran necesarios, eran pisoteados y abandonados).
Anonada el resentimiento de los vencidos contra los vencedores de Normandía. Aunque Macron, hijo de su tiempo, crea que Francia fue liberada por la División Leclerc (más unos españoles en alpargatas), el continente, que era fascista de arriba abajo, fue liberado por las dos únicas naciones, América e Inglaterra, que han conocido la libertad política. Lo de Rusia es otra historia.

Tras el colapso comunista –recuerda Gray–, los rusos deseaban unirse a “Occidente”. La recompensa fue un trato peor que el obtenido por las potencias del Eje tras la guerra. ¿Y China? Desde que renegó del maoísmo, ha despreciado todo asesoramiento occidental: esto le ha valido todos los agasajos de Occidente, donde se la considera un paraíso de estabilidad económica y de buen gobierno (¡liberal!)…
Para entender el mecanismo psicológico de este resentimiento, no hay más que ver el rencor (en aumento) que en España los vencidos profesan a los vencedores de la guerra civil.

En Europa, el chivo, ay, tira al monte.