domingo, 28 de marzo de 2010

"PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU"

El Cachorro de Triana




DOMINGO, 28 DE MARZO
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
2ª Semana del Salterio



Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas

Se levantó toda la asamblea, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo:

-Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.

Pilato preguntó a Jesús:

-¿Eres tú el rey de los judíos?

Él le contestó:

-Tú lo dices.

Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba:

-No encuentro ninguna culpa en este hombre.

Ellos insistían con más fuerza diciendo:

-Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.

Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

-Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y le soltaré.

Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo:

-¡Fuera ése! ¡Suéltanos a Barrabás!

(A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.)

Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

-¡Crucifícalo, crucifícalo!

Él les dijo por tercera vez:

-Pues ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.

Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y dijo:

-Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado.” Entonces empezarán a decirles a los montes: “Desplomaos sobre nosotros” y a las colinas: “Sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?”

Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. Y cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:

-Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Y repartieron sus ropas echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas diciendo:

-A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

-Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:

-¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.

Pero el otro le increpaba:

-¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.

Y decía:

-Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.

Jesús le respondió:

-Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

-Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

Y dicho esto, expiró.

El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:

-Realmente, este hombre era justo.

Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

Lucas 23, 1-49