Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Creíamos tenerlo tan visto en las barajas de don Heraclio Fournier que ni siquiera lo habíamos visto: un Rey de Copas de verdad, con su “12”: las doce tribus de Israel, los doce apóstoles de Jesús y las doce copas del Madrid con que Zinedine Zidane ya puede, vestido de Rappel, montarse un zodíaco: el Zodíaco del Fútbol.
Antes de la final de Cardiff vimos un publirreportaje sobre Guardiola, el inventor del fútbol, en el cual todo eran excusas para justificar el gatillazo pegado en el City; un lambiscón lo resumió en una frase memorable: “Es un entrenador tan especial que necesita futbolistas muy buenos que lo entiendan”.
Vimos también el anuncio cervecero con Mourinho en el Ártico, donde, por cierto, sale más hielo del que dicen las Casandras climáticas (¿o se dice climatéricas?), que son de la teoría de que se ha derretido el Polo Norte, aunque en la playa de Lastres la marea sigue llegando al mismo ladrillo que hace treinta años.
A Guardiola y a Mourinho, que iban de Alfa y Omega del fútbol, se los ha llevado en Cardiff por delante el tal Zidane, que toreó a la Juve del “Anchoa” Allegri como Ponce al garcigrande de Las Ventas.
–El fútbol depende de una ráfaga de viento –dice Hughes que es el lema laboral de Allegri.
El fútbol es de los buenos futbolistas. El Madrid los tiene y la Juve no. Zidane lo fue, y vino al Madrid. Por eso el Madrid gana finales y la Juve las pierde.
La Juve finalista parecía un robot al que sólo un teórico de la inteligencia artificial podía meter mano. En su eliminatoria con el Barcelona de Messi mostró una pauta organizativa propia de las colonias de insectos: parecía un termitero. Su alma era comunal, del nido. El Barcelona cayó fascinado por la contemplación de tan frenética actividad. El Madrid, en cambio, encaró el problema como los elefantes el desfile en el Libro de la Selva. Lo que no sé es cómo Allegri, un tipo que una vez plantó a su novia en el altar, no salió corriendo en el descanso hacia el Ártico de Mourinho, llevándose de recuerdo, al menos, el gol Mandzukic, que era de Van Basten. Se hubiera ahorrado la segunda parte, cuando hicieron agua todos sus jugadores, incluido Dybala, que, como todas las figuras emergentes en nuestros días, tiene algo de pescuezo de gallina: de lejos parece algo, pero de cerca sólo es otro hueso.
En el Madrid cumplieron todos sin despeinarse, y contra eso, hoy, no hay nada que hacer. Navas salvó un cero a uno. Carvajal y Marcelo fueron los “flippers” del pinball zidanesco, en el que Isco es la bola, y Modric, el muelle. Casemiro, ese río de leones (¡los veinte Stielikes de Hughes!), hizo lo suyo y un gol. Kroos sacó córneres como confetis. Cristiano obtuvo dos goles y otro Balón de Oro. Ramos, que tiene naturaleza histriónica, repartió papeles para todos los registros, de Cortihero a Supermán, de Tony Leblanc a Peseto Loco, pasando por… ¡Jordi Alba!, con esa “barcelonada” o “culerada” sin fundamento al pobre Cuadrado, a quien el árbitro, que equivocó todas las tarjetas, envió a la calle. ¡Esa broma hubiera quedado homérica con Alves! Pero, en sus peores momentos, la vida humana no es algo trágico, sino carente de significado.
MENTÍS DE BENZEMA
John Gray, que se ha ocupado del asunto, sostiene que en el caso de los seres humanos, los mejores mentirosos son los que se mienten a sí mismos. “Nos engañamos a nosotros mismos a fin de engañar mejor a otras personas”. Benzema es un futbolista tan mentiroso en el juego que nadie le acaba de pillar el punto: ahí radica su genialidad. Es un goleador y, sin embargo, no lo parece. En el área miente como los cuervos, que fingen esconder sus provisiones en un sitio para luego ocultarlas en otro. Cristiano no sería Cristiano sin los engaños de Benzema, estrella del Real Madrid que no halla hueco en la selección de Francia… “por racismo”, en palabras del octogenario Guy Roux, que cree que con Benzema los franceses serían hoy campeones de Europa. “Pero aquí (la Francia de Hollande y de Macron) no juega porque no canta la Marsellesa”. Que es como si en el Madrid no jugara porque no canta el “Nessun dorma”.
Fin de otra temporada de cierres infartantes. Una màs. O una menos
@hughes_hu