José Ramón Márquez
Para conocimiento e ilustración de otra manera de relatar lo que ocurre en los ruedos distinta de la cursilería que nos ahoga, reproduzco aquí la reseña de la faena de Antoñete a un toro de Gavira aparecida en el diario ABC y firmada por Luis García. La corrida tuvo lugar en Toledo el día 15 de junio de 1985, al día siguiente del gran éxito en Madrid con el toro de Garzón:
[…] Esta vez si embarcó al toro por delante para traérselo embebido, embarcado, mecido en el lento movimiento de su franela, siempre a dos palmos del hocico del animal, para volverle a enganchar –después del remate detrás de la cadera- en el muletazo siguiente.[…] Tres series con la mano zurda y dos con la derecha, con el broche de un pase del desprecio y un soberano de pecho pusieron la plaza boca abajo […] Habíamos contemplado el arte de torear en todo su esplendor.
Una vez más se nos cuenta la faena, sin arboledas, relojes, tempos ni minués, de tal forma que cualquiera puede recrearla aunque pase el tiempo. En ella llama la atención, sobre todo, el clasicismo del concepto. El cronista no apunta, no es preciso para quien conozca al torero, que la faena no puede alargarse más porque el poderoso toreo de Antoñete va rompiendo al toro en cada serie. El torero trata de prepararle a morir y el arte nace del dominio basado en lo eterno: parar, mandar, templar, cargar. ¿Alguien explica esto en las escuelas ésas?
Para conocimiento e ilustración de otra manera de relatar lo que ocurre en los ruedos distinta de la cursilería que nos ahoga, reproduzco aquí la reseña de la faena de Antoñete a un toro de Gavira aparecida en el diario ABC y firmada por Luis García. La corrida tuvo lugar en Toledo el día 15 de junio de 1985, al día siguiente del gran éxito en Madrid con el toro de Garzón:
[…] Esta vez si embarcó al toro por delante para traérselo embebido, embarcado, mecido en el lento movimiento de su franela, siempre a dos palmos del hocico del animal, para volverle a enganchar –después del remate detrás de la cadera- en el muletazo siguiente.[…] Tres series con la mano zurda y dos con la derecha, con el broche de un pase del desprecio y un soberano de pecho pusieron la plaza boca abajo […] Habíamos contemplado el arte de torear en todo su esplendor.
Una vez más se nos cuenta la faena, sin arboledas, relojes, tempos ni minués, de tal forma que cualquiera puede recrearla aunque pase el tiempo. En ella llama la atención, sobre todo, el clasicismo del concepto. El cronista no apunta, no es preciso para quien conozca al torero, que la faena no puede alargarse más porque el poderoso toreo de Antoñete va rompiendo al toro en cada serie. El torero trata de prepararle a morir y el arte nace del dominio basado en lo eterno: parar, mandar, templar, cargar. ¿Alguien explica esto en las escuelas ésas?